Isaías 54: 7 – 10; Jeremías 29:11; Romanos 5:10; 2 Corintios 4:17; Salmo 119:65; Romanos 8:38-39; Salmo 103:1-6; Hebreos 8:6; 10:15-17
“Por un breve momento te abandoné, pero te
recogeré con grandes misericordias. Con un poco de ira escondí mi rostro de ti
por un momento; pero con misericordia eterna tendré compasión de ti”, dice
Jehová, tu Redentor. Porque esto me será como en los días de Noé, cuando juré
que nunca más las aguas de Noé pasarían sobre la tierra. Asimismo he jurado que
no me enojaré contra ti ni te reñiré. Porque los montes se moverán y los
collados temblarán, pero no se apartará de ti mi misericordia ni el pacto de mi
paz se romperá.
Porque yo sé muy bien los planes que tengo para ustedes afirma el Señor,
planes de bienestar y no de calamidad, a fin de darles un futuro y una
esperanza.
Porque si, cuando éramos enemigos de Dios, fuimos reconciliados con él
mediante la muerte de su Hijo, ¡con cuánta más razón, habiendo sido reconciliados,
seremos salvados por su vida!
Pues los sufrimientos ligeros y efímeros que ahora padecemos producen
una gloria eterna que vale muchísimo más que todo sufrimiento.
Tú, Señor, tratas bien a tu siervo, conforme a Tu Palabra.
Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni
los demonios, ni lo presente ni lo por
venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la
creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús
nuestro Señor.
Alaba, alma mía, al Señor; alabe todo mi ser Su santo Nombre. Alaba, alma mía, al Señor, y no olvides
ninguno de sus beneficios. Él perdona
todos tus pecados y sana todas tus dolencias; Él rescata tu vida del sepulcro y
te cubre de amor y compasión; Él colma de bienes tu vida y te rejuvenece como a las águilas. El Señor
hace justicia y defiende a todos los oprimidos. Dio a conocer sus caminos a
Moisés; reveló sus obras al pueblo de Israel. El Señor es clemente y compasivo,
lento para la ira y grande en amor. No sostiene para siempre su querella ni
guarda rencor eternamente. No nos trata conforme a nuestros pecados ni nos paga
según nuestras maldades. Tan grande es
su amor por los que le temen como alto es el cielo sobre la tierra. Tan lejos de nosotros echó nuestras
transgresiones como lejos del oriente está el occidente. Tan
compasivo es el Señor con los que le temen como lo es un padre con sus hijos. Él conoce nuestra condición; sabe que somos de
barro. El hombre es como la hierba, sus días florecen como la flor del campo: sacudida
por el viento, desaparece sin dejar rastro alguno. Pero el amor del Señor es
eterno y siempre está con los que le temen; su justicia está con los hijos de
sus hijos, con los que cumplen Su pacto
y se acuerdan de Sus preceptos para ponerlos por obra. El Señor ha establecido su trono en el cielo;
su reinado domina sobre todos. Alaben al
Señor, ustedes sus ángeles, paladines que ejecutan su palabra y obedecen su
mandato. Alaben al Señor, todos sus
ejércitos, siervos suyos que cumplen su voluntad. Alaben al Señor, todas sus
obras en todos los ámbitos de su dominio. ¡Alaba, alma mía, al Señor!
Pero el servicio sacerdotal que Jesús ha recibido es superior al de
ellos, así como el pacto del cual es mediador es superior al antiguo, puesto
que se basa en mejores promesas.
También el Espíritu Santo nos da testimonio de ello. Primero dice: Éste
es el pacto que haré con ellos después de aquellos días, dice el Señor: Pondré
mis leyes en su corazón, y las escribiré en su mente. Después añade: "Y
nunca más me acordaré de sus pecados y maldades."
DECLARACIÓN DE FE DE ACUERDO A LA PALABRA DE DIOS
El inmenso amor del Señor Jesús me ha sacado
de la tierra de la oscuridad; por lo que hoy tengo en una comunión permanente y
perfecta con Él. Todas Sus acciones hoy
muestran una profunda compasión y bondad eterna hacia mí. Aunque las montañas se tambaleen y las
colinas sean quitadas, el amor de Dios hacia mí no fallará porque grande es Su
misericordia y Su pacto conmigo no se romperá.
Si no has
recibido a Jesús tú Señor, te invito a hacer la siguiente oración creyendo en tu corazón y Jesucristo
será tu Salvador:
Padre
Celestial, vengo a ti en el nombre de Jesús. Tu Palabra dice: «Y todo aquel que
invocare el nombre del Señor, será salvo» y «que si confesares con tu boca que
Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos,
serás salvo» (Hechos 2:21; Romanos 10:9). Dijiste que sería salvo cuando el
Espíritu Santo venga a morar en mí y me haga nacer de nuevo (Juan 3:5-6, 15-16;
Romanos 8:9-11), y que si te lo pido, seré lleno del Espíritu y podré hablar en
otras lenguas (Lucas 11:13; Hechos 2:4).
Confío en tu
Palabra. Confieso que Jesús es el Señor y creo en mi corazón que lo resucitaste
de entre los muertos. Gracias por entrar a mi corazón, por darme tu Santo Espíritu
como lo prometiste y por ser el Señor de mi vida. Amén.
Si tus has hecho esta oración escríbeme o esta Palabra
te bendice favor de hacérmelo saber.