El Señor Jesús nos ha dado a conocer Su propósito eterno.
Hosanna en las Alturas, Jesús es el Señor
Efesios 3:10-12; 1 Corintios 1:30; 2:6-16; 1
Pedro 1:10-12; Hebreos 4:15-16
Para que la multiforme sabiduría de Dios sea
ahora dada a conocer por medio de la iglesia a los principados y
potestades en los lugares celestiales, conforme
al propósito eterno que hizo en Cristo
Jesús, nuestro Señor, en quien tenemos
seguridad y acceso con confianza por medio de la fe en él.
Pero por él estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho
por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención.
Sin embargo, hablamos sabiduría
entre los que han alcanzado madurez en la fe;
no la sabiduría de este mundo ni de los poderosos de este mundo, que
perecen. Pero hablamos sabiduría de Dios
en misterio, la sabiduría oculta que
Dios predestinó antes de los siglos para nuestra gloria, la cual ninguno de los poderosos de este mundo
conoció, porque si la hubieran
conocido, nunca habrían crucificado al
Señor de la gloria. Antes bien, como está escrito: Cosas que ojo no vio ni
oído oyó ni han subido al corazón del hombre, son las que Dios ha preparado para
los que lo aman. Pero Dios nos las
reveló a nosotros por el Espíritu,
porque el Espíritu todo lo escudriña,
aun lo profundo de Dios, porque
¿quién de entre los hombres conoce las cosas del hombre, sino el espíritu del hombre que está en él? Del mismo modo, nadie conoció las cosas de Dios, sino el Espíritu de Dios. Y nosotros no hemos recibido el espíritu del
mundo, sino el Espíritu que proviene de
Dios, para que sepamos lo que Dios nos
ha concedido. De estas cosas
hablamos, no con palabras enseñadas por
la sabiduría humana, sino con las que
enseña el Espíritu, acomodando lo
espiritual a lo espiritual. Pero el
hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura; y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente. En cambio,
el espiritual juzga todas las
cosas, sin que él sea juzgado por nadie.
¿Quién conoció la mente del Señor? ¿Quién lo instruirá? Pues bien,
nosotros tenemos la mente de Cristo.
Los profetas que profetizaron de la gracia destinada a vosotros
inquirieron y diligentemente indagaron acerca de esta salvación, escudriñando
qué persona y qué tiempo indicaba el Espíritu de Cristo que estaba en
ellos, el cual anunciaba de antemano los
sufrimientos de Cristo y las glorias que vendrían tras ellos. A estos se les reveló que no para sí
mismos, sino para nosotros, administraban las cosas que ahora os son
anunciadas por los que os han predicado el evangelio por el Espíritu Santo
enviado del cielo; cosas en las cuales anhelan mirar los ángeles.
No tenemos un Sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras
debilidades, sino uno que fue tentado en
todo según nuestra semejanza, pero sin
pecado. Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia
para el oportuno socorro.
DECLARACION DE FE DE ACUERDO A
LA PALABRA DE DIOS.
De
acuerdo con el propósito (plan) eterno de Dios para mi vida, ahora tengo acceso directo a Dios por medio
del Señor Jesucristo. A través de mí, Dios
muestra Su multiforme sabiduría para darlas a conocer a los principados y potestades
en los lugares celestiales. Por medio del Señor Jesucristo y por la confianza en Él y Su Palabra es que
ahora tengo acceso al Padre Celestial, con toda libertad y confianza.
Si no has recibido a Jesús tú Señor simplemente has la siguiente
oración creyendo en tu corazón y Cristo será su Salvador:
Padre Celestial, vengo a ti
en el nombre de Jesús. Tu Palabra dice: «Y todo aquel que invocare el nombre
del Señor, será salvo» y «que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor,
y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo»
(Hechos 2:21; Romanos 10:9). Dijiste que sería salvo cuando el Espíritu Santo
venga a morar en mí y me haga nacer de nuevo (Juan 3:5-6, 15-16; Romanos 8:9-11), y que si te lo pido, seré lleno del
Espíritu y podré hablar en otras lenguas (Lucas 11:13; Hechos 2:4).
Confío en tu Palabra.
Confieso que Jesús es el Señor y creo en mi corazón que lo resucitaste de entre
los muertos. Gracias por entrar a mi corazón, por 0darme tu Santo Espíritu como
lo prometiste y por ser el Señor de mi vida. Amén.