martes, 3 de mayo de 2011

Me Humillo Ante Mi Señor Jesús


Esdras 8:21-23  NVI; Salmo 5:11-12 TKIM-DE
·         Luego,  estando cerca del río Ahava,  proclamé un ayuno para que nos humilláramos ante nuestro Dios y le pidiéramos que nos acompañara durante el camino,  a nosotros,  a nuestros hijos y nuestras posesiones. En realidad,  sentí vergüenza de pedirle al rey que nos enviara un pelotón de caballería para que nos protegiera de los enemigos,  ya que le habíamos dicho al rey que la mano de Dios protege a todos los que confían en él,  pero que Dios descarga su poder y su ira contra quienes lo abandonan. Así que ayunamos y oramos a nuestro Dios pidiéndole su protección,  y él nos escuchó.
·         Pero permite que todos los que se confían en ti se alegren en ti, ¡qué para siempre den gritos de júbilo! Y Tú morarás entre ellos Todos los que aman tu Nombre, se regocijarán en ti. Porque Tú, Jehová, bendecirás a los justos; los rodeas con tu favor como con un escudo.

DECLARACIÓN DE FE DE ACUERDO A LA PALABRA DE DIOS

Dios es mi única salvaguarda ante los problemas.  El Señor Jesús protege a mi familia  y a mí ante cualquier circunstancia y situación.  Mis hijos viven en condiciones de seguridad dentro de Sus brazos poderosos.  Sé que tiene especial cuidado para proteger a todos los que están conmigo y se ocupa de que el enemigo no nos saquee.  El Señor Jesús responde a mis oraciones. Su mano poderosa está sobre mí como un escudo.
Para mí es una alegría ser capaz de confiar en el Señor Jesús.  Saber que Sus ojos nunca me dejan, que Él siempre está ahí para defenderme, que Él llena mi corazón de alegría, me bendice con Su abundancia y me rodea con Su favor como con un escudo.

Leer fonéticamente

Si tú no has hecho a Jesús tú Señor y Salvador te invito a que te rindas a Él,  porque Él pagó un precio alto por ti en la cruz del calvario, recíbelo,  Él ha resucitado y quiere hacer morada en tu corazón.

Declare esta oración con fe y Jesús hará morada en ti hoy y será tu Señor:

Padre Celestial, vengo a ti en el nombre de Jesús.  Tu Palabra dice: «Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo» y «que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo» (Hechos 2:21; Romanos 10:9).

 Señor, tu dijiste que cuando el Espíritu Santo venga a morar en mí y me haga nacer de nuevo (Juan 3:5-6, 15-16; Romanos 8:9-11), y que si te lo pido, seré lleno del Espíritu Santo y podré hablar en otras lenguas (Lucas 11:13; Hechos 2:4).  Creo en tu Palabra. Confieso que Jesús es el Señor y creo en mi corazón que lo resucitaste de entre los muertos. Gracias por entrar a mi corazón, por darme tu Santo Espíritu como lo prometiste y por ser el Señor de mi vida. Amén.