lunes, 26 de marzo de 2012

En el Señor Jesús soy luz para mí alrededor.


Lucas 11:33-36; 1 Juan 1:5-9; Filipenses 4:8; Mateo 5:28; 6:22-23; Proverbios 6:25; Romanos 1:16

 

Nadie enciende una lámpara para esconderla o para ponerla debajo de un cesto. Por el contrario, la pone encima de una mesa para que los que entren tengan luz. La lámpara del cuerpo son los ojos. Si los ojos están bien, todo el cuerpo está lleno de luz. Pero si los ojos no están bien, todo el cuerpo está en la oscuridad. Por lo tanto, cuídate de que la luz que está en ti no sea oscuridad. Si tu cuerpo está lleno de luz y no hay oscuridad en él, será iluminado completamente. Será como una lámpara que te alumbra con su luz.

Este es el mensaje que hemos escuchado de Jesucristo y se lo estamos comunicando a ustedes: Dios es luz y no hay oscuridad en él. Si decimos que estamos bien con Dios pero seguimos viviendo en el pecado, estamos mintiendo pues no seguimos la verdad.  Dios vive en la luz y nosotros también debemos vivir en la luz. Si continuamos viviendo en la luz, estamos todos unidos con Dios. Mientras vivimos en la luz, la sangre de Jesucristo, el Hijo de Dios, continúa limpiándonos de toda maldad. Si decimos que no pecamos, nos engañamos a nosotros mismos y la verdad no está en nosotros; pero si admitimos nuestros pecados, Dios nos perdonará. Él es fiel y justo para limpiarnos de toda maldad.

En fin, hermanos, piensen en todo lo que es verdadero, noble, correcto, puro, hermoso y admirable. También piensen en lo que tiene alguna virtud, en lo que es digno de reconocimiento. Mantengan su mente ocupada en eso.

Pero ahora yo te digo que si alguno mira a una mujer con el deseo de tener relaciones sexuales con ella, en su mente ya ha cometido pecado con ella.

El ojo es la luz del cuerpo. Si tus ojos ven bien, todo tu cuerpo estará lleno de luz. Pero si tus ojos ven mal, entonces todo tu cuerpo estará lleno de oscuridad. Si la única luz que tienes es la oscuridad, ¡qué horrible oscuridad tendrás!

No dejes que su belleza haga que tu corazón arda en deseos por ella; no te dejes cautivar por sus miradas.

No vacilo en anunciar las buenas noticias porque son el poder que Dios usa para salvar a todos los que creen. Se anunciaron primero a los judíos, pero también son para los que no son judíos.


 DECLARACIÓN DE FE DE ACUERDO A LA PALABRA DE DIOS.

Tengo cuidado de lo que permito entrar en mi vida. Entiendo completamente que la luz no tiene comunión con las tinieblas. Es mi decisión de vivir como el Señor Jesús y en El soy hijo de luz. Mis ojos son la luz que ilumina todo mi cuerpo y cuido que sean sanos. Los ojos de mi espíritu permanecen limpios viendo con claridad lo que está puesto delante de mí, discerniendo la verdad, el bien, el mal, y la falsedad. Estas cosas evidencian que soy hijo del Dios vivo y no me avergüenzo de la vida que he elegido vivir. Mi vida es un testimonio para todos los que tienen hambre por el Evangelio y estoy siempre dispuesto a llevar a otros a los brazos de mi Padre celestial.

Si no has recibido a  Jesús tú Señor simplemente has la siguiente oración creyendo en tu corazón y Cristo será su Salvador:
Padre Celestial, vengo a ti en el nombre de Jesús. Tu Palabra dice: «Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo» y «que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo» (Hechos 2:21; Romanos 10:9). Dijiste que sería salvo cuando el Espíritu Santo venga a morar en mí y me haga nacer de nuevo (Juan 3:5-6, 15-16; Romanos 8:9-11), y que si te lo pido, seré lleno del Espíritu y podré hablar en otras lenguas (Lucas 11:13; Hechos 2:4).
Confío en tu Palabra. Confieso que Jesús es el Señor y creo en mi corazón que lo resucitaste de entre los muertos. Gracias por entrar a mi corazón, por darme tu Santo Espíritu como lo prometiste y por ser el Señor de mi vida. Amén.

Si tus has hecho esta oración escríbeme o esta Palabra te bendice favor de hacérmelo saber.

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