lunes, 21 de febrero de 2011

Jesus, El Regalo del Padre Celestial


Romanos 5:15-17 BLC
Sin embargo, no hay comparación entre el pecado de Adán y el regalo que Dios nos ha dado. Por culpa de Adán, muchos murieron; pero por medio de Jesucristo Dios nos dio un regalo mucho más importante, y para el bien de muchas personas.  El pecado de Adán no puede compararse con el regalo de Dios. El pecado de Adán hizo que Dios lo declarara culpable. Pero gracias al regalo de Dios, ahora él declara inocentes a los pecadores, aunque no lo merezcan. Si por el pecado de Adán, la muerte reina en el mundo, con mayor razón, por medio de Jesucristo, nosotros reinaremos en la nueva vida. Pues Dios nos ama, y nos ha aceptado sin pedirnos nada a cambio.

DECLARACIÓN DE FE DE ACUERDO A LA PALABRA DE DIOS.


Jesucristo me ha dado el don de la gracia, la justificación,  y la redención.  Su regalo no tiene condiciones, Él me lo da libremente para que esté en comunión constante con Él en una relación legítima de Padre e hijo. El don de Dios para mí no se compara con el resultado del pecado de Adán, porque la sentencia del pecado de Adán y la condenación cayó sobre mí sin tener yo ninguna elección.  Por el contrario, la libertad y la justificación se me ofrecieron como un regalo gratuito. Aunque el pecado de Adán  me condenó, el don gratuito de Dios me ha dado  justificación, pues como el pecado de Adán me trajo muerte, la provisión abundante de Dios de la gracia (favor inmerecido) y el don de la justicia me han hecho apto para reinar en esta vida. Amén. Amén.

Si tú no has hecho a Jesús tú Señor y Salvador te invito a que te rindas a Él,  porque Él pagó un precio alto por ti en la cruz del calvario, recíbelo,  Él ha resucitado y quiere hacer morada en tu corazón.

Declare esta oración con fe y Jesús hará morada en ti hoy y será tu Señor:

Padre Celestial, vengo a ti en el nombre de Jesús.  Tu Palabra dice: «Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo» y «que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo» (Hechos 2:21; Romanos 10:9).

 Señor, tu dijiste que cuando el Espíritu Santo venga a morar en mí y me haga nacer de nuevo (Juan 3:5-6, 15-16; Romanos 8:9-11), y que si te lo pido, seré lleno del Espíritu Santo y podré hablar en otras lenguas (Lucas 11:13; Hechos 2:4).  Creo en tu Palabra. Confieso que Jesús es el Señor y creo en mi corazón que lo resucitaste de entre los muertos. Gracias por entrar a mi corazón, por darme tu Santo Espíritu como lo prometiste y por ser el Señor de mi vida. Amén.