martes, 26 de febrero de 2013

Todo lo que pido en el Nombre del Señor Jesús


Mateo 7:7-12; Macos 11:22-24; Proverbios 8:17; Deuteronomio 4:29; 1 Juan 5:14-15; Jeremías 24:6; 29:11; Juan 14:13-14; 15:7; 16:23-24.


Pidan, y se les dará; busquen, y encontrarán; llamen, y se les abrirá. Porque todo el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que llama, se le abre. ¿Quién de ustedes, si su hijo le pide pan, le da una piedra?  ¿O si le pide un pescado, le da una serpiente? Pues si ustedes, aun siendo malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más su Padre que está en el cielo dará cosas buenas a los que le pidan!  Así que en todo traten ustedes a los demás tal y como quieren que ellos los traten a ustedes. De hecho, esto es la ley y los profetas.

Tengan fe en Dios respondió Jesús.  Les aseguro que si alguno le dice a este monte: Quítate de ahí y tírate al mar, creyendo, sin abrigar la menor duda de que lo que dice sucederá, lo obtendrá.  Por eso les digo: Crean que ya han recibido todo lo que estén pidiendo en oración, y lo obtendrán.

A los que me aman, les correspondo; a los que me buscan, me doy a conocer.

Pero si desde allí buscas al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma, lo encontrarás.

Ésta es la confianza que tenemos al acercarnos a Dios: que si pedimos conforme a su voluntad, él nos oye.  Y si sabemos que Dios oye todas nuestras oraciones, podemos estar seguros de que ya tenemos lo que le hemos pedido.

Los miraré favorablemente, y los haré volver a este país. Los edificaré y no los derribaré, los plantaré y no los arrancaré.

Porque yo sé muy bien los planes que tengo para ustedes afirma el Señor, planes de bienestar y no de calamidad, a fin de darles un futuro y una  esperanza.

Cualquier cosa que ustedes pidan en mi nombre, yo la haré; así será glorificado el Padre en el Hijo.  Lo que pidan en mi nombre, yo lo haré.

Si permanecen en mí y mis palabras permanecen en ustedes, lo que quieran  pedir se les concederá.

En aquel día ya no me preguntarán nada. Ciertamente les aseguro que mi Padre les dará todo lo que le pidan en mi nombre.  Hasta ahora no han pedido nada en mi nombre. Pidan y recibirán, para que su alegría sea completa.



DECLARACIÓN DE FE DE ACUERDO A LA PALABRA DE DIOS.

Pido y creo que recibo lo que he pedido a mi Padre Celestial. Voy a buscar y encuentro en Su Palabra lo que estoy buscando. Llamo a llamar y la puerta se me abre. Sé con toda certeza que cuando pido de acuerdo a Su voluntad voy a recibir; que cuando busque en Su Palabra encontraré; y que cuando llame a la puerta que es el Señor Jesús, se abrirá y yo entraré.  Mi Padre Celestial me ama y siempre es bueno conmigo. Si le pido una hogaza de pan, Él no me ofrece una piedra; si le pido un pescado, Él no me da una serpiente. Por el contrario, Él está más que dispuesto a darme lo que pida en el nombre de Jesús y con fe en Su Palabra.  El Señor Jesús puede ver mi corazón y Él sabe que mi confianza está puesta en Él, por lo tanto, si el Señor Jesús lo promete en Su Palabra, yo lo puedo creer, lo puedo recibir, y lo puedo tener.  Su Palabra no cambia sino que permanece para siempre y se hace verdad en mi vida y puedo demostrarlo a mi prójimo!!

Si no has recibido a  Jesús tú Señor simplemente has la siguiente oración creyendo en tu corazón y Cristo será su Salvador:
Padre Celestial, vengo a ti en el nombre de Jesús. Tu Palabra dice: «Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo» y «que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo» (Hechos 2:21; Romanos 10:9). Dijiste que sería salvo cuando el Espíritu Santo venga a morar en mí y me haga nacer de nuevo (Juan 3:5-6, 15-16; Romanos 8:9-11), y que si te lo pido, seré lleno del Espíritu y podré hablar en otras lenguas (Lucas 11:13; Hechos 2:4).
Confío en tu Palabra. Confieso que Jesús es el Señor y creo en mi corazón que lo resucitaste de entre los muertos. Gracias por entrar a mi corazón, por 0darme tu Santo Espíritu como lo prometiste y por ser el Señor de mi vida. Amén.

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jueves, 21 de febrero de 2013

El Regalo inmerecido de Dios en el Señor Jesús, Su Espíritu dentro de mí.


Romanos 5:15-17; Efesios 2:4-10; Gálatas 4:4-6; 5:1; Tito 3:4-7; Apocalipsis 1:4-6

Pero la transgresión de Adán no puede compararse con la gracia de Dios. Pues si por la transgresión de un solo hombre murieron todos, ¡cuánto más el don que vino por la gracia de un solo hombre, Jesucristo, abundó para todos!   Tampoco se puede comparar la dádiva de Dios con las consecuencias del pecado de Adán. El juicio que lleva a la condenación fue resultado de un solo pecado, pero la dádiva que lleva a la justificación tiene que ver con una multitud de transgresiones.  Pues si por la transgresión de un solo hombre reinó la muerte, con mayor razón los que reciben en abundancia la gracia y el don de la justicia reinarán en vida por medio de un solo hombre, Jesucristo.

Cada uno debe velar no sólo por sus propios intereses sino también por los intereses de los demás.  La actitud de ustedes debe ser como la de Cristo Jesús, quien, siendo por naturaleza Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse. Por el contrario, se rebajó voluntariamente, tomando la naturaleza de siervo y haciéndose semejante a los seres humanos. Y al manifestarse como hombre, se humilló a sí mismo y se hizo obediente hasta la muerte, ¡y muerte de cruz! Por eso Dios lo exaltó hasta lo sumo y le otorgó el nombre que está sobre todo nombre,  para que ante el nombre de Jesús se doble toda rodilla en el cielo y en la tierra y debajo de la tierra,

Pero cuando se cumplió el plazo, Dios envió a su Hijo, nacido de una mujer, nacido bajo la ley,  para rescatar a los que estaban bajo la ley, a fin de que fuéramos adoptados como hijos.  Ustedes ya son hijos. Dios ha enviado a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo, que clama: "¡Abba! ¡Padre!"

Pero cuando se manifestó la bondad y el amor de Dios nuestro Salvador,  él nos salvó, no por nuestras propias obras de justicia sino por su misericordia. Nos salvó mediante el lavamiento de la regeneración y de la renovación por el Espíritu Santo,  el cual fue derramado abundantemente sobre nosotros por medio de Jesucristo nuestro Salvador.  Así lo hizo para que, justificados por su gracia, llegáramos a ser herederos que abrigan la esperanza de recibir la vida eterna.

Yo, Juan, escribo a las siete iglesias que están en la provincia de Asia: Gracia y paz a ustedes de parte de aquel que es y que era y que ha de venir; y de parte de los siete espíritus que están delante de su trono;  y de parte de Jesucristo, el testigo fiel, el primogénito de la resurrección, el soberano de los reyes de la tierra. Al que nos ama y por cuya sangre nos ha librado de nuestros pecados,  al que ha hecho de nosotros un reino, sacerdotes al servicio de Dios su Padre, ¡a él sea la gloria y el poder por los siglos de los siglos! Amén.



DECLARACIÓN DE FE DE ACUERDO A LA PALABRA DE DIOS.

En el Señor Jesús el Ungido de Dios he recibido el regalo del Padre Celestial, Su Gracia [el favor inmerecido de Su Espíritu Santo], la justificación [la aprobación del Padre Celestial],  y la redención [liberado de la condenación eterna].  Este regalo no tiene condiciones, Él me lo da libremente para que esté en comunión constante con Él en una relación  de comunión legítima de Padre e Hijo. El regalo, don o dadiva del Padre Celestial para mí no se compara con el resultado del pecado de Adán, porque estaba en la sentencia del pecado y la condenación cayó Adán, estaba  sobre mí sin tener yo ninguna elección.  Por el contrario, la libertad y la justificación se me ofrecieron como un regalo gratuito. Aunque el pecado de Adán  me condenó, el don gratuito de Dios me ha dado  justificación, pues como el pecado de Adán me trajo muerte, la provisión abundante de Dios de la gracia (favor inmerecido) y el don de la justicia me han hecho apto para que el Señor Jesús reine en esta vida y por la eternidad. Aleluya. Amén.

Si no has recibido a  Jesús tú Señor simplemente has la siguiente oración creyendo en tu corazón y Cristo será su Salvador:
Padre Celestial, vengo a ti en el nombre de Jesús. Tu Palabra dice: «Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo» y «que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo» (Hechos 2:21; Romanos 10:9). Dijiste que sería salvo cuando el Espíritu Santo venga a morar en mí y me haga nacer de nuevo (Juan 3:5-6, 15-16; Romanos 8:9-11), y que si te lo pido, seré lleno del Espíritu y podré hablar en otras lenguas (Lucas 11:13; Hechos 2:4).
Confío en tu Palabra. Confieso que Jesús es el Señor y creo en mi corazón que lo resucitaste de entre los muertos. Gracias por entrar a mi corazón, por 0darme tu Santo Espíritu como lo prometiste y por ser el Señor de mi vida. Amén.

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miércoles, 20 de febrero de 2013

Oigo que me llama por mi nombre y reconozco la voz de mi Señor Jesús


Juan 10:1-5; 14:6; 16:13; 20:16; Isaías 43:1-2; Tito 3:5; 2Corintios 11:13-15

Ciertamente les aseguro que el que no entra por la puerta al redil de las ovejas, sino que trepa por otro lado, es un ladrón y un bandido. El que entra por la puerta es el pastor de las ovejas. El portero le abre la puerta, y las ovejas oyen su voz. Llama por nombre a las ovejas y las saca del redil.  Cuando ya ha sacado a todas las que son suyas, va delante de ellas, y las ovejas lo siguen porque reconocen su voz. Pero a un desconocido jamás lo siguen; más bien, huyen de él porque no reconocen voces extrañas.

Yo soy el camino, la verdad y la vida –le contestó Jesús—Nadie  llega al Padre sino por mí.

Pero cuando venga el Espíritu de la verdad, él los guiará a toda la verdad, porque no hablará por su propia cuenta sino que dirá sólo lo que oiga y les anunciará las cosas por venir.  

María le dijo Jesús. Ella se volvió y exclamó:¡Raboni! (que en arameo significa: Maestro).   

Pero ahora, así dice el Señor, el que te creó, Jacob, el que te formó, Israel: No temas, que yo te he redimido; te he llamado por tu nombre; tú eres mío.  Cuando cruces las aguas, yo estaré contigo; cuando cruces los ríos, no te cubrirán sus aguas; cuando camines por el fuego, no te quemarás ni te abrasarán las llamas.  

Él [el Señor Jesús] nos salvó, no por nuestras propias obras de justicia sino  por su misericordia. Nos salvó mediante el lavamiento de la regeneración y de la renovación por el Espíritu Santo.

Tales individuos son falsos apóstoles, obreros estafadores, que se disfrazan de apóstoles de Cristo.  Y no es de extrañar, ya que Satanás mismo se disfraza de ángel de luz.  Por eso no es de sorprenderse que sus servidores se disfracen de servidores de la justicia. Su fin corresponderá con lo que merecen sus acciones.


DECLARACIÓN DE FE DE ACUERDO A LA PALABRA DE DIOS.

Entiendo perfectamente que sólo hay una manera de entrar en el redil de las ovejas del Señor Jesús. Sólo hay un camino a la presencia del Padre y en la familia de Dios. El Señor Jesús es el Camino. No es obras de justas, o de mi propio esfuerzo que me harán llegar allá. El Señor Jesús es el único Camino. Sólo Él es la puerta y el pastor de la grey a la que pertenezco. Oigo la voz de mi pastor, lo sigo con fidelidad, y hago todo lo que Él que me pide. Me llama por mi nombre y me lleva por el camino de la vida. Él camina delante de mí y yo lo sigo porque conozco Su voz. Nunca seguiré a un extraño (la voz de la mentira, y los falsos maestros).  No tengo intimidad con extraños y no reconozco esa  voz como verdadera, por lo tanto, rechazo su llamado de los engañadores.

Si no has recibido a  Jesús tú Señor simplemente has la siguiente oración creyendo en tu corazón y Cristo será su Salvador:
Padre Celestial, vengo a ti en el nombre de Jesús. Tu Palabra dice: «Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo» y «que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo» (Hechos 2:21; Romanos 10:9). Dijiste que sería salvo cuando el Espíritu Santo venga a morar en mí y me haga nacer de nuevo (Juan 3:5-6, 15-16; Romanos 8:9-11), y que si te lo pido, seré lleno del Espíritu y podré hablar en otras lenguas (Lucas 11:13; Hechos 2:4).
Confío en tu Palabra. Confieso que Jesús es el Señor y creo en mi corazón que lo resucitaste de entre los muertos. Gracias por entrar a mi corazón, por 0darme tu Santo Espíritu como lo prometiste y por ser el Señor de mi vida. Amén.

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martes, 19 de febrero de 2013

El Señor Jesús es mi fortaleza y no desfallezco.


Josué 14:7-13; Génesis 12:1-3; Josué 1:5-9; Números 14:6-9; Deuteronomio 34:7; Isaías 46:4; Efesios 6:10-18; Romanos 8:37; Gálatas 4:5-6


Yo tenía cuarenta años cuando Moisés, siervo del Señor, me envió desde Cades Barnea para explorar el país, y con toda franqueza le informé de lo que vi. Mis compañeros de viaje, por el contrario, desanimaron a la gente y le infundieron temor. Pero yo me mantuve fiel al Señor mi Dios. Ese mismo día Moisés me hizo este juramento: La tierra que toquen tus pies será herencia tuya y de tus descendientes para siempre, porque fuiste fiel al Señor mi Dios. Ya han pasado cuarenta y cinco años desde que el Señor hizo la promesa por medio de Moisés, mientras Israel peregrinaba por el desierto; aquí estoy este día con mis ochenta y cinco años: ¡el Señor me ha mantenido con vida!  Y todavía mantengo la misma fortaleza que tenía el día en que Moisés me envió. Para la batalla tengo las mismas energías que tenía entonces.  Dame, pues, la región montañosa que el Señor me prometió en esa ocasión. Desde ese día, tú bien sabes que los anaquitas habitan allí, y que sus ciudades son enormes y fortificadas. Sin embargo, con la ayuda del Señor los expulsaré de ese territorio, tal como él ha prometido. Entonces Josué bendijo a Caleb y le dio por herencia el territorio de Hebrón. 

El Señor le dijo a Abram: "Deja tu tierra, tus parientes y la casa de tu padre, y vete a la tierra que te mostraré.  Haré de ti una nación grande, y te bendeciré; haré famoso tu nombre, y serás una bendición.  Bendeciré a los que te bendigan y maldeciré a los que te maldigan; ¡por medio de ti serán bendecidas todas las familias de la tierra!

Durante todos los días de tu vida, nadie será capaz de enfrentarse a ti. Así como estuve con Moisés, también estaré contigo; no te dejaré ni te abandonaré.  Sé fuerte y valiente, porque tú harás que este pueblo herede la tierra que les prometí a sus antepasados.   Sólo te pido que tengas mucho valor y firmeza para obedecer toda la ley que mi siervo Moisés te mandó. No te apartes de ella para nada; sólo así tendrás éxito dondequiera que vayas.   Recita siempre el libro de la ley y medita en él de día y de noche; cumple con cuidado todo lo que en él está escrito. Así prosperarás y tendrás éxito.  Ya te lo he ordenado: ¡Sé fuerte y valiente! ¡No tengas miedo ni te desanimes! Porque el Señor tu Dios te acompañará dondequiera que vayas.

Allí estaban también Josué hijo de Nun y Caleb hijo de Jefone, los cuales habían participado en la exploración de la tierra. Ambos se rasgaron las vestiduras en señal de duelo y le dijeron a toda la comunidad israelita: La tierra que recorrimos y exploramos es increíblemente buena.  Si el Señor se agrada de nosotros, nos hará entrar en ella. ¡Nos va a dar una tierra donde abundan la leche y la miel!  Así que no se rebelen contra el Señor ni tengan miedo de la gente que habita en esa tierra. ¡Ya son pan comido! No tienen quién los proteja, porque el Señor está de parte nuestra. Así que, ¡no les tengan miedo!  

Moisés tenía ciento veinte años de edad cuando murió. Con todo, no se había debilitado su vista ni había perdido su vigor.  

Aun en la vejez, cuando ya peinen canas, yo seré el mismo, yo los sostendré. Yo los hice, y cuidaré de ustedes; los sostendré y los libraré.

Por último, fortalézcanse con el gran poder del Señor. Pónganse toda la armadura de Dios para que puedan hacer frente a las artimañas del diablo.   Porque nuestra lucha no es contra seres humanos, sino contra poderes, contra autoridades, contra potestades que dominan este mundo de tinieblas, contra fuerzas espirituales malignas en las regiones celestiales.  Por lo tanto, pónganse toda la armadura de Dios, para que cuando llegue el día malo puedan resistir hasta el fin con firmeza.  Manténganse firmes, ceñidos con el cinturón de la verdad, protegidos por la coraza de justicia,  y calzados con la disposición de proclamar el evangelio de la paz.  Además de todo esto, tomen el escudo de la fe, con el cual pueden apagar todas las flechas encendidas del maligno.  Tomen el casco de la salvación y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios.  Oren en el Espíritu en todo momento, con peticiones y ruegos. Manténganse alerta y perseveren en oración por todos los santos.

Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó.

Para rescatar a los que estaban bajo la ley, a fin de que fuéramos adoptados como hijos. Ustedes ya son hijos. Dios ha enviado a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo, que clama: "¡Abba! ¡Padre!"


DECLARACIÓN DE FE DE ACUERDO A LA PALABRA DE DIOS.

Soy un hombre que el Espíritu da testimonio de mi fe.  Sigo al Señor Jesús,  mi Dios con todo mi corazón. Cada lugar que toca la planta de mis pies se ha convertido en mi herencia. ¡El reino de Dios ha venido a mí!   Y es la herencia del Padre Celestial para mí y mi descendencia toda la eternidad!  Esta tierra es (mi corazón), donde el Señor Jesús reina supremamente!  El Señor me mantiene con fuerza y lleno de vigor todos los días de mi vida.  Estoy preparado para la guerra.  Estoy siempre dispuesto a luchar en el nombre del Señor Jesús!  Un espíritu de fortaleza y valor me sostienen  en todo momento.  El Señor está siempre conmigo y conquisto a los gigantes de la tierra.  Me atrevo a declarar y creer que soy bendecido.  En el nombre del Señor Jesús reclamo mi herencia espiritual!

Si no has recibido a  Jesús tú Señor simplemente has la siguiente oración creyendo en tu corazón y Cristo será su Salvador:
Padre Celestial, vengo a ti en el nombre de Jesús. Tu Palabra dice: «Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo» y «que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo» (Hechos 2:21; Romanos 10:9). Dijiste que sería salvo cuando el Espíritu Santo venga a morar en mí y me haga nacer de nuevo (Juan 3:5-6, 15-16; Romanos 8:9-11), y que si te lo pido, seré lleno del Espíritu y podré hablar en otras lenguas (Lucas 11:13; Hechos 2:4).
Confío en tu Palabra. Confieso que Jesús es el Señor y creo en mi corazón que lo resucitaste de entre los muertos. Gracias por entrar a mi corazón, por 0darme tu Santo Espíritu como lo prometiste y por ser el Señor de mi vida. Amén.

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jueves, 14 de febrero de 2013

El Verdadero Amor de Jesús para conmigo.


Juan 14:15-21; Juan 15:10-12; 16:7-14, 27; 20:26; Hechos 1:5, 8; 1 Corintios 3:16; 15:57; Gálatas 2:20-21; 1 Juan 4:4


Si me aman, obedecerán mis mandamientos. Le pediré al Padre y les dará otro Consejero para que esté siempre con ustedes: El Consejero es el Espíritu de la verdad. El mundo no lo puede recibir porque no lo ve ni lo conoce. Ustedes lo conocen porque vive con ustedes y se quedará en ustedes.  No los dejaré huérfanos; volveré a ustedes.  Dentro de poco, el mundo no me verá más, pero ustedes me verán. Ustedes vivirán porque yo vivo. Ese día, ustedes sabrán que yo estoy en el Padre, y que ustedes están en mí y yo en ustedes.  El que realmente me ama conoce mis mandamientos y los obedece. Mi Padre amará al que me ame, y yo también lo amaré y me mostraré a él.

Si guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor. Estas cosas os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido.  Este es mi mandamiento: Que os améis unos a otros, como yo os he amado.

Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me fuera, el Consolador no vendría a vosotros; mas si me fuere, os lo enviaré.  Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio. De pecado, por cuanto no creen en mí; de justicia, por cuanto voy al Padre, y no me veréis más;  y de juicio, por cuanto el príncipe de este mundo ha sido ya juzgado. Aún tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis sobrellevar. Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir. El me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber.

Pues el Padre mismo os ama, porque vosotros me habéis amado, y habéis creído que yo salí de Dios.

Ocho días después, estaban otra vez sus discípulos dentro, y con ellos Tomás. Llegó Jesús, estando las puertas cerradas, y se puso en medio y les dijo: Paz a vosotros.

Porque Juan ciertamente bautizó con agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días.

Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra.

¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros?

Mas gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo.

Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.  No desecho la gracia de Dios; pues si por la ley fuese la justicia, entonces por demás murió Cristo.

Hijitos, vosotros sois de Dios, y los habéis vencido; porque mayor es el que está en vosotros, que el que está en el mundo.


DECLARACION DE FE DE ACUERDO A LA PALABRA DE DIOS.
Amo al Señor Jesús con todo mi corazón y obedezco Sus mandamientos. Él ha pedido al Padre Celestial que me dé Su Espíritu,  Fortalecedor y un Maestro, que permanecerá conmigo para siempre. Él es el Espíritu de la Verdad, a quien el mundo no puede recibir, porque no sabe ni lo conoce. Yo lo conozco.  Él ha fijado su residencia dentro de mi espíritu.  Esta literalmente, dentro de mí en este momento.  Dios  el Espíritu Santo, habita en mi corazón.  El Señor Jesús no me ha dejado solo, desolado y desamparado.  Él ha venido a mí, con pasión y propósito, a ver que tenga la victoria en todo lo que hago. Porque Él vive, yo vivo también. El Señor Jesús está a la diestra del Padre, estoy en el Hijo  y Él está en mí. Le muestro mi amor por Él al aferrarme a sus mandamientos y hacer todo lo que Él me ha enseñado a hacer. Me siento muy querido y apreciado por mi Padre Celestial, y el mismo Jesús me ama y se manifiesta a mí.


Si no has recibido a  Jesús tú Señor simplemente has la siguiente oración creyendo en tu corazón y Cristo será su Salvador:
Padre Celestial, vengo a ti en el nombre de Jesús. Tu Palabra dice: «Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo» y «que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo» (Hechos 2:21; Romanos 10:9). Dijiste que sería salvo cuando el Espíritu Santo venga a morar en mí y me haga nacer de nuevo (Juan 3:5-6, 15-16; Romanos 8:9-11), y que si te lo pido, seré lleno del Espíritu y podré hablar en otras lenguas (Lucas 11:13; Hechos 2:4).
Confío en tu Palabra. Confieso que Jesús es el Señor y creo en mi corazón que lo resucitaste de entre los muertos. Gracias por entrar a mi corazón, por 0darme tu Santo Espíritu como lo prometiste y por ser el Señor de mi vida. Amén.

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miércoles, 13 de febrero de 2013

He puesto mi mirada en el Señor Jesucristo.


Colosenses 3:1-4; Efesios 1:17-23; 2:1-10; Gálatas 2:20-21; Mateo 6:10-11, 19-21; Juan 4:24

Ya que han resucitado con Cristo, busquen las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la derecha de Dios. Concentren su atención en las cosas de arriba, no en las de la tierra, pues ustedes han muerto y su vida está escondida con Cristo en Dios.   Cuando Cristo, que es la vida de ustedes, se manifieste, entonces también ustedes serán manifestados con él en gloria.

Pido que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre glorioso, les dé el Espíritu de sabiduría y de revelación, para que lo conozcan mejor.   Pido también que les sean iluminados los ojos del corazón para que sepan a qué esperanza él los ha llamado, cuál es la riqueza de su gloriosa herencia entre los santos, y cuán incomparable es la grandeza de su poder a favor de los que creemos. Ese poder es la fuerza grandiosa y eficaz  que Dios ejerció en Cristo cuando lo resucitó de entre los muertos y lo sentó a su derecha en las regiones celestiales,    muy por encima de todo gobierno y autoridad, poder y dominio, y de cualquier otro nombre que se invoque, no sólo en este mundo sino también en el venidero.  Dios sometió todas las cosas al dominio de Cristo, y lo dio como cabeza de todo a la iglesia. Ésta, que es su cuerpo, es la plenitud de aquel que lo llena todo por completo.  

En otro tiempo ustedes estaban muertos en sus transgresiones y pecados,  en los cuales andaban conforme a los poderes de este mundo. Se conducían según el que gobierna las tinieblas, según el espíritu que ahora ejerce su poder en los que viven en la desobediencia.  En ese tiempo también todos nosotros vivíamos como ellos, impulsados por nuestros deseos pecaminosos, siguiendo nuestra propia voluntad y nuestros propósitos. Como los demás, éramos por naturaleza objeto de la ira de Dios.  Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor por nosotros, nos dio vida con Cristo, aun cuando estábamos muertos en pecados. ¡Por gracia ustedes han sido salvados! Y en unión con Cristo Jesús, Dios nos resucitó y nos hizo sentar con él en las regiones celestiales,  para mostrar en los tiempos venideros la incomparable riqueza de su gracia, que por su bondad derramó sobre nosotros en Cristo Jesús. Porque por gracia ustedes han sido salvados mediante la fe; esto no procede de ustedes, sino que es el regalo de Dios, no por obras, para que nadie se jacte.  Porque somos hechura de Dios, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios dispuso de antemano a fin de que las pongamos en práctica.  

He sido crucificado con Cristo, y ya no vivo yo sino que Cristo vive en  mí. Lo que ahora vivo en el cuerpo, lo vivo por la fe en el Hijo de Dios, quien me amó y dio su vida por mí. No desecho la gracia de Dios. Si la justicia se obtuviera mediante la ley, Cristo habría muerto en vano.

Venga tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.   Danos hoy nuestro pan cotidiano.

No acumulen para sí tesoros en la tierra, donde la polilla y el óxido  destruyen, y donde los ladrones se meten a robar.  Más bien, acumulen para sí tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el óxido carcomen, ni los ladrones se meten a robar. Porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón.

Dios es espíritu, y quienes lo adoran deben hacerlo en espíritu y en verdad.

DECLARACIÓN DE FE DE ACUERDO A LA PALABRA DE DIOS.

Desde que el Señor Jesús vino a morar en mi vida y ser Señor de ella, resucité, Hoy El gobierna mi vida, soy nueva  criatura, he nacido de nuevo  en Cristo, por lo tanto he puesto mi corazón en las cosas de arriba, donde Cristo está sentado a la diestra de Dios. He determinado hacer al Señor Jesús el centro de mi vida, y poner mi mirada sólo en las cosas espirituales que es Dios, y no en las cosas de la tierra, porque morí juntamente con Jesús en la cruz  (en lo que respecta a mi vieja naturaleza pecaminosa), resucite en Cristo y mi vida hoy está escondida en Cristo, en Dios. Mi Padre es Espíritu, por lo tanto, voy a adorar al Señor Jesucristo, recibo al Señor Jesús, y tengo comunión con El, en el espíritu. Cuando Cristo,  mi vida aparezca,  también yo seré manifestado con Él en Su gloria.


Si no has recibido a  Jesús tú Señor simplemente has la siguiente oración creyendo en tu corazón y Cristo será su Salvador:
Padre Celestial, vengo a ti en el nombre de Jesús. Tu Palabra dice: «Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo» y «que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo» (Hechos 2:21; Romanos 10:9). Dijiste que sería salvo cuando el Espíritu Santo venga a morar en mí y me haga nacer de nuevo (Juan 3:5-6, 15-16; Romanos 8:9-11), y que si te lo pido, seré lleno del Espíritu y podré hablar en otras lenguas (Lucas 11:13; Hechos 2:4).
Confío en tu Palabra. Confieso que Jesús es el Señor y creo en mi corazón que lo resucitaste de entre los muertos. Gracias por entrar a mi corazón, por 0darme tu Santo Espíritu como lo prometiste y por ser el Señor de mi vida. Amén.

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martes, 12 de febrero de 2013

En el Señor Jesús vivo en la perfecta ley


Santiago 1:19-25; Proverbios 10:19; 14:17; 16:32; 17:27; Hebreos 12:1-2; Isaías 55:11; Colosenses 3:8-10; Mateo 7:24-27; Juan 13:12-17; 15:5-8; Lucas 6:43-49; Santiago 2:12-13

Mis queridos hermanos, tengan presente esto: Todos deben estar listos para escuchar, y ser lentos para hablar y para enojarse; pues la ira humana no produce la vida justa que Dios quiere. Por esto, despójense de toda inmundicia y de la maldad que tanto abunda, para que puedan recibir con humildad la palabra sembrada en ustedes, la cual tiene poder para salvarles la vida. No se contenten sólo con escuchar la palabra, pues así se engañan ustedes mismos. Llévenla a la práctica. El que escucha la palabra pero no la pone en práctica es como el que se mira el rostro en un espejo y, después de mirarse, se va y se olvida en seguida de cómo es. Pero quien se fija atentamente en la ley perfecta que da libertad, y persevera en ella, no olvidando lo que ha oído sino haciéndolo, recibirá bendición al practicarla.

El que mucho habla, mucho yerra; el que es sabio refrena su lengua.

El iracundo comete locuras, pero el prudente sabe aguantar.

Más vale ser paciente que valiente; más vale dominarse a sí mismo  que conquistar ciudades.

El que es entendido refrena sus palabras; el que es prudente controla sus impulsos.

Por tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante.  Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios.

Así es también la palabra que sale de mi boca: No volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo deseo y cumplirá con mis propósitos.

Pero ahora abandonen también todo esto: enojo, ira, malicia, calumnia y lenguaje obsceno.  Dejen de mentirse unos a otros, ahora que se han quitado el ropaje de la vieja naturaleza con sus vicios,  y se han puesto el de la nueva naturaleza, que se va renovando en conocimiento a imagen de su Creador.

Por tanto, todo el que me oye estas palabras y las pone en práctica es  como un hombre prudente que construyó su casa sobre la roca.   Cayeron las lluvias, crecieron los ríos, y soplaron los vientos y azotaron aquella casa; con todo, la casa no se derrumbó porque estaba cimentada sobre la roca.  Pero todo el que me oye estas palabras y no las pone en práctica es como un hombre insensato que construyó su casa sobre la arena.  Cayeron las lluvias, crecieron los ríos, y soplaron los vientos y azotaron aquella casa, y ésta se derrumbó, y grande fue su ruina.

Cuando terminó de lavarles los pies, se puso el manto y volvió a su  lugar. Entonces les dijo: ¿Entienden lo que he hecho con ustedes?   Ustedes me llaman Maestro y Señor, y dicen bien, porque lo soy. Pues si yo, el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, también ustedes deben lavarse los pies los unos a los otros.  Les he puesto el ejemplo, para que hagan lo mismo que yo he hecho con ustedes.  Ciertamente les aseguro que ningún siervo es más que su amo, y ningún mensajero es más que el que lo envió. ¿Entienden esto? Dichosos serán si lo ponen en práctica.

Yo soy la vid y ustedes son las ramas. El que permanece en mí, como yo en él, dará mucho fruto; separados de mí no pueden ustedes hacer nada. El que no permanece en mí es desechado y se seca, como las ramas que se recogen, se arrojan al fuego y se queman.  Si permanecen en mí y mis palabras permanecen en ustedes, lo que quieran pedir se les concederá.  Mi Padre es glorificado cuando ustedes dan mucho fruto y muestran así que son mis discípulos.

Ningún árbol bueno da fruto malo; tampoco da buen fruto el árbol  malo.  A cada árbol se le reconoce por su propio fruto. No se recogen higos de los espinos ni se cosechan uvas de las zarzas.  El que es bueno, de la bondad que atesora en el corazón produce el bien; pero el que es malo, de su maldad produce el mal, porque de lo que abunda en el corazón habla la boca.  ¿Por qué me llaman ustedes Señor, Señor, y no hacen lo que les digo? Voy a decirles a quién se parece todo el que viene a mí, y oye mis palabras y las pone en práctica: Se parece a un hombre que, al construir una casa, cavó bien hondo y puso el cimiento sobre la roca. De manera que cuando vino una inundación, el torrente azotó aquella casa, pero no pudo ni siquiera hacerla tambalear porque estaba bien construida.  Pero el que oye mis palabras y no las pone en práctica se parece a un hombre que construyó una casa sobre tierra y sin cimientos. Tan pronto como la azotó el torrente, la casa se derrumbó, y el desastre fue terrible.

Hablen y pórtense como quienes han de ser juzgados por la ley que  nos da libertad,  porque habrá un juicio sin compasión para el que actúe sin compasión. ¡La compasión triunfa en el juicio!

DECLARACIÓN DE FE DE ACUERDO A LA PALABRA DE DIOS.

Soy  pronto para oír, tardo para hablar, tardo para enojarme.  La ira me quita la vida justa que he recibido en el Señor Jesús.  Por lo tanto, me libero de toda inmoralidad, y echo fuera de mi vida la maldad que tan frecuente se encuentra en la sociedad de hoy.  Con sencillez de corazón recibo La Palabra de Dios.  No soy sólo un oyente de La Palabra de Dios, sino también un hacedor.  Escucho con atención, para procurar entender, y así poder hacer exactamente lo que la Palabra me guía que haga. No soy como el hombre que oyendo la Palabra no actúa o que viendo la cara en un espejo luego se olvida quién es. Por el contrario, escucho La Palabra, lo cual hace una imagen dentro de mí de quién soy y qué tengo en Jesucristo, no sólo para saber, sino también para vivir. Miro atentamente en la perfecta ley de libertad (en Señor Jesús) y soy fiel a lo que he aprendido.  La Palabra se ha convertido en mi vida, vivo de acuerdo a ella obedeciendo y haciendo, y no me olvido quién soy y lo que tengo en Jesucristo, soy  bendecido en todo lo que hago, porque todo lo que hago es de acuerdo a Su Voluntad.

Si no has recibido a  Jesús tú Señor simplemente has la siguiente oración creyendo en tu corazón y Cristo será su Salvador:
Padre Celestial, vengo a ti en el nombre de Jesús. Tu Palabra dice: «Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo» y «que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo» (Hechos 2:21; Romanos 10:9). Dijiste que sería salvo cuando el Espíritu Santo venga a morar en mí y me haga nacer de nuevo (Juan 3:5-6, 15-16; Romanos 8:9-11), y que si te lo pido, seré lleno del Espíritu y podré hablar en otras lenguas (Lucas 11:13; Hechos 2:4).
Confío en tu Palabra. Confieso que Jesús es el Señor y creo en mi corazón que lo resucitaste de entre los muertos. Gracias por entrar a mi corazón, por 0darme tu Santo Espíritu como lo prometiste y por ser el Señor de mi vida. Amén.

Si tus has hecho esta oración escríbeme a la siguiente dirección: sejibarra@yahoo.es

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