martes, 5 de junio de 2012

Grabo en mi corazón la Palabra del Señor Jesús.


Deuteronomio 11:18-28 ;2:25; 6:4-13; Josué 1:8; 2:9-11; 24:15; Efesios 6:1-3; Éxodo 14:14; 23:20; Romanos 8:31; Santiago 4:7

Grábense estas palabras en el corazón y en la mente; átenlas en sus manos como un signo, y llévenlas en su frente como una marca.  Enséñenselas a sus hijos y repítanselas cuando estén en su casa y cuando anden por el camino, cuando se acuesten y cuando se levanten;   escríbanlas en los postes de su casa y en los portones de sus ciudades.   Así, mientras existan los cielos sobre la tierra, ustedes y sus descendientes prolongarán su vida sobre la tierra que el Señor juró a los antepasados de ustedes que les daría. Si ustedes obedecen todos estos mandamientos que les doy, y aman al Señor su Dios, y siguen por todos sus caminos y le son fieles, entonces el Señor expulsará del territorio de ustedes a todas esas naciones. Así podrán desposeerlas, aunque sean más grandes y más fuertes que ustedes. Todo lugar donde planten el pie será de ustedes; su territorio se extenderá desde el desierto hasta el monte Líbano, y desde el río Éufrates hasta el mar Mediterráneo. Nadie podrá hacerles frente. Por dondequiera que vayan, el Señor su Dios hará que todo el mundo sienta miedo y terror ante ustedes, como se lo ha prometido.  Hoy les doy a elegir entre la bendición y la maldición: bendición, si obedecen los mandamientos que yo, el Señor su Dios, hoy les mando obedecer; maldición, si desobedecen los mandamientos del Señor su Dios y se apartan del camino que hoy les mando seguir, y se van tras dioses extraños que jamás han conocido.

Hoy mismo comenzaré a infundir entre todas las naciones que hay debajo del cielo terror y espanto hacia ustedes. Cuando ellas escuchen hablar de ustedes, temblarán y se llenarán de pánico.

Escucha, Israel: El Señor nuestro Dios es el único Señor.  Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas.  Grábate en el corazón estas palabras que hoy te mando.  Incúlcaselas continuamente a tus hijos. Háblales de ellas cuando estés en tu casa y cuando vayas por el camino, cuando te acuestes y cuando te levantes.  Átalas a tus manos como un signo; llévalas en tu frente como una marca;  escríbelas en los postes de tu casa y en los portones de tus ciudades.  El Señor tu Dios te hará entrar en la tierra que les juró a tus antepasados Abraham, Isaac y Jacob. Es una tierra con ciudades grandes y prósperas que tú no edificaste,  con casas llenas de toda clase de bienes que tú no acumulaste, con cisternas que no cavaste, y con viñas y olivares que no plantaste. Cuando comas de ellas y te sacies,   cuídate de no olvidarte del Señor, que te sacó de Egipto, la tierra donde viviste en esclavitud.  Teme al Señor tu Dios, sírvele solamente a él, y jura sólo en su nombre.

Recita siempre el libro de la ley y medita en él de día y de noche; cumple con cuidado todo lo que en él está escrito. Así prosperarás y tendrás éxito.

Y les dijo: Yo sé que el Señor les ha dado esta tierra, y por eso estamos aterrorizados; todos los habitantes del país están muertos de miedo ante ustedes.  Tenemos noticias de cómo el Señor secó las aguas del Mar Rojo para que ustedes pasaran, después de haber salido de Egipto. También hemos oído cómo destruyeron completamente a los reyes amorreos, Sijón y Og, al este del Jordán.  Por eso estamos todos tan amedrentados y descorazonados frente a ustedes. Yo sé que el Señor y Dios es Dios de dioses tanto en el cielo como en la tierra.

Pero si a ustedes les parece mal servir al Señor, elijan ustedes mismos a quiénes van a servir: a los dioses que sirvieron sus antepasados al otro lado del río Éufrates, o a los dioses de los amorreos, en cuya tierra ustedes ahora habitan. Por mi parte, mi familia y yo serviremos al Señor.

Hijos, obedezcan en el Señor a sus padres, porque esto es justo.  Honra a tu padre y a tu madre --que es el primer mandamiento con promesa--  para que te vaya bien y disfrutes de larga vida en la tierra.

Ustedes quédense quietos, que el Señor presentará batalla por ustedes.

Date cuenta, Israel, que yo envío mi ángel delante de ti, para que te proteja en el camino y te lleve al lugar que te he preparado.

¿Qué diremos frente a esto? Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra?

Así que sométanse a Dios. Resistan al diablo, y él huirá de ustedes.


DECLARACION DE FE DE ACUERDO A LA PALABRA DE DIOS.

Señor Jesús te entrego mi corazón, alma y cuerpo, y me someto a Tu Palabra. Medito en Tu Palabra en su totalidad. Me rindo a todos sus estatutos, como si se tratara de una señal en mi mano y un adorno delante de mis ojos. Las escribo en los postes de mi casa, y sobre mi puerta.  Por la Palabra de mi Padre Celestial  los días de mis hijos se multiplican.  Yo lo amo y camino conforme a Su Palabra.   Estoy decidido a unirme a Él en el amor.   Jesús es mi ejemplo,  y siempre está conmigo.  Mis enemigos huyen delante de mí, y se van despojados.   Cada lugar que la planta de mis pies pisare, el Padre me lo da en posesión, y es mío y lo reclamo para el reino de Dios.  No hay un alma en toda la creación que tenga la capacidad de triunfar sobre mí.   Él ha puesto delante de mí la elección de vivir bajo Su bendición o bajo la maldición. La decisión es mía. Y puedo ser bendecido si elijo creer, obedecer y hacer todo lo que Sus Mandamientos y Sus  Estatutos me indican en Su Palabra, o puedo ser maldecido si decido rechazarla.  He decidido escoger la Bendición!   

Si no has recibido a  Jesús tú Señor, te invito a  hacer  la siguiente oración creyendo en tu corazón y Jesucristo será tu Salvador:
Padre Celestial, vengo a ti en el nombre de Jesús. Tu Palabra dice: «Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo» y «que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo» (Hechos 2:21; Romanos 10:9). Dijiste que sería salvo cuando el Espíritu Santo venga a morar en mí y me haga nacer de nuevo (Juan 3:5-6, 15-16; Romanos 8:9-11), y que si te lo pido, seré lleno del Espíritu y podré hablar en otras lenguas (Lucas 11:13; Hechos 2:4).
Confío en tu Palabra. Confieso que Jesús es el Señor y creo en mi corazón que lo resucitaste de entre los muertos. Gracias por entrar a mi corazón, por darme tu Santo Espíritu como lo prometiste y por ser el Señor de mi vida. Amén.

Si tus has hecho esta oración escríbeme o esta Palabra te bendice favor de hacérmelo saber.

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