1 Corintios 2:12-16; 1 Juan 2:20; 5:20; Romanos 8:32; 2 Pedro 1:3; 1 Corintios 1:17, 30; 2:6-7; Daniel 2:22-23; Juan 15:5; 16:13; Mateo 16:23
Nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino
el Espíritu que viene de Dios, para poder entender lo que Dios nos ha dado. Cuando
hablamos de eso, no usamos las palabras que nos enseñan los humanos, sino las
que nos enseña el Espíritu. Usamos palabras espirituales para explicar lo
espiritual. El que no es espiritual no acepta lo que viene del Espíritu de Dios
porque le parece una tontería. No puede entenderlo porque eso tiene que
juzgarse espiritualmente. En cambio, el que es espiritual puede juzgarlo todo,
pero a él nadie lo puede juzgar. Pues así dice la Escritura: ¿Quién conoce la
mente del Señor? ¿Quién puede darle consejo? Pero nosotros tenemos la mente de
Cristo.
Cristo, el Santo, les dio a todos ustedes el don del Espíritu. Así que
todos conocen la verdad.
También sabemos que el Hijo de Dios vino y nos dio el entendimiento para
conocer a Dios, al único Dios verdadero. Nosotros lo conocemos, pues estamos en
su Hijo Jesucristo. El Padre es el verdadero Dios y la vida eterna.
Dios llegó incluso a permitir que su propio Hijo muriera por nosotros.
Con toda seguridad nos dará junto con su Hijo todo lo que tiene.
Con su poder divino, Jesús nos da todo lo que necesitamos para dedicar
nuestra vida a Dios. Todo lo tenemos porque lo conocemos a él, quien nos llamó
por su gloria y su poder.
Cristo no me ha enviado a bautizar, sino a anunciar las buenas noticias,
y no con palabras de sabiduría, para que la cruz de Cristo no pierda su poder.
Por medio de él, ustedes pertenecen a Jesucristo, quien se ha convertido
en la sabiduría de Dios para nosotros. Por medio de Cristo, Dios nos aprueba,
nos libra del pecado y nos santifica.
Ahora bien, es cierto que enseñamos sabiduría entre los que son maduros.
Pero la sabiduría que compartimos no viene de este mundo ni de los que lo
gobiernan, quienes están perdiendo todo su poder. Lo que enseñamos es la
sabiduría secreta de Dios que ha estado oculta desde el comienzo del mundo. El
propósito de Dios es usar esta sabiduría para nuestra gloria.
¡Él revela los secretos más profundos; conoce todo lo que hay en la
oscuridad porque la luz vive junto a él! Dios de mis antepasados te doy gracias
y te alabo porque tú me has dado sabiduría y poder; me revelaste lo que te
pedía. ¡Me diste a conocer el sueño del rey!
Yo soy la vid, ustedes las ramas. El que se quede en mí producirá mucho
fruto, pues ustedes no pueden hacer nada sin mí.
Cuando venga el Espíritu de la verdad, los guiará a toda la verdad. El
Espíritu no hablará por su propia cuenta, sino que dirá sólo lo que oiga. Les
anunciará lo que va a suceder después.
Jesús se volvió y le dijo: ¡Largo de aquí, Satanás! ¡Me estás
estorbando! A ti no te preocupan las cosas de Dios. Sólo te preocupan los
asuntos que le interesan a la gente.
DECLARACIÓN DE FE DE ACUERDO A
LA PALABRA DE DIOS.
No
he recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu de Dios, para que
pueda comprender completamente lo que el
Señor Jesús mi Dios me ha dado. Estas son las cosas que me enseñan y aprendo,
no con instrucciones o palabrerías de conocimiento humano, pero en las palabras
que vienen de Dios y me las enseña el
Espíritu Santo que mora en mí y constantemente esta recibiendo revelación del
mismo Dios. Estas revelaciones vienen a mí en mi espíritu. El Espíritu Santo me
enseña expresando verdades espirituales a través de lo espiritual. Entiendo
perfectamente que lo que viene de Dios para recibirlo y lo que no viene de Dios para desecharlo, es el Espíritu
Santo el que me guía a discernirlo. Como hombre espiritual, puede tomar
decisiones acertadas sobre todas las cosas (tanto natural como espiritual).
Está escrito: Porque ¿quién conoció la mente del Señor, que le instruirá? Sin embargo, tengo la mente de Cristo Jesús!
Si no has
recibido a Jesús tú Señor simplemente
has la siguiente oración creyendo en tu corazón y Cristo será su Salvador:
Padre
Celestial, vengo a ti en el nombre de Jesús. Tu Palabra dice: «Y todo aquel que
invocare el nombre del Señor, será salvo» y «que si confesares con tu boca que
Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos,
serás salvo» (Hechos 2:21; Romanos 10:9). Dijiste que sería salvo cuando el
Espíritu Santo venga a morar en mí y me haga nacer de nuevo (Juan 3:5-6, 15-16;
Romanos 8:9-11), y que si te lo pido, seré lleno del Espíritu y podré hablar en
otras lenguas (Lucas 11:13; Hechos 2:4).
Confío en tu
Palabra. Confieso que Jesús es el Señor y creo en mi corazón que lo resucitaste
de entre los muertos. Gracias por entrar a mi corazón, por darme tu Santo
Espíritu como lo prometiste y por ser el Señor de mi vida. Amén.
Si tus has hecho esta oración escríbeme o esta Palabra
te bendice favor de hacérmelo saber.
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