Romanos 8:9-13; Gálatas 2:20-21, 6:8; 1 Corintios 15:17, 21; Efesios 1:17-23; 4:22
Sin embargo, vosotros no vivís según la carne, sino
según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Si alguno no
tiene el Espíritu de Cristo, no es de él. Pero si Cristo está en vosotros,
aunque el cuerpo está muerto a causa del pecado, no obstante el espíritu vive a
causa de la justicia. Y si el Espíritu
de aquel que resucitó a Jesús de entre los muertos mora en vosotros, el que
resucitó a Cristo de entre los muertos también dará vida a vuestros cuerpos
mortales mediante su Espíritu que mora en vosotros. Así que, hermanos, somos deudores, pero no a
la carne para que vivamos conforme a la carne. Porque si vivís conforme a la
carne, habéis de morir; pero si por el Espíritu hacéis morir las prácticas de
la carne, viviréis.
Con Cristo he sido juntamente crucificado; y
ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí. Lo que ahora vivo en la carne, lo
vivo por la fe en el Hijo de Dios, quien me amó y se entregó a sí mismo por mí.
No desecho la gracia de Dios; porque si la
justicia fuese por medio de la ley, entonces por demás murió Cristo.
Porque el que siembra para su carne, de la
carne cosechará corrupción; pero el que siembra para el Espíritu, del Espíritu
cosechará vida eterna.
Y si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana: aún estáis en vuestros
pecados.
Pues por cuanto la muerte entró por un
hombre, también por un hombre la
resurrección de los muertos.
Para que el Dios de nuestro Señor
Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación
en el conocimiento de él; que él alumbre los ojos de vuestro
entendimiento, para que sepáis cuál es
la esperanza a que él os ha llamado,
cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos y cuál la extraordinaria grandeza de su poder
para con nosotros los que creemos, según
la acción de su fuerza poderosa. Esta fuerza operó en Cristo, resucitándolo de los muertos y sentándolo a
su derecha en los lugares celestiales, sobre todo principado y autoridad, poder y señorío, y sobre todo nombre que se nombra, no solo en este siglo, sino también en el venidero. Y sometió todas las cosas debajo de sus
pies, y lo dio por cabeza sobre todas
las cosas a la iglesia, la cual es su cuerpo,
la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo.
En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está corrompido
por los deseos engañosos
DECLARACIÓN DE FE DE ACUERDO A
LA PALABRA DE DIOS.
Ya no soy controlado por la
carne, o los deseos de mi vieja
naturaleza pecaminosa, ahora soy dirigido en mi espíritu renacido donde mora el
Espíritu de Dios. Jesús mora en mí, la
vieja naturaleza pecaminosa, que antes tenía ha muerto, pero mi espíritu ha
nacido de nuevo, tengo en vida nueva el regalo de la justicia y lo he recibido del
Padre Celestial mi Dios. El Espíritu de
Aquel que resucitó al Señor Jesús de
entre los muertos habita en mí, y a través de ese mismo poder de resurrección,
Él me da la vida (salud y vitalidad) a este cuerpo mortal en el que habito. Ya no tengo que vivir por lo que es natural (las
leyes de la naturaleza establecida en mi carne), ni andar por los caminos del
pecado porque son caminos de muerte. Mi espíritu hoy es guiado por el Espíritu Santo,
he crucificado las obras de mi carne por
la gracia y el poder que Jesús me da, ahora tengo vida en mi espíritu gracias a
mi Dios y Señor Jesús.
Si no has
recibido a Jesús tú Señor simplemente
has la siguiente oración creyendo en tu corazón y Cristo será su Salvador:
Padre
Celestial, vengo a ti en el nombre de Jesús. Tu Palabra dice: «Y todo aquel que
invocare el nombre del Señor, será salvo» y «que si confesares con tu boca que
Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos,
serás salvo» (Hechos 2:21; Romanos 10:9). Dijiste que sería salvo cuando el
Espíritu Santo venga a morar en mí y me haga nacer de nuevo (Juan 3:5-6, 15-16;
Romanos 8:9-11), y que si te lo pido, seré lleno del Espíritu y podré hablar en
otras lenguas (Lucas 11:13; Hechos 2:4).
Confío en tu
Palabra. Confieso que Jesús es el Señor y creo en mi corazón que lo resucitaste
de entre los muertos. Gracias por entrar a mi corazón, por darme tu Santo
Espíritu como lo prometiste y por ser el Señor de mi vida. Amén.
Si tus has hecho esta oración escríbeme o esta Palabra
te bendice favor de hacérmelo saber.
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