viernes, 6 de abril de 2012

La buena nueva del Señor Jesús.


Colosenses 1:5-23; Juan 15:5; Mateo 13:11, 15-16; Romanos 10:6-17

Esa fe viene de la esperanza de recibir lo que Dios les tiene guardado en el cielo. Ustedes conocieron esa esperanza a través del mensaje verdadero, o sea, las buenas noticias que llegaron hasta ustedes. Ese mensaje se está anunciando por todo el mundo y está dando buenos resultados en todas partes. Lo mismo está sucediendo entre ustedes. El mensaje está creciendo entre todos desde el primer día en que oyeron las buenas noticias de Dios y entendieron la verdad sobre el generoso amor que él tiene. Epafras, nuestro buen amigo y colaborador, les enseñó las buenas noticias; en él tienen ustedes un fiel servidor de Cristo. Él nos contó del amor que ustedes tienen gracias al Espíritu Santo. Por lo tanto, desde que supimos todo eso no hemos dejado de orar por ustedes. Pedimos a Dios que los llene de conocimiento para entender su voluntad, y que les dé toda clase de sabiduría y entendimiento espiritual. Así, vivirán para dar honor al Señor y agradarle en todo. Como resultado podrán hacer toda clase de buenas obras y conocerán mejor a Dios. Además, el poder glorioso de Dios los fortalecerá para que puedan resistir todo con paciencia. Darán gracias al Padre llenos de alegría, porque él les ha dado el privilegio de compartir la herencia que tiene preparada para todo el que obedece la voluntad de Dios y vive en la luz.  Dios nos rescató del poder de la oscuridad y nos hizo entrar al reino de su Hijo amado, quien pagó el precio de nuestra libertad y así tenemos el perdón de nuestros pecados. Nadie puede ver a Dios, pero Jesús es Dios en forma visible y supremo Señor de toda la creación. Con su poder creó todo lo que hay en el cielo y en la tierra, todo lo que se ve y lo que no se ve, ya sean ellos seres espirituales, poderes, autoridades o gobernantes. Todo ha sido creado por él y para él. Cristo existió antes que todas las cosas, y todo el universo sigue su curso gracias a él.  Cristo es la cabeza de la iglesia, que es su cuerpo. Él dio comienzo a todo y fue el primero en resucitar de la muerte. Entonces él es el más importante en todo sentido.  A Dios le agradó que todo lo que él es habitara plenamente en Cristo. Y con gusto decidió reconciliar consigo todas las cosas, tanto las que están en el cielo, como las que están en la tierra. Dios hizo las paces con nosotros a través de la sangre que Cristo derramó en la cruz. Antes, ustedes estaban alejados de Dios y su manera de pensar los hacía enemigos de Dios porque practicaban la maldad. Pero ahora Cristo, por medio de su muerte física, los ha convertido en amigos de Dios. Cristo murió para presentarlos santos ante Dios, es decir, sin ninguna mancha ni maldad que pueda ser juzgada por Dios. Cristo hará esto si siguen creyendo en las buenas noticias que escucharon. Tengan una buena base y manténganse firmes en su fe. No se alejen de la esperanza que les dan las buenas noticias, que se han contado en todas partes del mundo y que yo como siervo ayudo a anunciar.

Yo soy la vid, ustedes las ramas. El que se quede en mí producirá mucho fruto, pues ustedes no pueden hacer nada sin mí.

Él les respondió: -Ustedes tienen el privilegio de entender la verdad que todavía no se ha dado a conocer sobre el reino de Dios, pero ellos no.

Han cerrado su mente, se taparon los oídos y cerraron los ojos. Si no fuera así, entenderían lo que ven y lo que oyen. Se volverían a mí y yo los sanaría. Pero ustedes son afortunados porque pueden ver y entender.

Pero esto es lo que dice de la aprobación por Dios a través de la fe: No digas: ¿Quién subirá al cielo? (Es decir: para traer a Cristo a la tierra.) Tampoco preguntes: ¿Quién bajará al mundo de los muertos? (Es decir: ¿Quién va a traer a Cristo y a resucitarlo de entre los muertos?). Las Escrituras también dicen: El mensaje de Dios está muy cerca de ti. Está tan cerca como lo están tu boca y tu corazón. Es el mismo mensaje de fe que nosotros anunciamos. Serás salvo si reconoces abiertamente que Jesús es el Señor y si crees de todo corazón que Dios lo levantó de la muerte. Pues Dios te aprobará si crees de todo corazón y te salvará si con tu boca lo anuncias a otros.  La Escritura dice: Todo el que confía en esa piedra (Cristo) no será defraudado. La Escritura dice todo porque a Dios no le importa si uno es judío o no. Es el mismo Señor que es Señor de todos. Es generoso con todos los que le piden ayuda. Porque Todos los que confían en el Señor serán salvos.   Pero, ¿cómo van a confiar en el Señor si no han oído hablar de él? ¿Y cómo van a oír de él si no hay quien les diga el mensaje?  ¿Y cómo van a decir el mensaje si no hay quien los envíe? Así dicen las Escrituras: ¡Son tan hermosos los pies de los que anuncian las buenas noticias! No obstante, no todos ellos hicieron caso de las buenas noticias. Por eso Isaías pregunta: Señor, ¿quién ha creído nuestro mensaje? Así que, la fe es el resultado de oír el mensaje pues para que alguien pueda oír el mensaje tiene que haber otro que le hable de Cristo.


DECLARACIÓN DE FE DE ACUERDO A LA PALABRA DE DIOS.

El Evangelio del Señor Jesús: ha sido, es, y seguirá siendo la Verdad de salvación para mi vida y para todas  las generaciones del pasado, presente, y futuro.  El  Señor Jesús pago el precio en aquella cruz derramando Su preciosa sangre para redimirnos de todo lo que nos alejaba de Dios y Padre. Y hoy en el Señor Jesús somos libres de toda maldición que el pecado trae. Le doy toda la gloria a el Señor Jesús, porque El es digno de toda mi alabanza.  Mi alabanza es hablar de Su Verdad en todo tiempo.


Si no has recibido a  Jesús tú Señor simplemente has la siguiente oración creyendo en tu corazón y Cristo será su Salvador:
Padre Celestial, vengo a ti en el nombre de Jesús. Tu Palabra dice: «Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo» y «que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo» (Hechos 2:21; Romanos 10:9). Dijiste que sería salvo cuando el Espíritu Santo venga a morar en mí y me haga nacer de nuevo (Juan 3:5-6, 15-16; Romanos 8:9-11), y que si te lo pido, seré lleno del Espíritu y podré hablar en otras lenguas (Lucas 11:13; Hechos 2:4).
Confío en tu Palabra. Confieso que Jesús es el Señor y creo en mi corazón que lo resucitaste de entre los muertos. Gracias por entrar a mi corazón, por darme tu Santo Espíritu como lo prometiste y por ser el Señor de mi vida. Amén.

Si tus has hecho esta oración escríbeme o esta Palabra te bendice favor de hacérmelo saber.

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