jueves, 29 de marzo de 2012

En el Señor Jesús, soy valiente.


Joel 3: 9-10; 1 Corintios 15:57; Efesios 6:10-18; 2 Timoteo 1:6-7; Filipenses 3:12-14
 
Proclamen esto entre las naciones: ¡Prepárense para la batalla!   ¡Movilicen a los soldados!  ¡Alístense para el combate todos los hombres de guerra!  Forjen espadas con los azadones  y hagan lanzas con las hoces.  Que diga el cobarde: "¡Soy un valiente!"
¡Pero gracias a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo!

Por último, fortalézcanse con el gran poder del Señor.  Pónganse toda la armadura de Dios para que puedan hacer frente a las artimañas del diablo. Porque nuestra lucha no es contra seres humanos, sino contra poderes, contra autoridades, contra potestades que dominan este mundo de tinieblas, contra fuerzas espirituales malignas en las regiones celestiales. Por lo tanto, pónganse toda la armadura de Dios, para que cuando llegue el día malo puedan resistir hasta el fin con firmeza. Manténganse firmes, ceñidos con el cinturón de la verdad, protegidos por la coraza de justicia, y calzados con la disposición de proclamar el evangelio de la paz. Además de todo esto, tomen el escudo de la fe, con el cual pueden apagar todas las flechas encendidas del maligno. Tomen el casco de la salvación y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios. Oren en el Espíritu en todo momento, con peticiones y ruegos. Manténganse alerta y perseveren en oración por todos los santos. Oren también por mí para que, cuando hable, Dios me dé las palabras para dar a conocer con valor el misterio del evangelio

Por eso te recomiendo que avives la llama del don de Dios que recibiste cuando te impuse las manos. Pues Dios no nos ha dado un espíritu de timidez, sino de poder, de amor y de dominio propio.

No es que ya lo haya conseguido todo, o que ya sea perfecto. Sin embargo, sigo adelante esperando alcanzar aquello para lo cual Cristo Jesús me alcanzó a mí. Hermanos, no pienso que yo mismo lo haya logrado ya. Más bien, una cosa hago: olvidando lo que queda atrás y esforzándome por alcanzar lo que está delante, sigo avanzando hacia la meta para ganar el premio que Dios ofrece mediante su llamamiento celestial en Cristo Jesús.

  DECLARACIÓN DE FE DE ACUERDO A LA PALABRA DE DIOS.

A pesar que mi victoria ha sido sellada y la lucha por mi libertad se ha acabado, todavía existe una guerra espiritual y he determinado ganarla. Me preparo para la batalla diaria, me mantengo en un estado de vigilancia permanente. Cuando el enemigo levanta su fea cabeza, yo lo ataco sin piedad con La Palabra de Dios que es mi espada de doble filo. La declaro con fe ante cualquier circunstancia. No voy a permitir que las debilidades, errores, o locura de mi pasado me detengan. Me paro firme y creo que soy lo que Dios dice que soy: ¡Soy fuerte en el Señor Jesús y en el poder de Su fuerza!  ¡El enemigo está derrotado, mi Señor Jesús ya lo venció!


Si no has recibido a  Jesús tú Señor simplemente has la siguiente oración creyendo en tu corazón y Cristo será su Salvador:
Padre Celestial, vengo a ti en el nombre de Jesús. Tu Palabra dice: «Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo» y «que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo» (Hechos 2:21; Romanos 10:9). Dijiste que sería salvo cuando el Espíritu Santo venga a morar en mí y me haga nacer de nuevo (Juan 3:5-6, 15-16; Romanos 8:9-11), y que si te lo pido, seré lleno del Espíritu y podré hablar en otras lenguas (Lucas 11:13; Hechos 2:4).
Confío en tu Palabra. Confieso que Jesús es el Señor y creo en mi corazón que lo resucitaste de entre los muertos. Gracias por entrar a mi corazón, por darme tu Santo Espíritu como lo prometiste y por ser el Señor de mi vida. Amén.

Si tus has hecho esta oración escríbeme o esta Palabra te bendice favor de hacérmelo saber.

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