Marcos 16:15-20; Isaías 61:1-3; Mateo 28:18-20;
Colosenses 1:23; 2 Corintios 5:18-20; Juan 3:18, 36; Hechos 2:4; 5:12; Lucas
9:1-2; 10:17-19; 1 Corintios 14:5; Santiago 5:14-16;
Salmo 91:10-13; Hebreos 2:11; Efesios 2:6
Y les dijo: —Id por todo el mundo y predicad el
evangelio a toda criatura. El que crea y sea bautizado, será salvo; pero el que
no crea, será condenado. Estas señales seguirán a los que creen: En mi nombre
echarán fuera demonios, hablarán nuevas lenguas, tomarán serpientes en las
manos y, aunque beban cosa mortífera, no les hará daño; sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán. Y
el Señor, después que les habló, fue recibido arriba en el cielo y se sentó a
la diestra de Dios. Ellos, saliendo, predicaron en todas partes, ayudándolos el
Señor y confirmando la palabra con las señales que la acompañaban. Amén.
El Espíritu del Señor omnipotente está sobre mí, por cuanto me ha ungido
para anunciar buenas nuevas a los pobres. Me ha enviado a sanar los corazones
heridos, a proclamar liberación a los cautivos y libertad a los prisioneros, a
pregonar el año del favor del Señor y el día de la venganza de nuestro Dios, a
consolar a todos los que están de duelo, y a confortar a los dolientes de Sión. En vez de cenizas, aceite de alegría en vez de luto,
traje de fiesta en vez de espíritu de desaliento. Serán llamados robles de
justicia, plantío del Señor, para mostrar su gloria.
Jesús se acercó entonces a ellos y les dijo: --Se me ha dado toda
autoridad en el cielo y en la tierra. Por tanto, vayan y hagan discípulos de
todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del
Espíritu Santo, enseñándoles a obedecer todo lo que les he mandado a ustedes. Y
les aseguro que estaré con ustedes siempre, hasta el fin del mundo.
Con tal de que se mantengan firmes en la fe, bien
cimentados y estables, sin abandonar la esperanza que ofrece el evangelio. Éste
es el evangelio que ustedes oyeron y que ha sido proclamado en toda la creación
debajo del cielo, y del que yo, Pablo, he llegado a ser servidor.
Todo esto proviene de Dios, quien por medio de
Cristo nos reconcilió consigo mismo y nos dio el ministerio de la
reconciliación: esto es, que en Cristo, Dios estaba reconciliando al mundo
consigo mismo, no tomándole en cuenta sus pecados y encargándonos a nosotros el
mensaje de la reconciliación. Así que
somos embajadores de Cristo, como si Dios los exhortara a ustedes por medio de
nosotros: "En nombre de Cristo les rogamos que se reconcilien con
Dios."
El que cree en él no es condenado, pero el que no
cree ya está condenado por no haber creído en el nombre del Hijo unigénito de
Dios.
El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el
que rechaza al Hijo no sabrá lo que es esa vida, sino que permanecerá bajo el
castigo de Dios.
Todos fueron llenos del Espíritu Santo y
comenzaron a hablar en diferentes lenguas, según el Espíritu les concedía
expresarse.
Por medio de los apóstoles ocurrían muchas
señales y prodigios entre el pueblo; y todos los creyentes se reunían de común
acuerdo en el Pórtico de Salomón.
Habiendo reunido a los doce, Jesús les dio poder
y autoridad para expulsar a todos los demonios y para sanar enfermedades. Entonces
los envió a predicar el reino de Dios y a sanar a los enfermos.
Cuando los setenta y dos regresaron, dijeron
contentos: Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre. Yo veía a
Satanás caer del cielo como un rayo --respondió él--. Sí, les he dado autoridad a ustedes para
pisotear serpientes y escorpiones y vencer todo el poder del enemigo; nada les
podrá hacer daño.
Yo quisiera que todos ustedes hablaran en lenguas,
pero mucho más que profetizaran. El que profetiza aventaja al que habla en
lenguas, a menos que éste también interprete, para que la iglesia reciba
edificación.
¿Está enfermo alguno de ustedes? Haga llamar a
los ancianos de la iglesia para que oren por él y lo unjan con aceite en el
nombre del Señor. La oración de fe sanará al enfermo y el Señor lo levantará. Y
si ha pecado, su pecado se le perdonará. Por eso, confiésense unos a otros sus
pecados, y oren unos por otros, para que sean sanados. La oración del justo es
poderosa y eficaz.
Ningún mal habrá de sobrevenirte, ninguna
calamidad llegará a tu hogar. Porque él
ordenará que sus ángeles te cuiden en todos tus caminos. Con sus propias manos
te levantarán para que no tropieces con piedra alguna. Aplastarás al león y a la víbora; ¡hollarás
fieras y serpientes!
Tanto el que santifica como los que son
santificados tienen un mismo origen, por lo cual Jesús no se avergüenza de
llamarlos hermanos,
Y en unión con Cristo Jesús, Dios nos resucitó y
nos hizo sentar con él en las regiones celestiales
DECLARACIÓN
DE FE DE ACUERDO A LA PALABRA DE DIOS
He
recibido el mandamiento de proclamar el Evangelio de Jesús a todas
las personas de este mundo. Aquellos que
crean y sean bautizados se salvarán, pero los que no crean ya han sido condenados.
A medida que camino y confió en Su Palabra, estas señales me seguirán: En
el nombre de Jesús, el demonio se aparta por la presencia de Jesús en mi y lo echo
fuera, hablo
en lenguas; si es necesario, tomo las víboras sin ser dañado; si bebo veneno,
no me daña, y cuando pongo mis manos y declaro la Palabra de Dios en Su Nombre sobre
los enfermos, éstos se sanan. Jesús es mi Señor, mi Hermano, mi Intercesor y Sumo
Sacerdote de mi confesión, ahora está sentado a la diestra de la Majestad del
Padre en las alturas, y Él me ha llamado a tomar mi lugar a Su lado. Conforme proclamo las Buenas Nuevas del
Evangelio de Jesús, Él está obrando en mí, confirmando Su Palabra con las
señales, maravillas, y milagros que me acompañan.
Si no has
recibido a Jesús tú Señor, te invito a hacer la siguiente oración creyendo en tu corazón y Jesucristo
será tu Salvador:
Padre
Celestial, vengo a ti en el nombre de Jesús. Tu Palabra dice: «Y todo aquel que
invocare el nombre del Señor, será salvo» y «que si confesares con tu boca que
Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos,
serás salvo» (Hechos 2:21; Romanos 10:9). Dijiste que sería salvo cuando el
Espíritu Santo venga a morar en mí y me haga nacer de nuevo (Juan 3:5-6, 15-16;
Romanos 8:9-11), y que si te lo pido, seré lleno del Espíritu y podré hablar en
otras lenguas (Lucas 11:13; Hechos 2:4).
Confío en tu
Palabra. Confieso que Jesús es el Señor y creo en mi corazón que lo resucitaste
de entre los muertos. Gracias por entrar a mi corazón, por darme tu Santo
Espíritu como lo prometiste y por ser el Señor de mi vida. Amén.
Si tus has hecho esta oración escríbeme o esta Palabra
te bendice favor de hacérmelo saber.
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