martes, 8 de enero de 2013

En el Señor Jesús El Padre me ha Santificado.


Hebreos 12:10-13; Salmo 103:1-5, 13; Levíticos 11:44; Mateo 6:10; Santiago 3:17-18; Isaías 35:1-10

En efecto, nuestros padres nos disciplinaban por un breve tiempo, como mejor les parecía; pero Dios lo hace para nuestro bien, a fin de que participemos de su santidad.  Ciertamente, ninguna disciplina, en el momento de recibirla, parece agradable, sino más bien penosa; sin embargo, después produce una cosecha de justicia y paz para quienes han sido entrenados por ella.  Por tanto, renueven las fuerzas de sus manos cansadas y de sus rodillas debilitadas. "Hagan sendas derechas para sus pies", para que la pierna coja no se disloque sino que se sane.

Alaba, alma mía, al Señor; alabe todo mi ser su santo nombre.   Alaba, alma mía, al Señor, y no olvides ninguno de sus beneficios.  
Él perdona todos tus pecados y sana todas tus dolencias; él rescata tu vida del sepulcro y te cubre de amor y compasión; él colma de bienes tu vida y te rejuvenece como a las águilas.

Tan compasivo es el Señor con los que le temen como lo es un padre con sus hijos.

Yo soy el Señor su Dios, así que santifíquense y manténganse santos, porque yo soy santo. No se hagan impuros por causa de los animales que se arrastran.

Venga tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.

En cambio, la sabiduría que desciende del cielo es ante todo pura, y además pacífica, bondadosa, dócil, llena de compasión y de buenos frutos, imparcial y sincera.  En fin, el fruto de la justicia se siembra en paz para los que hacen la paz.


Se alegrarán el desierto y el sequedal; se regocijará el desierto y florecerá como el azafrán.  Florecerá y se regocijará: ¡gritará de alegría! Se le dará la gloria del Líbano, y el esplendor del Carmelo y de Sarón. Ellos verán la gloria del Señor, el esplendor de nuestro Dios. Fortalezcan las manos débiles, afirmen las rodillas temblorosas; digan a los de corazón temeroso: "Sean fuertes, no tengan miedo. Su Dios vendrá, vendrá con venganza; con retribución divina vendrá a salvarlos."  Se abrirán entonces los ojos de los ciegos y se destaparán los oídos de los sordos; saltará el cojo como un ciervo, y gritará de alegría la lengua del mudo. Porque aguas brotarán en el desierto, y torrentes en el sequedal.   La arena ardiente se convertirá en estanque, la tierra sedienta en manantiales burbujeantes. Las guaridas donde se tendían los chacales, serán morada de juncos y papiros.  Habrá allí una calzada que será llamada Camino de santidad. No viajarán por ella los impuros, ni transitarán por ella los necios; será sólo para los que siguen el camino. No habrá allí ningún león, ni bestia feroz que por él pase; ¡Allí no se les encontrará! ¡Por allí pasarán solamente los redimidos!  Y volverán los rescatados por el Señor, y entrarán en Sión con cantos de alegría, coronados de una alegría eterna. Los alcanzarán la alegría y el regocijo, y se alejarán la tristeza y el gemido.


DECLARACIÓN DE FE DE ACUERDO A LA PALABRA DE DIOS.


El Padre Celestial de Señor Jesús sólo disciplinas, y me aparta del mal para mi protección y mi bienestar y para que me mantenga apartado del mundo que me rodea. Él no utiliza enfermedad, la dolencia y los desastres en mi contra para disciplinarme; sino que como buen Padre Su disciplina es para instruirme en lo que está por venir en un futuro cercano, y poder salir victorioso con Sus indicaciones.  Su disciplina está diseñada para mantenerme en santidad y estar bien de espíritu, alma y cuerpo. Y a través de la formación, a veces es muy duro y exigente, que más tarde va a producir en mí una abundante cosecha de justicia y paz.
Por lo tanto, no estoy desalentado o desanimado, sino que se fortalece y anima.


Si no has recibido a  Jesús tú Señor simplemente has la siguiente oración creyendo en tu corazón y Cristo será su Salvador:
Padre Celestial, vengo a ti en el nombre de Jesús. Tu Palabra dice: «Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo» y «que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo» (Hechos 2:21; Romanos 10:9). Dijiste que sería salvo cuando el Espíritu Santo venga a morar en mí y me haga nacer de nuevo (Juan 3:5-6, 15-16; Romanos 8:9-11), y que si te lo pido, seré lleno del Espíritu y podré hablar en otras lenguas (Lucas 11:13; Hechos 2:4).
Confío en tu Palabra. Confieso que Jesús es el Señor y creo en mi corazón que lo resucitaste de entre los muertos. Gracias por entrar a mi corazón, por 0darme tu Santo Espíritu como lo prometiste y por ser el Señor de mi vida. Amén.

Si tus has hecho esta oración escríbeme a la siguiente dirección: enriqueibarra.@integra.com.sv

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