martes, 6 de diciembre de 2011

El Señor Jesús lo ha confirmado todo.


2 Samuel 5:7-14; 2 Crónicas 20:20; Deuteronomio 28:1; Juan 14:15; Isaías 53:4-5; Salmo 103:1-5; Éxodo 15:26; Santiago 5:24-16  

  

Pero David tomó la fortaleza de Sión, que es la ciudad de David. David había dicho aquel día: Todo el que ataque a los jebuseos,  que suba por el canal  y hiera a los cojos y ciegos,  a los cuales aborrece el alma de David.  De aquí el dicho: Ni ciego ni cojo entrará en la Casa. David se instaló en la fortaleza y le puso por nombre la Ciudad de David.  Edificó una muralla en derredor,  desde Milo hacia el interior. E iba David adelantando y engrandeciéndose,  y Jehová Dios de los ejércitos estaba con él. También Hiram,  rey de Tiro,  envió embajadores a David,  así como madera de cedro,  carpinteros y canteros para los muros,  los cuales edificaron la casa de David. David supo entonces que Jehová lo había confirmado como rey de Israel,  y que había engrandecido su reino por amor de su pueblo Israel. David tomó más concubinas y mujeres de Jerusalén,  después que vino de Hebrón,  y le nacieron más hijos e hijas. Estos son los nombres de los que le nacieron en Jerusalén: Samúa,  Sobab,  Natán,  Salomón.

Cuando se levantaron por la mañana,  salieron al desierto de Tecoa.  Mientras ellos salían,  Josafat,  puesto en pie,  dijo: Oídme,  Judá y habitantes de Jerusalén.  Creed en Jehová,  vuestro Dios y estaréis seguros;  creed a sus profetas y seréis prosperados.

Acontecerá que si oyes atentamente la voz de Jehová,  tu Dios,  para guardar y poner por obra todos sus mandamientos que yo te prescribo hoy,  también Jehová,  tu Dios,  te exaltará sobre todas las naciones de la tierra.

Si me amáis,  guardad mis mandamientos.

Ciertamente llevó él nuestras enfermedades y sufrió nuestros dolores,  ¡pero nosotros lo tuvimos por azotado, como herido y afligido por Dios! Más él fue herido por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados. Por darnos la paz,  cayó sobre él el castigo, y por sus llagas fuimos nosotros curados.

Bendice,  alma mía,  a Jehová, y bendiga todo mi ser su santo nombre. Bendice,  alma mía,  a Jehová, y no olvides ninguno de sus beneficios. Él es quien perdona todas tus maldades, el que sana todas tus dolencias, el que rescata del hoyo tu vida, el que te corona de favores y misericordias, el que sacia de bien tu boca  de modo que te rejuvenezcas como el águila.

Les dijo: Si escuchas atentamente la voz de Jehová,  tu Dios,  y haces lo recto delante de sus ojos,  das oído a sus mandamientos y guardas todos sus estatutos,  ninguna enfermedad de las que envié sobre los egipcios traeré sobre ti,  porque yo soy Jehová,  tu sanador.

¿Está alguno enfermo entre vosotros?  Llame a los ancianos  de la iglesia para que oren por él,  ungiéndolo con aceite  en el nombre del Señor. Y la oración de fe salvará al enfermo,  y el Señor lo levantará;  y si ha cometido pecados,  le serán perdonados


DECLARACION DE FE DE ACUERDO A LA PALABRA DE DIOS.

No me molestan los preceptos y mandamiento que manda en la Palabra de Dios. Lo que el Señor Jesús manda hacer lo creo y soy obediente a realizar. Siempre hay obstáculos que se presentan al obedecer a mi Señor Jesús pero sé que Él va conmigo, y no importa el que decir de los demás, hare lo que Él me está mandado hacer guiado por Su Espíritu y me da la victoria.   Por lo tanto, se creó que he sido salvo de todas las debilidades. Ya la enfermedad y la dolencia no pueden aferrarse a mí y si las hubiere sé que son pasajeras, porque soy obediente a Su Palabra y es mi decisión porque Jesús es el Señor de mi vida.

Si no has recibido a  Jesús tú Señor simplemente has la siguiente oración creyendo en tu corazón y Cristo será su Salvador:
Padre Celestial, vengo a ti en el nombre de Jesús. Tu Palabra dice: «Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo» y «que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo» (Hechos 2:21; Romanos 10:9). Dijiste que sería salvo cuando el Espíritu Santo venga a morar en mí y me haga nacer de nuevo (Juan 3:5-6, 15-16; Romanos 8:9-11), y que si te lo pido, seré lleno del Espíritu y podré hablar en otras lenguas (Lucas 11:13; Hechos 2:4).
Confío en tu Palabra. Confieso que Jesús es el Señor y creo en mi corazón que lo resucitaste de entre los muertos. Gracias por entrar a mi corazón, por 0darme tu Santo Espíritu como lo prometiste y por ser el Señor de mi vida. Amén.

Si tus has hecho esta oración escríbeme a la siguiente dirección: enriqueibarra.@integra.com.sv