miércoles, 5 de octubre de 2011

¡Tenemos salvación en Cristo Jesús!


 1 Tesalonicenses 5:4-11; Juan 3:16-21, 5:24, 14:1-3; 1 Juan 2:8; Efesios 5:8; Santiago 1:17; 2 Timoteo 1:7
Pero ustedes, hermanos, no están viviendo en la oscuridad como para que ese día los tome por sorpresa como un ladrón.  Todos ustedes pertenecen a la luz y al día; no pertenecemos a la noche ni a la oscuridad.  Entonces no debemos ser como los demás ni estar dormidos, sino estar despiertos y tener dominio propio. Pues los que duermen, duermen de noche y los que se emborrachan, se emborrachan de noche.  Nosotros pertenecemos al día, así que debemos tener control de nosotros mismos, protegiéndonos con nuestra fe y nuestro amor, y usando la esperanza de salvación como un casco protector.  Dios no nos ha escogido para sufrir sus castigos, sino que nos escogió para tener salvación a través de nuestro Señor Jesucristo.  Jesús murió por nosotros para que vivamos junto con él. Así que no importa si estamos vivos o muertos cuando él regrese.  Por eso, anímense unos a otros y fortalézcanse en la fe, así como lo están haciendo ahora.

Dios amó tanto al mundo que dio a su Hijo único para que todo el que crea en él no se pierda, sino que tenga vida eterna.  Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para salvarlo por medio de él. El que crea en el Hijo de Dios no será condenado. Pero el que no cree ya ha sido condenado por no haber creído en el único Hijo de Dios.  La gente del mundo será juzgada porque con sus malas acciones no quiso la luz que vino al mundo, sino que prefirió la oscuridad.  Odia la luz y no se acerca a ella porque la luz muestra todo lo malo que la gente ha hecho. Pero todo aquel que sigue la verdad se acerca a la luz para que muestre que sus hechos se hicieron por obra de Dios.

Les digo la verdad: si alguien oye mis palabras y cree en el Padre que me envió, tiene vida eterna y no será juzgado, porque ya ha pasado de la muerte a la vida.

No se angustien. Confíen en Dios y confíen también en mí. Hay muchos lugares en la casa de mi Padre. Si no fuera así, se lo diría. Voy a prepararles un lugar,  y si voy y preparo un lugar para ustedes, regresaré. Los llevaré conmigo para que estén donde estoy yo.

Por otra parte, les estoy escribiendo este mandamiento nuevo que ha sido demostrado en la vida de Jesús y en la de ustedes, porque la oscuridad está llegando a su fin y ya brilla la verdadera luz.

Les digo esto porque ustedes estaban antes en la oscuridad, pero ahora están en la luz del Señor. Por lo tanto, vivan como hijos que pertenecen a la luz.

Todo lo bueno que hemos recibido, todo don perfecto, viene de Dios, del Padre creador de los astros del cielo, en quien nunca hay cambio ni sombra.

Porque el Espíritu que Dios nos ha dado no nos hace cobardes, sino que él es para nosotros fuente de poder, amor y buen juicio.


DECLARACIÓN DE FE DE ACUERDO A LA PALABRA DE DIOS

No vivo en la oscuridad para que la venida del Señor Jesus me tome por sorpresa.  Soy un hijo de la Luz.  No pertenezco a la noche ni a las tinieblas. Por lo tanto, no soy como los demás, que están dormidos,  sino que permanezco alerta y con dominio propio.  Tengo dominio propio, me pongo la fe y el amor como una coraza,  y la esperanza de salvación como yelmo. Dios no me ha llamado para sufrir Su ira, sino para alcanzar salvación por medio de Jesucristo, mi Señor y mi Dios.  El Señor Jesús murió para que ya sea que duerma o este despierto, viviré para siempre con El.   En esto encuentro tremendo consuelo y esperanza, por lo tanto, voy a animar a otros y a edificarlos en anticipación para ese gran día.


Si no has recibido a  Jesús tú Señor simplemente has la siguiente oración creyendo en tu corazón y Cristo será su Salvador:

Padre Celestial, vengo a ti en el nombre de Jesús. Tu Palabra dice: «Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo» y «que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo» (Hechos 2:21; Romanos 10:9). Dijiste que sería salvo cuando el Espíritu Santo venga a morar en mí y me haga nacer de nuevo (Juan
3:5-6, 15-16; Romanos 8:9-11), y que si te lo pido, seré lleno del Espíritu y podré hablar en otras lenguas (Lucas 11:13; Hechos 2:4).
Confío en tu Palabra. Confieso que Jesús es el Señor y creo en mi corazón que lo resucitaste de entre los muertos. Gracias por entrar a mi corazón, por darme tu Santo Espíritu como lo prometiste y por ser el Señor de mi vida. Amén.

Si tus has hecho esta oración escríbeme a la siguiente dirección: enriqueibarra.@integra.com.sv