lunes, 5 de marzo de 2012

Hablo el Evangelio del Reino del Señor Jesucristo.


1 Corintios 9:20-27; Romanos 6:18-22; 14:1;15:1; 1 corintios 10:33; Santiago 1:12; 2 Timoteo 2:5; 4:8; 1 Pedro 5:4
 
Entre los judíos me volví judío, a fin de ganarlos a ellos. Entre los que viven bajo la ley me volví como los que están sometidos a ella (aunque yo mismo no vivo bajo la ley), a fin de ganar a éstos.  Entre los que no tienen la ley me volví como los que están sin ley (aunque no estoy libre de la ley de Dios sino comprometido con la ley de Unción de Jesús), a fin de ganar a los que están sin ley. Entre los débiles me hice débil, a fin de ganar a los débiles. Me hice todo para todos, a fin de salvar a algunos por todos los medios posibles.  Todo esto lo hago por causa del evangelio, para participar de sus frutos. ¿No saben que en una carrera todos los corredores compiten, pero sólo uno obtiene el premio? Corran, pues, de tal modo que lo obtengan.  Todos los deportistas se entrenan con mucha disciplina. Ellos lo hacen para obtener un premio que se echa a perder; nosotros, en cambio, por uno que dura para siempre. Así que yo no corro como quien no tiene meta; no lucho como quien da golpes al aire. Más bien, golpeo mi cuerpo y lo domino, no sea que, después de haber predicado a otros, yo mismo quede descalificado.

En efecto, habiendo sido liberados del pecado, ahora son ustedes esclavos de la justicia. Hablo en términos humanos, por las limitaciones de su naturaleza humana. Antes ofrecían ustedes los miembros de su cuerpo para servir a la impureza, que lleva más y más a la maldad; ofrézcanlos ahora para servir a la justicia que lleva a la santidad. Cuando ustedes eran esclavos del pecado, estaban libres del dominio de la justicia. ¿Qué fruto cosechaban entonces? ¡Cosas que ahora los avergüenzan y que conducen a la muerte! Pero ahora que han sido liberados del pecado y se han puesto al servicio de Dios, cosechan la santidad que conduce a la vida eterna.

Reciban al que es débil en la fe, pero no para entrar en discusiones.

Los fuertes en la fe debemos apoyar a los débiles, en vez de hacer lo que nos agrada.

Hagan como yo, que procuro agradar a todos en todo. No busco mis propios intereses sino los de los demás, para que sean salvos.

Dichoso el que resiste la tentación porque, al salir aprobado, recibirá la corona de la vida que Dios ha prometido a quienes lo aman.

Así mismo, el atleta no recibe la corona de vencedor si no compite según el reglamento.

Por lo demás me espera la corona de justicia que el Señor, el juez justo, me otorgará en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que con amor hayan esperado su venida.

Así, cuando aparezca el Pastor supremo, ustedes recibirán la inmarcesible corona de gloria.

DECLARACION DE FE DE ACUERDO A LA PALABRA DE DIOS.


Me niego de mi mismo por el bien de los demás para poder hablarles del Señor Jesús. No hago alarde de mi libertad delante los están cautivos, sino que sigo a cada uno de acuerdo  sus costumbres con el fin de abrir el camino a una oportunidad de compartir el Evangelio del reino de Dios con cada uno de ellos. Hago todo esto por el bien de cada uno de ellos y puedan vivir en las bendiciones del Evangelio. Vivo mi vida de acuerdo a la voluntad del Señor Jesús como si fuera un corredor de una carrera, donde doy todo lo que esta de mi parte por alcázar la meta  como si solo hay un ganador y obtener la corona de la victoria. Por lo tanto, correr esta carrera para ganar. Yo me someto libremente a los rigores del entrenamiento estricto, someter a mi cuerpo, para ser lo mejor que y pueda ser ese ganador. No corro lucha como quien golpea el aire. Por el contrario, soy un corredor disciplinado que voluntariamente sufre el dolor y la agonía de un duro entrenamiento con el fin de estar en el momento optimo para la carrera. He puesto mi mirada en la meta y en la corona de la victoria. Estoy determinado que cuando esta carrera haya terminado, voy a terminar fuerte y ganar la corona.

Si no has recibido a  Jesús tú Señor simplemente has la siguiente oración creyendo en tu corazón y Cristo será su Salvador:
Padre Celestial, vengo a ti en el nombre de Jesús. Tu Palabra dice: «Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo» y «que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo» (Hechos 2:21; Romanos 10:9). Dijiste que sería salvo cuando el Espíritu Santo venga a morar en mí y me haga nacer de nuevo (Juan 3:5-6, 15-16; Romanos 8:9-11), y que si te lo pido, seré lleno del Espíritu y podré hablar en otras lenguas (Lucas 11:13; Hechos 2:4).
Confío en tu Palabra. Confieso que Jesús es el Señor y creo en mi corazón que lo resucitaste de entre los muertos. Gracias por entrar a mi corazón, por darme tu Santo Espíritu como lo prometiste y por ser el Señor de mi vida. Amén.

Si tus has hecho esta oración escríbeme o esta Palabra te bendice favor de hacérmelo saber.
hosanna.enriqueibarra@gmail.com

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