Hebreos 9:24-28; Levíticos 16:2-3; Hebreos 8:2-5; 9:1, 11, 12; 10:10; Tito 3:4-7 Romanos 6:7, 14; 8:1; 1 Corintios 15:56-57; Juan 5:24; 14:1-3
Porque Cristo no entró en el Santuario hecho
por mano de hombre, que era sólo copia del Santuario verdadero, sino que entró
en el mismo cielo, donde ahora se presenta por nosotros ante Dios. Tampoco entró para ofrecerse muchas veces a
sí mismo, como entra el sumo sacerdote en el Lugar Santísimo, cada año con
sangre ajena. De otra manera, a Cristo le hubiera sido necesario padecer muchas
veces desde la creación del mundo. Pero ahora, al final de los siglos, se
presentó una sola vez para siempre, para quitar el pecado, por medio del
sacrificio de sí mismo. Y así como está
ordenado que los hombres mueran una vez, y después enfrenten el juicio, así
también Cristo fue ofrecido una sola vez, para quitar los pecados de muchos. Y
la segunda vez, sin relación con el pecado, aparecerá para salvar a los que lo
esperan ansiosamente.
Y Jehová dijo a Moisés: Di a
Aarón, tu hermano, que no entre en todo tiempo en el santuario
detrás del velo, delante del propiciatorio que está sobre el Arca, para que no
muera, pues yo apareceré en la nube
sobre el propiciatorio. Aarón entrará en el santuario con esto: un becerro para
la expiación y un carnero para el holocausto.
Él es ministro del santuario y de aquel verdadero tabernáculo que
levantó el Señor y no el hombre. Todo Sumo sacerdote está constituido para
presentar ofrendas y sacrificios, por lo
cual es necesario que también este tenga algo que ofrecer. Así que, si estuviera sobre la tierra, ni siquiera sería sacerdote, habiendo aún sacerdotes que presentan las
ofrendas según la Ley. Estos sirven a lo que es figura y sombra de las cosas celestiales, como se le advirtió a Moisés cuando iba a
erigir el Tabernáculo, diciéndole: Mira, haz todas las cosas conforme al modelo que se
te ha mostrado en el monte.
Ahora bien, aun el primer pacto
tenía ordenanzas de culto y un santuario terrenal, Pero estando ya presente Cristo, Sumo sacerdote de los bienes venideros, por
el más amplio y más perfecto
tabernáculo, no hecho de manos, es decir,
no de esta creación, y no por
sangre de machos cabríos ni de becerros,
sino por su propia sangre, entró
una vez para siempre en el Lugar santísimo,
habiendo obtenido eterna redención.
En esa voluntad somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de
Jesucristo hecha una vez para siempre.
Pero cuando se manifestó la bondad de Dios, nuestro Salvador, y su amor para con la
humanidad, nos salvó, no por obras de
justicia que nosotros hubiéramos hecho,
sino por su misericordia, por el
lavamiento de la regeneración y por la
renovación en el Espíritu Santo, el cual
derramó en nosotros abundantemente por
Jesucristo, nuestro Salvador, para
que, justificados por su gracia, llegáramos a ser herederos conforme a la
esperanza de la vida eterna.
Porque, el que ha muerto ha sido
justificado del pecado.
Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en
Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu,
Porque el aguijón de la muerte es el pecado, y el poder del pecado es la Ley. Pero gracias
sean dadas a Dios, que nos da la
victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo.
De cierto, de cierto os digo: El
que oye mi palabra y cree al que me envió tiene vida eterna, y no vendrá a condenación, sino que ha pasado de muerte a vida.
No se turbe vuestro corazón;
creéis en Dios, creed también en
mí. En la casa de mi Padre muchas moradas hay;
si así no fuera, yo os lo hubiera
dicho; voy, pues,
a preparar lugar para vosotros. Y
si me voy y os preparo lugar, vendré
otra vez y os tomaré a mí mismo, para que donde yo esté, vosotros también estéis.
DECLARACION DE FE DE ACUERDO A
LA PALABRA DE DIOS.
Cuando el Señor Jesús me redimió,
El no entró a un santuario hecho por manos de hombre. El Señor Jesús entró al cielo y ahora se
presenta ante el Padre Celestial en mi nombre. El no entro al cielo para
ofrecerse una y otra vez cada vez que fallo y peco, de la forma en que los
sacerdotes del antiguo pacto solían hacerlo con la sangre de toros y machos
cabríos. En su lugar, Jesús apareció para
acabar de una vez por todas con el pecado por medio del sacrificio de Sí mismo.
Por lo tanto, el pecado ya no tiene poder
en mi vida. Así como el hombre está
destinado a morir una vez, y después de esto el juicio, así también Cristo fue ofrecido
una sola vez para quitar mis pecados y librarme
del juicio para condenación eterna.
Si no has recibido a Jesús tú Señor simplemente has la siguiente
oración creyendo en tu corazón y Cristo será su Salvador:
Padre Celestial, vengo a ti
en el nombre de Jesús. Tu Palabra dice: «Y todo aquel que invocare el nombre
del Señor, será salvo» y «que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor,
y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo»
(Hechos 2:21; Romanos 10:9). Dijiste que sería salvo cuando el Espíritu Santo
venga a morar en mí y me haga nacer de nuevo (Juan 3:5-6, 15-16; Romanos 8:9-11), y que si te lo pido, seré lleno del
Espíritu y podré hablar en otras lenguas (Lucas 11:13; Hechos 2:4).
Confío en tu Palabra.
Confieso que Jesús es el Señor y creo en mi corazón que lo resucitaste de entre
los muertos. Gracias por entrar a mi corazón, por 0darme tu Santo Espíritu como
lo prometiste y por ser el Señor de mi vida. Amén.
Si tus has hecho esta oración escríbeme a la siguiente dirección:
enriqueibarra.@integra.com.sv