Romanos 6:2-14; Gálatas 2:16-21; 3:27; 6:15; Colosenses 2:11-15; 3:1, 5; Juan 15:5
¡De ninguna manera!
Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él? ¿O no
sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte?, porque
somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los
muertos por la gloria del Padre, así
también nosotros andemos en vida nueva. Si fuimos plantados juntamente con él
en la semejanza de su muerte, así
también lo seremos en la de su resurrección; sabiendo esto,
que nuestro viejo hombre fue
crucificado juntamente con él, para que
el cuerpo del pecado sea destruido, a
fin de que no sirvamos más al pecado, porque,
el que ha muerto ha sido justificado del pecado. Y si morimos con Cristo, creemos que también viviremos con él, y sabemos que Cristo, habiendo resucitado de los muertos, ya no muere;
la muerte no se enseñorea más de él. En cuanto murió, al pecado murió una vez por todas; pero en cuanto vive, para Dios vive. Así también vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro. No reine,
pues, el pecado en vuestro cuerpo
mortal, de modo que lo obedezcáis en sus
apetitos; ni tampoco presentéis
vuestros miembros al pecado como instrumentos de iniquidad, sino presentaos vosotros mismos a Dios como vivos de entre los muertos, y vuestros miembros a Dios como instrumentos
de justicia. El pecado no se enseñoreará
de vosotros, pues no estáis bajo la
Ley, sino bajo la gracia.
Sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la Ley, sino por la fe de Jesucristo, nosotros también hemos creído en Jesucristo, para ser justificados por la fe de
Cristo y no por las obras de la
Ley, por cuanto por las obras de la Ley
nadie será justificado. Ahora bien, si buscando ser justificados en Cristo, también nosotros resultamos ser
pecadores, ¿es por eso Cristo ministro
de pecado? ¡De ninguna manera! Porque si las cosas que destruí, las mismas vuelvo a edificar, transgresor me hago. Yo por la Ley morí para la Ley, a fin de vivir para Dios. Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por
mí. No desecho la gracia de Dios, pues si por la Ley viniera la justicia, entonces en
vano murió Cristo.
Pues todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos.
Porque, en Cristo Jesús, ni la circuncisión vale nada ni la
incircuncisión, sino la nueva criatura.
En él también fuisteis circuncidados con circuncisión no hecha por mano
de hombre, sino por la circuncisión de
Cristo, en la cual sois despojados de
vuestra naturaleza pecaminosa. Con él
fuisteis sepultados en el bautismo, y en
él fuisteis también resucitados por la
fe en el poder de Dios que lo levantó de los muertos. Y a vosotros, estando muertos en pecados y en la
incircuncisión de vuestra carne, os dio
vida juntamente con él, perdonándoos
todos los pecados. Él anuló el acta de
los decretos que había contra nosotros,
que nos era contraria, y la quitó de en medio clavándola en la cruz. Y
despojó a los principados y a las autoridades
y los exhibió públicamente,
triunfando sobre ellos en la cruz.
Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las
cosas de arriba, donde está Cristo
sentado a la diestra de Dios.
Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros: fornicación,
impureza, pasiones
desordenadas, malos deseos y
avaricia, que es idolatría.
Yo soy la vid,
vosotros los pámpanos; el que
permanece en mí y yo en él, este lleva
mucho fruto, porque separados de mí nada
podéis hacer
DECLARACION
DE FE DE ACUERDO A LA PALABRA DE DIOS
He muerto al pecado, por lo tanto, ya no vivo
más en él. Cuando fui bautizado en Jesús,
también fui bautizado en Su muerte. Fui
enterrado con El en el bautismo en la muerte, a fin de que, al igual que Jesús
resucitó de entre los muertos, yo también pueda ser levantado a una nueva vida por
medio de Él. Por esto estoy perfectamente
identificado con Su muerte, sepultura y resurrección. Fue Jesús quien me sustituyó, sufrió el
castigo por mis pecados, y al ver todo lo que Jesús hizo por mí no puedo más
que estar perfectamente unido con Él en Su muerte, y también en Su resurrección. Mi viejo “yo” espiritual ha muerto y ha sido crucificado con
Jesús a fin de librarme de la esclavitud del poder del pecado. Como nacido de nuevo de Dios, mi vieja
naturaleza ya no tiene el poder de controlar mis acciones. He muerto con Jesús y hoy soy totalmente libre!
Si no has recibido a Jesús tú Señor simplemente has la siguiente
oración creyendo en tu corazón y Cristo será su Salvador:
Padre Celestial, vengo a ti
en el nombre de Jesús. Tu Palabra dice: «Y todo aquel que invocare el nombre
del Señor, será salvo» y «que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor,
y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo»
(Hechos 2:21; Romanos 10:9). Dijiste que sería salvo cuando el Espíritu Santo
venga a morar en mí y me haga nacer de nuevo (Juan 3:5-6, 15-16; Romanos 8:9-11), y que si te lo pido, seré lleno del
Espíritu y podré hablar en otras lenguas (Lucas 11:13; Hechos 2:4).
Confío en tu Palabra. Confieso
que Jesús es el Señor y creo en mi corazón que lo resucitaste de entre los
muertos. Gracias por entrar a mi corazón, por 0darme tu Santo Espíritu como lo
prometiste y por ser el Señor de mi vida. Amén.
Si tus has hecho esta oración escríbeme a la siguiente dirección:
enriqueibarra.@integra.com.sv