jueves, 5 de enero de 2012

El Señor Jesús me apartado y librado de la condenación.


Romanos 8:1-2; Juan 5:24; 17:20-26; 1 Juan 2:1-2; 1 Corintios 15:45, 56-57; Romanos 7:24-25; 8:31-39

Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús; [los que no andan según la carne, sino según el Espíritu;]  porque mediante Cristo Jesús, la ley del Espíritu que da vida, me ha librado de la ley del pecado y de la muerte. NRV1990

Os aseguro: El que oye mi Palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no será condenado, sino que pasó de muerte a vida.

No ruego sólo por ellos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos.  Para que todos sean uno, como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti. Que también ellos sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste.  Yo les di la gloria que me diste, para que sean uno, así como nosotros somos uno.  Yo en ellos, y tú en mí. Que lleguen a ser perfectamente unidos, para que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los amaste a ellos, así como me amaste a mí.  Padre, que aquellos que me has dado, estén conmigo donde yo esté, para que vean mi gloria, la que me has dado. Por cuanto me has amado desde antes de la creación del mundo. Padre justo, aunque el mundo no te ha conocido, yo te he conocido; y ellos han conocido que tú me enviaste.  Yo les di a conocer tu Nombre, y seguiré dándolo a conocer, para que el amor con que me has amado esté en ellos, y yo en ellos.

Hijitos míos, esto os escribo para que no pequéis. Pero si alguno hubiera pecado, Abogado tenemos ante el Padre, a Jesucristo el Justo. Él es la víctima por nuestros pecados. Y no sólo por los nuestros, sino también por los de todo el mundo.

Así está escrito: "El primer Adán fue hecho un ser viviente". El postrer Adán, un espíritu vivificante.

Ya que el aguijón de la muerte es el pecado, y el poder del pecado es la Ley.  Pero gracias a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo.

¡Miserable de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?  ¡Gracias doy a Dios, por nuestro Señor Jesucristo! Así, dejado a mí mismo, con la mente sirvo a la Ley de Dios, pero con la carne a la ley de pecado.

Ante esto, ¿qué diremos? Si Dios está por nosotros, ¿quién contra nosotros?  El que no eximió ni aun a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él gratuitamente, todas las cosas?  ¿Quién acusará a los elegidos de Dios? Dios es el que justifica. ¿Quién condenará? Cristo es el que murió; más aún, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, e intercede por nosotros.   ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación o angustia? ¿Persecución o hambre? ¿Desnudez, peligro o espada?  Como está escrito: "Por causa de ti somos muertos todo el tiempo, somos contados como ovejas de matadero".  Pero Dios, que nos ama, nos ayuda a salir más que vencedores en todo.  Por eso estoy seguro de que ni la muerte ni la vida, ni ángeles ni demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni lo alto ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro.


 DECLARACION DE FE DE ACUERDO A LA PALABRA DE DIOS.

Ahora, ya no hay contra mi ninguna declaración de culpabilidad en mi contra porque estoy en Cristo Jesús. Cuando lo hice mi Señor y mi Dios, el Señor Jesús me he hecho uno en El. Hoy la  ley del Espíritu de vida en la Unción del Señor Jesús me ha librado (redimido o apartado) de la ley del pecado y la muerte. ¡Aleluya! Amen.  


Si no has recibido a  Jesús tú Señor simplemente has la siguiente oración creyendo en tu corazón y Cristo será su Salvador:
Padre Celestial, vengo a ti en el nombre de Jesús. Tu Palabra dice: «Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo» y «que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo» (Hechos 2:21; Romanos 10:9). Dijiste que sería salvo cuando el Espíritu Santo venga a morar en mí y me haga nacer de nuevo (Juan 3:5-6, 15-16; Romanos 8:9-11), y que si te lo pido, seré lleno del Espíritu y podré hablar en otras lenguas (Lucas 11:13; Hechos 2:4).
Confío en tu Palabra. Confieso que Jesús es el Señor y creo en mi corazón que lo resucitaste de entre los muertos. Gracias por entrar a mi corazón, por 0darme tu Santo Espíritu como lo prometiste y por ser el Señor de mi vida. Amén.

Si tus has hecho esta oración escríbeme a la siguiente dirección: enriqueibarra.@integra.com.sv