miércoles, 6 de febrero de 2013

El Señor Jesús esta de mi de mi lado no hay nada que temer.


Números 14:8-9; Salmo 18:19; 23; 1 Samuel 17:1-51; Josué 15:13-15; Romanos 8:31; Marcos 9:23

Si el Señor se agrada de nosotros, nos [llevara y nos] hará entrar en ella. ¡Nos va a dar [nos la entregará,] una tierra donde abundan la leche y la miel!  Así que no se rebelen contra el Señor ni tengan miedo de la gente que habita en esa tierra. ¡Ya son pan comido [ya  los entrego derrotados el Señor]! No tienen quién los proteja, porque el Señor está de parte nuestra. Así que, ¡no les tengan miedo!

Me sacó a un amplio espacio; me libró porque se agradó de mí.

El Señor es mi pastor, nada me falta; en verdes pastos me hace descansar. Junto a tranquilas aguas me conduce;  me infunde nuevas fuerzas. Por amor a su nombre. Aun si voy por valles tenebrosos, no temo peligro alguno porque tú estás a mi lado; tu vara de pastor me reconforta.  Dispones ante mí un banquete en presencia de mis enemigos. Has ungido con perfume mi cabeza; has llenado mi copa a rebosar.  La bondad y el amor me seguirán todos los días de mi vida; y en la casa del Señor habitaré para siempre.

Los filisteos reunieron sus ejércitos para la guerra, concentrando sus  fuerzas en Soco, pueblo de Judá. Acamparon en Efesdamín, situado entre Soco y Azeca.
1Sa 17:2  Por su parte, Saúl y los israelitas se reunieron también y, acampando en el valle de Elá, ordenaron sus filas para la batalla contra los filisteos.  Con el valle de por medio, los filisteos y los israelitas tomaron posiciones en montes opuestos.  Un famoso guerrero, oriundo de Gat, salió del campamento filisteo. Su nombre era Goliat, y tenía una estatura de casi tres metros.  Llevaba en la cabeza un casco de bronce, y su coraza, que pesaba cincuenta y cinco kilos, también era de bronce,  como lo eran las polainas que le protegían las piernas y la jabalina que llevaba al hombro.  El asta de su lanza se parecía al rodillo de un telar, y tenía una punta de hierro que pesaba casi siete kilos. Delante de él marchaba un escudero.  Goliat se detuvo ante los soldados israelitas, y los desafió: "¿Para qué están ordenando sus filas para la batalla? ¿No soy yo un filisteo? ¿Y no están ustedes al servicio de Saúl? ¿Por qué no escogen a alguien que se me enfrente?   Si es capaz de hacerme frente y matarme, nosotros les serviremos a ustedes; pero si yo lo venzo y lo mato, ustedes serán nuestros esclavos y nos servirán."  Dijo además el filisteo: "¡Yo desafío hoy al ejército de Israel! ¡Elijan a un hombre que pelee conmigo!"  Al oír lo que decía el filisteo, Saúl y todos los israelitas se consternaron y tuvieron mucho miedo.  David era hijo de Isaí, un efrateo que vivía en Belén de Judá. En tiempos de Saúl, Isaí era ya de edad muy avanzada, y tenía ocho hijos.  Sus tres hijos mayores habían marchado a la guerra con Saúl. El primogénito se llamaba Eliab; el segundo, Abinadab; el tercero, Sama.  Estos tres habían seguido a Saúl por ser los mayores. David, que era el menor,   solía ir adonde estaba Saúl, pero regresaba a Belén para cuidar las ovejas de su padre.  El filisteo salía mañana y tarde a desafiar a los israelitas, y así lo estuvo haciendo durante cuarenta días.   Un día, Isaí le dijo a su hijo David: "Toma esta bolsa  de trigo tostado y estos diez panes, y vete pronto al campamento para dárselos a tus hermanos.  Lleva también estos tres quesos para el jefe del batallón. Averigua cómo les va a tus hermanos, y tráeme una prueba de que ellos están bien.  Los encontrarás en el valle de Elá, con Saúl y todos los soldados israelitas, peleando contra los filisteos."  David cumplió con las instrucciones de Isaí. Se levantó muy de mañana y, después de encargarle el rebaño a un pastor, tomó las provisiones y se puso en camino. Llegó al campamento en el momento en que los soldados, lanzando gritos de guerra, salían a tomar sus posiciones.  Los israelitas y los filisteos se alinearon frente a frente.  David, por su parte, dejó su carga al cuidado del encargado de las provisiones, y corrió a las filas para saludar a sus hermanos.  Mientras conversaban, Goliat, el gran guerrero filisteo de Gat, salió de entre las filas para repetir su desafío, y David lo oyó.  Cuando los israelitas vieron a Goliat, huyeron despavoridos.  Algunos decían: "¿Ven a ese hombre que sale a desafiar a Israel? A quien lo venza y lo mate, el rey lo colmará de riquezas. Además, le dará su hija como esposa, y su familia quedará exenta de impuestos aquí en Israel."  David preguntó a los que estaban con él: ¿Qué dicen que le darán a quien mate a ese filisteo y salve así el honor de Israel? ¿Quién se cree este filisteo pagano, que se atreve a desafiar al ejército del Dios viviente?   Al que lo mate repitieron se le dará la recompensa anunciada.   Eliab, el hermano mayor de David, lo oyó hablar con los hombres y se puso furioso con él. Le reclamó: ¿Qué has venido a hacer aquí? ¿Con quién has dejado esas pocas ovejas en el desierto? Yo te conozco. Eres un atrevido y mal intencionado. ¡Seguro que has venido para ver la batalla!   ¿Y ahora qué hice? protestó David. ¡Si apenas he abierto la boca!  Apartándose de su hermano, les preguntó a otros, quienes le dijeron lo mismo.   Algunos que oyeron lo que había dicho David, se lo contaron a Saúl, y éste mandó a llamarlo.  Entonces David le dijo a Saúl: ¡Nadie tiene por qué desanimarse a causa de este filisteo! Yo mismo iré a pelear contra él.   ¡Cómo vas a pelear tú solo contra este filisteo! replicó Saúl. No eres más que un muchacho, mientras que él ha sido un guerrero toda la vida.  David le respondió: A mí me toca cuidar el rebaño de mi padre. Cuando un león o un oso viene y se lleva una oveja del rebaño,  yo lo persigo y lo golpeo hasta que suelta la presa. Y si el animal me ataca, lo sigo golpeando hasta matarlo.   Si este siervo de Su Majestad ha matado leones y osos, lo mismo puede hacer con ese filisteo pagano, porque está desafiando al ejército del Dios viviente.   El Señor, que me libró de las garras del león y del oso, también me librará del poder de ese filisteo. Anda, pues dijo Saúl, y que el Señor te acompañe.  Luego Saúl vistió a David con su uniforme de campaña. Le entregó también un casco de bronce y le puso una coraza.  David se ciñó la espada sobre la armadura e intentó caminar, pero no pudo porque no estaba acostumbrado. No puedo andar con todo esto le dijo a Saúl; no estoy entrenado para ello. De modo que se quitó todo aquello,  tomó su bastón, fue al río a escoger cinco piedras lisas, y las metió en su bolsa de pastor. Luego, honda en mano, se acercó al filisteo.  Éste, por su parte, también avanzaba hacia David detrás de su escudero.  Le echó una mirada a David y, al darse cuenta de que era apenas un muchacho, trigueño y buen mozo, con desprecio    le dijo: ¿Soy acaso un perro para que vengas a atacarme con palos? Y maldiciendo a David en nombre de sus dioses, añadió: ¡Ven acá, que les voy a echar tu carne a las aves del cielo y a las fieras del campo!    David le contestó: Tú vienes contra mí con espada, lanza y jabalina, pero yo vengo a ti en el nombre del Señor Todopoderoso, el Dios de los ejércitos de Israel, a los que has desafiado.  Hoy mismo el Señor te entregará en mis manos; y yo te mataré y te cortaré la cabeza. Hoy mismo echaré los cadáveres del ejército filisteo a las aves del cielo y a las fieras del campo, y todo el mundo sabrá que hay un Dios en Israel.  
Todos los que están aquí reconocerán que el Señor salva sin necesidad de espada ni de lanza. La batalla es del Señor, y él los entregará a ustedes en nuestras manos.  En cuanto el filisteo avanzó para acercarse a David y enfrentarse con él, también éste corrió rápidamente hacia la línea de batalla para hacerle frente.   Metiendo la mano en su bolsa sacó una piedra, y con la honda se la lanzó al filisteo, hiriéndolo en la frente. Con la piedra incrustada entre ceja y ceja, el filisteo cayó de bruces al suelo. Así fue como David triunfó sobre el filisteo: lo hirió de muerte con una honda y una piedra, y sin empuñar la espada.  Luego corrió a donde estaba el filisteo, le quitó la espada y, desenvainándola, lo remató con ella y le cortó la cabeza. Cuando los filisteos vieron que su héroe había muerto, salieron corriendo.

De acuerdo con lo ordenado por el Señor, Josué le dio a Caleb hijo de Jefone una porción del territorio asignado a Judá. Esa porción es Quiriat Arbá, es decir, Hebrón (Arbá fue un ancestro de los *anaquitas).  Caleb expulsó de Hebrón a tres descendientes de Anac: Sesay, Ajimán y Talmay. De allí subió para atacar a los habitantes de Debir, ciudad que antes se llamaba Quiriat Séfer.

¿Qué diremos frente a esto? Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra?

¿Cómo que si puedo? Para el que cree, todo es posible.

 

DECLARACIÓN DE FE DE ACUERDO A LA PALABRA DE DIOS.

Mi Padre Celestial se agrada de mí.  Él me ha introducido a una tierra fértil y espaciosa y me ha permitido que la tome como si fuera mía. No me rebelaré contra Sus deseos, ni temeré a los que ahora son sus habitantes. Son como pan para mí.  Estos habitantes no tienen ninguna defensa que puede estar en contra del Señor Jesús. Él ha eliminado toda la protección de ellos y me ha dado el derecho de tomar la tierra. Por lo tanto, la tomaré.  El Señor está conmigo y soy muy capaz. ¡No tengo miedo a los gigantes en la tierra!

Si no has recibido a  Jesús tú Señor simplemente has la siguiente oración creyendo en tu corazón y Cristo será su Salvador:
Padre Celestial, vengo a ti en el nombre de Jesús. Tu Palabra dice: «Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo» y «que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo» (Hechos 2:21; Romanos 10:9). Dijiste que sería salvo cuando el Espíritu Santo venga a morar en mí y me haga nacer de nuevo (Juan 3:5-6, 15-16; Romanos 8:9-11), y que si te lo pido, seré lleno del Espíritu y podré hablar en otras lenguas (Lucas 11:13; Hechos 2:4).
Confío en tu Palabra. Confieso que Jesús es el Señor y creo en mi corazón que lo resucitaste de entre los muertos. Gracias por entrar a mi corazón, por 0darme tu Santo Espíritu como lo prometiste y por ser el Señor de mi vida. Amén.

Si tus has hecho esta oración escríbeme a la siguiente dirección: enriqueibarra.@integra.com.sv

Puedes ver otros blogs
·         La lectura de la Palabra de Dios en diferentes versiones.
·         La enseñanza de la semana