viernes, 12 de agosto de 2011

Cuando voy a la casa del Señor Jesús.


 
Eclesiastés 5:1-3; Santiago 1:21-25, 4:6-10; Oseas 6:6; Proverbios 18:20-21, 20:25
Cuando vayas a la casa de Dios, guarda tu pie. Acércate más para oír que para ofrecer el sacrificio de los necios, que no saben que hacen mal. No te precipites con tu boca, ni se apresure tu corazón a proferir palabra delante de Dios.  Porque Dios está en el cielo, y tú sobre la tierra; por tanto, sean pocas tus palabras.  Pues de la mucha preocupación viene el soñar; y de las muchas palabras, el dicho del necio
 
Por lo tanto, desechando toda suciedad y la maldad que sobreabunda, recibid con mansedumbre la palabra implantada, la cual puede salvar vuestras almas. Pero sed hacedores de la palabra, y no solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos. Porque cuando alguno es oidor de la palabra y no hacedor de ella, éste es semejante al hombre que mira su cara natural en un espejo. Se mira a sí mismo y se marcha, y en seguida olvida cómo era.  Pero el que presta atención a la perfecta ley de la libertad y que persevera en ella, sin ser oidor olvidadizo sino hacedor de la obra, éste será bienaventurado en lo que hace.

Pero él da mayor gracia. Por eso dice: Dios resiste a los soberbios, pero da gracia a los humildes.  Someteos, pues, a Dios. Resistid al diablo, y él huirá de vosotros.  Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros. Limpiad vuestras manos, pecadores; y purificad vuestros corazones, vosotros de doble ánimo.  Afligíos, lamentad y llorad. Vuestra risa se convierta en llanto, y vuestro gozo en tristeza.  Humillaos delante del Señor, y él os exaltará.

Porque misericordia quiero yo, y no sacrificios; y conocimiento de Dios, más que holocaustos.

Del fruto de la boca del hombre se saciará su estómago; él se satisfará con el producto de sus labios.  La muerte y la vida están en el poder de la lengua, y los que gustan usarla comerán de su fruto.

Es una trampa para el hombre declarar a la ligera algo como consagrado, y reflexionar sólo después de haber hecho los votos.


DECLARACIÓN DE FE DE ACUERDO A LA PALABRA DE DIOS

Cuando voy a la casa de Dios a adorar, considero muy cuidadosamente mi propósito.  Soy un hombre que se acerca a Dios para escuchar y aprender de Su Palabra para hacer Sus preceptos.  No  soy como un insensato que llega a ofrecer un sacrificio vacío y nunca deja que la Palabra dirija su vida.  Estoy firme y estable en obediencia.  Mis palabras son preciosas y llenas del poder de Dios.  Presento a cada una de ellas delante de mi Padre Celestial con un propósito específico e intención definida.  No multiplico mis palabras, como lo hace el insensato.  Con mucho cuidado las considero y las siembro como una semilla para que siempre lleven vida.


Si tú no has hecho a Jesús tú Señor y Salvador te invito a que te rindas a Él,  porque Él pagó un precio alto por ti en la cruz del calvario, recíbelo,  Él ha resucitado y quiere hacer morada en tu corazón.

Declare esta oración con fe y Jesús hará morada en ti hoy y será tu Señor:

Padre Celestial, vengo a ti en el nombre de Jesús.  Tu Palabra dice: «Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo» y «que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo» (Hechos 2:21; Romanos 10:9).

 Señor, tu dijiste que cuando el Espíritu Santo venga a morar en mí y me haga nacer de nuevo (Juan 3:5-6, 15-16; Romanos 8:9-11), y que si te lo pido, seré lleno del Espíritu Santo y podré hablar en otras lenguas (Lucas 11:13; Hechos 2:4).  Creo en tu Palabra. Confieso que Jesús es el Señor y creo en mi corazón que lo resucitaste de entre los muertos. Gracias por entrar a mi corazón, por darme tu Santo Espíritu como lo prometiste y por ser el Señor de mi vida. Amén.