martes, 16 de agosto de 2011

El Señor Jesús es la Luz en mi camino.



Salmo 18:28-36; Mateo 5:14-16; Éxodo 23:20-23; Salmo 119:41-43; Efesios 6:10-18; Colosenses 1:27-29 

Tú, pues, alumbrarás mi lámpara: Jehová mi Dios alumbrará mis tinieblas.   Pues por ti he desbaratado ejércitos; Y por mi Dios he saltado muros. En cuanto a Dios, perfecto es su camino: La palabra de Jehová es refinada: Es escudo a todos los que en Él esperan. Porque ¿quién es Dios fuera de Jehová? ¿Y qué roca hay aparte de nuestro Dios?  Dios es el que me ciñe de poder, Y hace perfecto mi camino;  Quien hace mis pies como de ciervas, Y me hace estar firme sobre mis alturas;  Él adiestra mis manos para la batalla, Y el arco de acero será quebrado por mis brazos.  Me diste asimismo el escudo de tu salvación: Y tu diestra me sustentó, Y tu benignidad me ha engrandecido.  Ensanchaste mis pasos debajo de mí, Para que mis pies no resbalasen.

Vosotros sois la luz del mundo. Una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder.  Ni se enciende un candil y se pone debajo del almud, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en casa.  Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en el cielo.

He aquí yo envío el Ángel delante de ti para que te guarde en el camino, y te introduzca en el lugar que yo he preparado.  Guárdate delante de él, y oye su voz; no le seas rebelde; porque él no perdonará vuestra rebelión: porque mi nombre está en él.  Pero si en verdad oyeres su voz, e hicieres todo lo que yo te dijere, seré enemigo a tus enemigos, y afligiré a los que te afligieren. Porque mi Ángel irá delante de ti, y te introducirá al amorreo, y al heteo, y al ferezeo, y al cananeo, y al heveo, y al Jebuseo, a los cuales yo destruiré.

Y venga a mí tu misericordia, oh Jehová; Tu salvación, conforme a tu palabra.  Y daré por respuesta a mi avergonzador, Que en tu palabra he confiado.  Y no quites de mi boca en ningún tiempo la palabra de verdad; Porque en tu juicio he esperado.

Y tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios; orando en todo tiempo, con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos;  y por mí, para que al abrir mi boca me sea dada palabra para dar a conocer con denuedo el misterio del evangelio; por el cual soy embajador en cadenas; para que en ellas hable osadamente, como debo hablar.  Y para que también vosotros sepáis mis asuntos, y lo que hago; todo os lo hará saber Tíquico, hermano amado y fiel ministro en el Señor,  el cual envié a vosotros para esto mismo, para que sepáis lo tocante a nosotros, y que consuele vuestros corazones. Paz sea a los hermanos, y amor con fe, de Dios el Padre, y del Señor Jesucristo.

A  quienes Dios quiso dar a conocer las riquezas de la gloria de este misterio entre los gentiles; que es Cristo en vosotros, la esperanza de gloria.  A quien nosotros predicamos, amonestando a todo hombre, y enseñando a todo hombre en toda sabiduría, a fin de presentar perfecto en Cristo Jesús a todo hombre. Por lo cual también trabajo, luchando según su poder, el cual actúa poderosamente en mí.



DECLARACIÓN DE FE DE ACUERDO A LA PALABRA DE DIOS

El Señor Jesús mantiene el fuego de Su Espíritu ardiendo dentro de mí y convierte todas mis tinieblas en luz.  Él va delante de mí en contra de los ejércitos de la oscuridad.  Su Palabra fluye a través de mí, en toda Su perfección, como mi espada, mi escudo y mi refugio de protección.  Es mi Padre Celestial  quien me arma de valor y endereza mi camino para que camine perfecto delante de Él.   Dios es quien hace mis pies rápidos como un ciervo y me sustenta para pelear aún en las batallas más candentes.  El Señor Jesús  me entrena en el arte de la guerra espiritual y me permite hacer lo que el mundo piensa que es imposible.  Él me da Su escudo de la victoria como una posesión perpetua y Su diestra me sostiene cada segundo de mi vida.  Sí, mi Padre Celestial ha ensanchado mis pasos para que mis pies no resbalen.


Si tú no has hecho a Jesús tú Señor y Salvador te invito a que te rindas a Él,  porque Él pagó un precio alto por ti en la cruz del calvario, recíbelo,  Él ha resucitado y quiere hacer morada en tu corazón.

Declare esta oración con fe y Jesús hará morada en ti hoy y será tu Señor:

Padre Celestial, vengo a ti en el nombre de Jesús.  Tu Palabra dice: «Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo» y «que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo» (Hechos 2:21; Romanos 10:9).

 Señor, tu dijiste que cuando el Espíritu Santo venga a morar en mí y me haga nacer de nuevo (Juan 3:5-6, 15-16; Romanos 8:9-11), y que si te lo pido, seré lleno del Espíritu Santo y podré hablar en otras lenguas (Lucas 11:13; Hechos 2:4).  Creo en tu Palabra. Confieso que Jesús es el Señor y creo en mi corazón que lo resucitaste de entre los muertos. Gracias por entrar a mi corazón, por darme tu Santo Espíritu como lo prometiste y por ser el Señor de mi vida. Amén.