martes, 20 de marzo de 2012

El Señor Jesús es mi refugio.


Salmo 32:7-11; 1 Corintios 1:30; 2:6-16; 1 Juan 1:3; Juan 16:13; Proverbios 16:20;26:3

Tú eres un refugio para la aflicción que me rodea, mi alegría, para liberarme de aquellos que me han rodeado. [Selah] Yo te instruiré y te enseñaré el camino que debes de andar; Yo te daré consejo; mis ojos estarán observándote.  No seas como un caballo o un mulo que no tiene entendimiento, que tiene que ser sujetado con bocado y freno, de otra forma, no viene a ti.   Muchos son los tormentos del pecador, pero la misericordia rodea a los que confían en YAHWEH.  ¡Conténtate en YAHWEH; regocíjate, justo! ¡Gloríense, todos ustedes, rectos de corazón!

Pero por él estáis vosotros en Cristo Jesús,  el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría,  justificación,  santificación y redención.

Sin embargo,  hablamos sabiduría entre los que han alcanzado madurez en la fe;  no la sabiduría de este mundo ni de los poderosos de este mundo, que perecen. Pero hablamos sabiduría de Dios en misterio,  la sabiduría oculta que Dios predestinó antes de los siglos para nuestra gloria,  la cual ninguno de los poderosos de este mundo conoció,  porque si la hubieran conocido,  nunca habrían crucificado al Señor de la gloria.  Antes bien,  como está escrito: Cosas que ojo no vio ni oído oyó ni han subido al corazón del hombre, son las que Dios ha preparado para los que lo aman.  Pero Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu,  porque el Espíritu todo lo escudriña,  aun lo profundo de Dios,  porque  ¿quién de entre los hombres conoce las cosas del hombre,  sino el espíritu del hombre que está en él?  Del mismo modo,  nadie conoció las cosas de Dios,  sino el Espíritu de Dios.  Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo,  sino el Espíritu que proviene de Dios,  para que sepamos lo que Dios nos ha concedido.  De estas cosas hablamos,  no con palabras enseñadas por la sabiduría humana,  sino con las que enseña el Espíritu,  acomodando lo espiritual a lo espiritual. Pero el hombre natural  no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios,  porque para él son locura;  y no las puede entender,  porque se han de discernir espiritualmente.  En cambio,  el espiritual  juzga todas las cosas,  sin que él sea juzgado por nadie.   ¿Quién conoció la mente del Señor?  ¿Quién lo instruirá?  Pues bien,  nosotros tenemos la mente de Cristo.

Lo que hemos visto y oído,  eso os anunciamos,  para que también vosotros tengáis comunión con nosotros;  y nuestra comunión verdaderamente es con el Padre y con su Hijo Jesucristo.

Pero cuando venga el Espíritu de verdad,  él os guiará a toda la verdad,  porque no hablará por su propia cuenta,  sino que hablará todo lo que oiga y os hará saber las cosas que habrán de venir.

El entendido en la palabra hallará el bien;  el que confía en Jehová es bienaventurado.

El látigo para el caballo, el cabestro para el asno y la vara para la espalda del necio.


DECLARACIÓN DE FE DE ACUERDO A LA PALABRA DE DIOS.

El Señor Jesús mi Dios es mi escondite donde me refugio de todos los ataque del enemigo. Él me guarda con un cerco de protección. Él me preserva de los problemas y me rodea con el canto de liberación y gozo. El Señor Jesús es el Dios de todo el universo, mi propio Padre celestial, Su hijo me aconseja y cuida de mí con una mirada implacable a través de Su Espíritu que mora en mí. Me enseña sus caminos, y en Su instrucción perfecta que me dan un conocimiento específico de lo que tengo que hacer en esta vida. No soy como un caballo o una mulo que debe ser conducido por la brida y de poco.  Tengo un profundo conocimiento de la voluntad de Dios en mi vida (Él se revela a través de Su Espíritu Santo). Su gran amor y misericordia nunca me desampara cuando lo busco con un corazón humillado, El me redime,  justifica y siempre esta conmigo y me ha dado de Su confianza en todo lo que hago.

Si no has recibido a  Jesús tú Señor simplemente has la siguiente oración creyendo en tu corazón y Cristo será su Salvador:
Padre Celestial, vengo a ti en el nombre de Jesús. Tu Palabra dice: «Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo» y «que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo» (Hechos 2:21; Romanos 10:9). Dijiste que sería salvo cuando el Espíritu Santo venga a morar en mí y me haga nacer de nuevo (Juan 3:5-6, 15-16; Romanos 8:9-11), y que si te lo pido, seré lleno del Espíritu y podré hablar en otras lenguas (Lucas 11:13; Hechos 2:4).
Confío en tu Palabra. Confieso que Jesús es el Señor y creo en mi corazón que lo resucitaste de entre los muertos. Gracias por entrar a mi corazón, por darme tu Santo Espíritu como lo prometiste y por ser el Señor de mi vida. Amén.

Si tus has hecho esta oración escríbeme o esta Palabra te bendice favor de hacérmelo saber.

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