viernes, 29 de julio de 2011

Dios envió a Su Hijo al mundo para que por Él sea Salvo.



Juan 3:14-21; Efesios 1:4; Tesalonicenses 2:13; Romanos 10:8-10; Santiago 1:22-25; Colosenses 1:29
Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del hombre sea levantado: Para que todo aquel que en él creyere, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque de tal manera amó Dios al mundo, que haya dado a su Hijo unigénito; para que todo aquel que en él creyere, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo, para que condene al mundo; sino para que el mundo sea salvo por él. El que en él cree, no es condenado; más el que no cree, ya es condenado; porque no creyó en el nombre del unigénito Hijo de Dios.  Y esta es la condenación, que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz; porque sus obras eran malas. Porque todo aquel que hace lo malo, aborrece la luz, y no viene a la luz, porque sus obras no sean redargüidas. Mas el que obra verdad, viene a la luz, para que sus obras sean hechas manifiestas, porque son hechas en Dios.

Según que nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos, y sin mancha delante de él en amor.

Mas nosotros debemos siempre dar gracias a Dios por vosotros, hermanos, amados del Señor, de que Dios os haya escogido, desde el principio, para salud, por medio de la santificación del Espíritu, y la fe de la verdad

Mas ¿qué dice? Cercana te está la palabra, es a saber, en tu boca, y en tu corazón. Esta es la palabra de fe la cual predicamos: Que si confesares con tu boca al Señor Jesús, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para alcanzar justicia; y con la boca se hace confesión para salud.

Mas sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos. Porque si alguno oye la palabra, y no la pone por obra, este tal es semejante al hombre que considera en un espejo su rostro natural: Porque él se consideró a sí mismo, y se fue; y luego se olvidó qué tal era. Mas el que hubiere mirado atentamente en la ley perfecta que es la de la libertad, y hubiere perseverado en ella, no siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra, este tal será bienaventurado en su hecho.

A cuyo fin también yo trabajo, luchando según la energía de él, la cual obra en mí poderosamente.



DECLARACIÓN DE FE DE ACUERDO A LA PALABRA DE DIOS

Jesús fue levantado en la cruz, acto de amor por toda la humanidad para que por El podamos tener vida eterna en Jesús. Dios miró hacia la tierra a través de los siglos, me vio,  tubo misericordia, se compadeció porque me encontraba en maldición y muerto espiritualmente, me amó tanto que dio a su Hijo unigénito, Jesucristo, para que no me pierda, mas tenga vida eterna. Dios no envió a Jesús al mundo para juzgarme y condenarme, porque estaba en el mundo ya estaba maldecido por pecado y condenado, sino que vino a redimir, santificar, justificar y darle sabiduría a todo aquel que en El cree. He creído. Yo creo en Jesús con todo mi corazón. Nunca he de ser juzgado, rechazado o condenado por los pecados de mi pasado. He sido libre de la condenación y la maldición. Hoy la Luz del Señor Jesús ha venido y me ha encantado la Luz. ¡Por todos los mis hechos pude ser condenado por el mundo pero he sido justificado por la sangre del Cordero de Dios! Estoy en la verdad. Y todas mis obras se muestran claramente lo que son, dándole gloria a Señor Jesús.

Si tú no has hecho a Jesús tú Señor y Salvador te invito a que te rindas a Él,  porque Él pagó un precio alto por ti en la cruz del calvario, recíbelo,  Él ha resucitado y quiere hacer morada en tu corazón.

Declare esta oración con fe y Jesús hará morada en ti hoy y será tu Señor:

Padre Celestial, vengo a ti en el nombre de Jesús.  Tu Palabra dice: «Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo» y «que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo» (Hechos 2:21; Romanos 10:9).

 Señor, tu dijiste que cuando el Espíritu Santo venga a morar en mí y me haga nacer de nuevo (Juan 3:5-6, 15-16; Romanos 8:9-11), y que si te lo pido, seré lleno del Espíritu Santo y podré hablar en otras lenguas (Lucas 11:13; Hechos 2:4).  Creo en tu Palabra. Confieso que Jesús es el Señor y creo en mi corazón que lo resucitaste de entre los muertos. Gracias por entrar a mi corazón, por darme tu Santo Espíritu como lo prometiste y por ser el Señor de mi vida. Amén.