lunes, 10 de octubre de 2011

El Reino del Señor Jesús escomo una semilla que se hecha en tierra.


Marcos 4:26-32, 11:22-25; 2 Corintios 4:13, 9:5-11; Hebreos 6:12, 11:1; Juan 15:7-8
Decía además: Así es el reino de Dios,  como cuando un hombre echa semilla en la tierra.  Duerma y vele,  de noche y de día,  la semilla brota y crece sin que él sepa cómo, porque de por sí lleva fruto la tierra: primero hierba,  luego espiga,  después grano lleno en la espiga;  y cuando el fruto está maduro,  en seguida se mete la hoz,  porque la siega ha llegado.  Decía también: ¿A qué compararemos el reino de Dios?  ¿Qué parábola nos servirá para representarlo?  Es como el grano de mostaza,  que cuando se siembra es la más pequeña de todas las semillas que hay en la tierra,  pero después de sembrado crece y se hace la mayor de todas las hortalizas,  y echa grandes ramas,  de tal manera que las aves del cielo pueden morar bajo su sombra.

Respondiendo Jesús,  les dijo: Tened fe en Dios.  De cierto os digo que cualquiera que diga a este monte: "Quítate y arrójate en el mar",  y no duda en su corazón,  sino que cree que será hecho lo que dice,  lo que diga le será hecho.  Por tanto,  os digo que todo lo que pidáis orando,  creed que lo recibiréis,  y os vendrá.  Y cuando estéis orando,  perdonad,  si tenéis algo contra alguien,  para que también vuestro Padre que está en los cielos os perdone a vosotros vuestras ofensas,

Pero teniendo el mismo espíritu de fe,  conforme a lo que está escrito: "Creí,  por lo cual hablé",  nosotros también creemos,  por lo cual también hablamos.

Por tanto,  consideré necesario exhortar a los hermanos que fueran primero a vosotros y prepararan primero vuestra generosidad antes prometida,  para que esté lista como muestra de generosidad y no como de exigencia nuestra.  Pero esto digo: El que siembra escasamente,  también segará escasamente;  y el que siembra generosamente,  generosamente también segará.  Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza ni por obligación,  porque Dios ama al dador alegre.  Y poderoso es Dios para hacer que abunde en vosotros toda gracia,  a fin de que,  teniendo siempre en todas las cosas todo lo necesario,  abundéis para toda buena obra;  como está escrito:   "Repartió,  dio a los pobres,  su justicia permanece para siempre".  Y el que da semilla al que siembra y pan al que come,  proveerá y multiplicará vuestra sementera y aumentará los frutos de vuestra justicia,  para que seáis ricos en todo para toda generosidad,  la cual produce,  por medio de nosotros,  acción de gracias a Dios

 A fin de que no os hagáis perezosos,  sino imitadores de aquellos que por la fe y la paciencia heredan las promesas.

Es,  pues,  la fe la certeza de lo que se espera,  la convicción de lo que no se ve.

Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros,  pedid todo lo que queráis y os será hecho.  En esto es glorificado mi Padre: en que llevéis mucho fruto y seáis así mis discípulos.


DECLARACIÓN DE FE DE ACUERDO A LA PALABRA DE DIOS

Mi Padre Celestial ha puesto la semilla de Su Palabra en mis manos y yo soy fiel en sembrarla en mi corazón.  Cualquier necesidad que tenga, ya sea para sanidad, paz, prosperidad, alegría o cualquier cosa que Dios prometió en Su Palabra,  la recibo como si fuera un grano de mostaza.  A pesar que mis circunstancias no muestren cambio, una vez que he plantado la semilla (La Palabra de Dios) en mi corazón,  estoy seguro que el tiempo de la cosecha llegará.  Por lo tanto, siembro la semilla, y por la fidelidad y diligencia que la cuido (meditando en ella y hablándola a mi vida), esta continúa creciendo y aumentando hasta que sus raíces cubren toda mi vida.  Conforme sus ramas continúan extendiéndose, llenando mi vida entera con la realidad de Su verdad, la manifestación comienza a brotar en mi vida.  Soy  fiel y diligente, creo y hablo la Palabra de Dios en mi vida, Jesús es La Palabra.  Jesús dentro de mí crece y crece hasta que tengo una cosecha tan abundante que tengo mucho más para compartir con otras personas necesitadas y también ellas puedan recibir y todo esto trae gloria y alabanza a nuestro Padre Celestial.


Si no has recibido a  Jesús tú Señor simplemente has la siguiente oración creyendo en tu corazón y Cristo será su Salvador:

Padre Celestial, vengo a ti en el nombre de Jesús. Tu Palabra dice: «Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo» y «que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo» (Hechos 2:21; Romanos 10:9). Dijiste que sería salvo cuando el Espíritu Santo venga a morar en mí y me haga nacer de nuevo (Juan
3:5-6, 15-16; Romanos 8:9-11), y que si te lo pido, seré lleno del Espíritu y podré hablar en otras lenguas (Lucas 11:13; Hechos 2:4).
Confío en tu Palabra. Confieso que Jesús es el Señor y creo en mi corazón que lo resucitaste de entre los muertos. Gracias por entrar a mi corazón, por darme tu Santo Espíritu como lo prometiste y por ser el Señor de mi vida. Amén.