lunes, 27 de junio de 2011

El Reino de mi Señor Jesús.




Lucas 13:18-19; Gálatas 6:9; Hebreos 6:12; Mateo 13:31-33

¿A qué se parece el reino de Dios? --continuó Jesús--. ¿Con qué voy a compararlo?   Se parece a un grano de mostaza que un hombre sembró en su huerto. Creció hasta convertirse en un árbol, y las aves anidaron en sus ramas.

·        No nos cansemos de hacer el bien, porque a su debido tiempo cosecharemos si no nos damos por vencidos.

·        No sean perezosos; más bien, imiten a quienes por su fe y paciencia heredan las promesas.

·         Les contó otra parábola: "El reino de los cielos es como un grano de mostaza que un hombre sembró en su campo.  Aunque es la más pequeña de todas las semillas, cuando crece es la más grande de las hortalizas y se convierte en árbol, de modo que vienen las aves y anidan en sus ramas." Les contó otra parábola más: "El reino de los cielos es como la levadura que una mujer tomó y mezcló en una gran cantidad* de harina, hasta que fermentó toda la masa."

DECLARACIÓN DE FE DE ACUERDO A LA PALABRA DE DIOS

Opero bajo los principios del Reino de los Cielos, por el Espíritu de Fe que me ha sido dado.  Entiendo que cuando siembro La Palabra de Dios en mi vida, es como un grano de mostaza.  A pesar de que es pequeña en comparación con las otras semillas que han sido sembradas en mí, por medio de la confianza en la Palabra de Dios (fe) y la paciencia, puedo regarla con el agua  (La Palabra de Dios) hasta que sus raíces han sido totalmente cubiertas y lo único que queda es Dios en mi vida. De esta manera, la Palabra de Dios permanece en mi arraigada.  Declaro que mi vida es un refugio porque el Señor Jesús que mora en mí, se vuelve consuelo, apoyo, amor para todos en mi círculo de influencia.


Si tú no has hecho a Jesús tú Señor y Salvador te invito a que te rindas a Él,  porque Él pagó un precio alto por ti en la cruz del calvario, recíbelo,  Él ha resucitado y quiere hacer morada en tu corazón.

Declare esta oración con fe y Jesús hará morada en ti hoy y será tu Señor:

Padre Celestial, vengo a ti en el nombre de Jesús.  Tu Palabra dice: «Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo» y «que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo» (Hechos 2:21; Romanos 10:9).

 Señor, tu dijiste que cuando el Espíritu Santo venga a morar en mí y me haga nacer de nuevo (Juan 3:5-6, 15-16; Romanos 8:9-11), y que si te lo pido, seré lleno del Espíritu Santo y podré hablar en otras lenguas (Lucas 11:13; Hechos 2:4).  Creo en tu Palabra. Confieso que Jesús es el Señor y creo en mi corazón que lo resucitaste de entre los muertos. Gracias por entrar a mi corazón, por darme tu Santo Espíritu como lo prometiste y por ser el Señor de mi vida. Amén.