lunes, 11 de febrero de 2013

El Señor Jesús ha llenado mi corazón con Su Presencia.


Isaías 33:5-6; Proverbios 3:5-10; 1 Corintios 1:30; 2:6-16; Romanos 5:17; 8:16-21, 32; Gálatas 4:5

Exaltado es el Señor porque mora en las alturas, y llena a Sión de justicia y rectitud. Él será la seguridad de tus tiempos, te dará en abundancia salvación, sabiduría y conocimiento; el temor del Señor será tu tesoro.

Confía en el Señor de todo corazón, y no en tu propia inteligencia.  Reconócelo en todos tus caminos, y él allanará tus sendas.  No seas sabio en tu propia opinión; más bien, teme al Señor y huye del mal.  Esto infundirá salud a tu cuerpo y fortalecerá tu ser. Honra al Señor con tus riquezas y con los primeros frutos de tus cosechas.  Así tus graneros se llenarán a reventar y tus bodegas rebosarán de vino nuevo.

Pero gracias a él [al Padre del Señor Jesucristo] ustedes están unidos a Cristo Jesús, a quien Dios ha hecho nuestra sabiduría es decir, nuestra justificación, santificación y redención.

 En cambio, hablamos con sabiduría entre los que han alcanzado madurez, pero no con la sabiduría de este mundo ni con la de sus gobernantes, los cuales terminarán en nada.  Más bien, exponemos el misterio de la sabiduría de Dios, una sabiduría que ha estado escondida y que Dios había destinado para nuestra gloria desde la eternidad.  Ninguno de los gobernantes de este mundo la entendió, porque de haberla entendido no habrían crucificado al Señor de la gloria.  Sin embargo, como está escrito: Ningún ojo ha visto, ningún oído ha escuchado, ninguna mente humana ha concebido lo que Dios ha preparado para quienes lo aman.  Ahora bien, Dios nos ha revelado esto por medio de su Espíritu, pues el Espíritu lo examina todo, hasta las profundidades de Dios.  En efecto, ¿quién conoce los pensamientos del ser humano sino su propio espíritu que está en él? Así mismo, nadie conoce los pensamientos de Dios sino el Espíritu de Dios.  Nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo sino el Espíritu que procede de Dios, para que entendamos lo que por su gracia él nos ha concedido.  Esto es precisamente de lo que hablamos, no con las palabras que enseña la sabiduría humana sino con las que enseña el Espíritu, de modo que expresamos verdades espirituales en términos espirituales.  El que no tiene el Espíritu no acepta lo que procede del Espíritu de Dios, pues para él es locura. No puede entenderlo, porque hay que discernirlo espiritualmente. En cambio, el que es espiritual lo juzga todo, aunque él mismo no está sujeto al juicio de nadie, porque ¿quién ha conocido la mente del Señor para que pueda instruirlo?

Pues si por la transgresión de un solo hombre reinó la muerte, con mayor razón los que reciben en abundancia la gracia y el don de la justicia reinarán en vida por medio de un solo hombre, Jesucristo.   El Espíritu mismo le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios.  Y si somos hijos, somos herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, pues si ahora sufrimos con él, también tendremos parte con él en su gloria.  De hecho, considero que en nada se comparan los sufrimientos actuales con la gloria que habrá de revelarse en nosotros.  La creación aguarda con ansiedad la revelación de los hijos de Dios, porque fue sometida a la frustración. Esto no sucedió por su propia voluntad, sino por la del que así lo dispuso. Pero queda la firme esperanza de que la creación misma ha de ser liberada de la corrupción que la esclaviza, para así alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de Dios.

El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos  nosotros, ¿cómo no habrá de darnos generosamente, junto con él, todas las cosas?

Para rescatar a los que estaban bajo la ley, a fin de que fuéramos adoptados como hijos.

DECLARACIÓN DE FE DE ACUERDO A LA PALABRA DE DIOS.

Confío en el Señor Jesús con todo mi corazón y Él me llena de Su justicia (Su aprobación) y rectitud. Jesús es mi Señor y el cimiento de mi vida y mi estabilidad en cualquier situación. De Su abundancia, me suministra completamente de  sabiduría, de conocimiento y salvación para cada circunstancia que enfrente. Como su hijo, tengo acceso gratuito a todos Sus tesoros.

Si no has recibido a  Jesús tú Señor simplemente has la siguiente oración creyendo en tu corazón y Cristo será su Salvador:
Padre Celestial, vengo a ti en el nombre de Jesús. Tu Palabra dice: «Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo» y «que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo» (Hechos 2:21; Romanos 10:9). Dijiste que sería salvo cuando el Espíritu Santo venga a morar en mí y me haga nacer de nuevo (Juan 3:5-6, 15-16; Romanos 8:9-11), y que si te lo pido, seré lleno del Espíritu y podré hablar en otras lenguas (Lucas 11:13; Hechos 2:4).
Confío en tu Palabra. Confieso que Jesús es el Señor y creo en mi corazón que lo resucitaste de entre los muertos. Gracias por entrar a mi corazón, por 0darme tu Santo Espíritu como lo prometiste y por ser el Señor de mi vida. Amén.

Si tus has hecho esta oración escríbeme a la siguiente dirección: sejibarra@yahoo.es

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