miércoles, 31 de agosto de 2011

Doy gracias a mi Señor Jesús en todo tiempo.


 
1 Tesalonicenses 5:16-24; Filipenses 1:6, 4:4; Efesios 4:30, 6:18; 1 Corintios 10:13, 14:1,4, 15:29-30, 39; 1 Juan 4:1-4

Estén siempre alegres, oren sin cesar, den gracias a Dios en toda situación, porque esta es su voluntad para ustedes en Cristo Jesús. No apaguen el Espíritu, no desprecien las profecías, sométanlo todo a prueba, aférrense a lo bueno,  eviten toda clase de mal. Que Dios mismo, el Dios de paz, los santifique por completo, y conserve todo su ser —espíritu, alma y cuerpo—irreprochable para la venida de nuestro Señor Jesucristo. El que los llama es fiel, y así lo hará.

Estoy convencido de esto: el que comenzó tan buena obra en ustedes la irá perfeccionando hasta el día de Cristo Jesús.

Alégrense siempre en el Señor. Insisto: ¡Alégrense!

No agravien al Espíritu Santo de Dios, con el cual fueron sellados para el día de la redención.

Oren en el Espíritu en todo momento, con peticiones y ruegos. Manténganse alerta y perseveren en oración por todos los santos.

Ustedes no han sufrido ninguna tentación que no sea común al género humano. Pero Dios es fiel, y no permitirá que ustedes sean tentados más allá de lo que puedan aguantar. Más bien, cuando llegue la tentación, él les dará también una salida a fin de que puedan resistir.

Empéñense en seguir el amor y ambicionen los dones espirituales, sobre todo el de profecía.

El que habla en lenguas se edifica a sí mismo; en cambio, el que profetiza edifica a la iglesia.

Si no hay resurrección, ¿qué sacan los que se bautizan por los muertos? Si en definitiva los muertos no resucitan, ¿por qué se bautizan por ellos? Y nosotros, ¿por qué nos exponemos al peligro a todas horas?

No todos los cuerpos son iguales: hay cuerpos humanos; también los hay de animales terrestres, de aves y de peces.

Queridos hermanos, no crean a cualquiera que pretenda estar inspirado por el Espíritu,  sino sométanlo a prueba para ver si es de Dios, porque han salido por el mundo muchos falsos profetas. En esto pueden discernir quién tiene el Espíritu de Dios: todo profeta  que reconoce que Jesucristo ha venido en cuerpo humano, es de Dios; todo profeta que no reconoce a Jesús, no es de Dios sino del anticristo. Ustedes han oído que éste viene; en efecto, ya está en el mundo. Ustedes, queridos hijos, son de Dios y han vencido a esos falsos profetas, porque el que está en ustedes es más poderoso que el que está en el mundo.


DECLARACIÓN DE FE DE ACUERDO A LA PALABRA DE DIOS

Voy a estar siempre alegre, orando sin cesar, y dando gracias a Dios en todas las circunstancias, porque sé que esa es la voluntad de Dios para mí en Cristo Jesús, mi Señor.  No apagare el fuego del Espíritu Santo en mi vida.  Cuando Su fuego arde dentro de mí, voy a fluir con El sin importar lo tonto, indigno o ridículo que pueda parecer a la humanidad que todo lo quiere sentir o materializar.  No desprecio la profecía, pero pongo a prueba todo a través de la Palabra de Dios.  Me aferro a lo que es bueno y evito el mal de todo tipo. Es Dios mismo, el Dios de paz, quien me santifica todo mi ser.  En Jesús mi espíritu, alma,  y cuerpo son guardados irreprensibles hasta la venida de mi Señor Jesús.


Si tú no has hecho a Jesús tú Señor y Salvador te invito a que te rindas a Él,  porque Él pagó un precio alto por ti en la cruz del calvario, recíbelo,  Él ha resucitado y quiere hacer morada en tu corazón.
Declare esta oración con fe y Jesús hará morada en ti hoy y será tu Señor:

Padre Celestial, vengo a ti en el nombre de Jesús.  Tu Palabra dice: «Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo» y «que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo» (Hechos 2:21; Romanos 10:9).

 Señor, tu dijiste que cuando el Espíritu Santo venga a morar en mí y me haga nacer de nuevo (Juan 3:5-6, 15-16; Romanos 8:9-11), y que si te lo pido, seré lleno del Espíritu Santo y podré hablar en otras lenguas (Lucas 11:13; Hechos 2:4).  Creo en tu Palabra. Confieso que Jesús es el Señor y creo en mi corazón que lo resucitaste de entre los muertos. Gracias por entrar a mi corazón, por darme tu Santo Espíritu como lo prometiste y por ser el Señor de mi vida. Amén.