miércoles, 13 de febrero de 2013

He puesto mi mirada en el Señor Jesucristo.


Colosenses 3:1-4; Efesios 1:17-23; 2:1-10; Gálatas 2:20-21; Mateo 6:10-11, 19-21; Juan 4:24

Ya que han resucitado con Cristo, busquen las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la derecha de Dios. Concentren su atención en las cosas de arriba, no en las de la tierra, pues ustedes han muerto y su vida está escondida con Cristo en Dios.   Cuando Cristo, que es la vida de ustedes, se manifieste, entonces también ustedes serán manifestados con él en gloria.

Pido que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre glorioso, les dé el Espíritu de sabiduría y de revelación, para que lo conozcan mejor.   Pido también que les sean iluminados los ojos del corazón para que sepan a qué esperanza él los ha llamado, cuál es la riqueza de su gloriosa herencia entre los santos, y cuán incomparable es la grandeza de su poder a favor de los que creemos. Ese poder es la fuerza grandiosa y eficaz  que Dios ejerció en Cristo cuando lo resucitó de entre los muertos y lo sentó a su derecha en las regiones celestiales,    muy por encima de todo gobierno y autoridad, poder y dominio, y de cualquier otro nombre que se invoque, no sólo en este mundo sino también en el venidero.  Dios sometió todas las cosas al dominio de Cristo, y lo dio como cabeza de todo a la iglesia. Ésta, que es su cuerpo, es la plenitud de aquel que lo llena todo por completo.  

En otro tiempo ustedes estaban muertos en sus transgresiones y pecados,  en los cuales andaban conforme a los poderes de este mundo. Se conducían según el que gobierna las tinieblas, según el espíritu que ahora ejerce su poder en los que viven en la desobediencia.  En ese tiempo también todos nosotros vivíamos como ellos, impulsados por nuestros deseos pecaminosos, siguiendo nuestra propia voluntad y nuestros propósitos. Como los demás, éramos por naturaleza objeto de la ira de Dios.  Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor por nosotros, nos dio vida con Cristo, aun cuando estábamos muertos en pecados. ¡Por gracia ustedes han sido salvados! Y en unión con Cristo Jesús, Dios nos resucitó y nos hizo sentar con él en las regiones celestiales,  para mostrar en los tiempos venideros la incomparable riqueza de su gracia, que por su bondad derramó sobre nosotros en Cristo Jesús. Porque por gracia ustedes han sido salvados mediante la fe; esto no procede de ustedes, sino que es el regalo de Dios, no por obras, para que nadie se jacte.  Porque somos hechura de Dios, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios dispuso de antemano a fin de que las pongamos en práctica.  

He sido crucificado con Cristo, y ya no vivo yo sino que Cristo vive en  mí. Lo que ahora vivo en el cuerpo, lo vivo por la fe en el Hijo de Dios, quien me amó y dio su vida por mí. No desecho la gracia de Dios. Si la justicia se obtuviera mediante la ley, Cristo habría muerto en vano.

Venga tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.   Danos hoy nuestro pan cotidiano.

No acumulen para sí tesoros en la tierra, donde la polilla y el óxido  destruyen, y donde los ladrones se meten a robar.  Más bien, acumulen para sí tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el óxido carcomen, ni los ladrones se meten a robar. Porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón.

Dios es espíritu, y quienes lo adoran deben hacerlo en espíritu y en verdad.

DECLARACIÓN DE FE DE ACUERDO A LA PALABRA DE DIOS.

Desde que el Señor Jesús vino a morar en mi vida y ser Señor de ella, resucité, Hoy El gobierna mi vida, soy nueva  criatura, he nacido de nuevo  en Cristo, por lo tanto he puesto mi corazón en las cosas de arriba, donde Cristo está sentado a la diestra de Dios. He determinado hacer al Señor Jesús el centro de mi vida, y poner mi mirada sólo en las cosas espirituales que es Dios, y no en las cosas de la tierra, porque morí juntamente con Jesús en la cruz  (en lo que respecta a mi vieja naturaleza pecaminosa), resucite en Cristo y mi vida hoy está escondida en Cristo, en Dios. Mi Padre es Espíritu, por lo tanto, voy a adorar al Señor Jesucristo, recibo al Señor Jesús, y tengo comunión con El, en el espíritu. Cuando Cristo,  mi vida aparezca,  también yo seré manifestado con Él en Su gloria.


Si no has recibido a  Jesús tú Señor simplemente has la siguiente oración creyendo en tu corazón y Cristo será su Salvador:
Padre Celestial, vengo a ti en el nombre de Jesús. Tu Palabra dice: «Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo» y «que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo» (Hechos 2:21; Romanos 10:9). Dijiste que sería salvo cuando el Espíritu Santo venga a morar en mí y me haga nacer de nuevo (Juan 3:5-6, 15-16; Romanos 8:9-11), y que si te lo pido, seré lleno del Espíritu y podré hablar en otras lenguas (Lucas 11:13; Hechos 2:4).
Confío en tu Palabra. Confieso que Jesús es el Señor y creo en mi corazón que lo resucitaste de entre los muertos. Gracias por entrar a mi corazón, por 0darme tu Santo Espíritu como lo prometiste y por ser el Señor de mi vida. Amén.

Si tus has hecho esta oración escríbeme a la siguiente dirección: sejibarra@yahoo.es

Puedes ver otros blogs
·         La lectura de la Palabra de Dios en diferentes versiones.
·         La enseñanza de la semana