2 Samuel 5:7-14; 2 Crónicas 20:20; Deuteronomio 28:1; Juan 14:15; Isaías 53:4-5; Salmo 103:1-5; Éxodo 15:26; Santiago 5:24-16
Pero David tomó la fortaleza de Sión, que es
la ciudad de David. David había dicho aquel día: Todo el que ataque a los
jebuseos, que suba por el canal y hiera a los cojos y ciegos, a los cuales aborrece el alma de David. De aquí el dicho: Ni ciego ni cojo entrará en
la Casa. David se instaló en la fortaleza y le puso por nombre la Ciudad de
David. Edificó una muralla en
derredor, desde Milo hacia el interior. E
iba David adelantando y engrandeciéndose,
y Jehová Dios de los ejércitos estaba con él. También Hiram, rey de Tiro,
envió embajadores a David, así
como madera de cedro, carpinteros y canteros
para los muros, los cuales edificaron la
casa de David. David supo entonces que Jehová lo había confirmado como rey de
Israel, y que había engrandecido su
reino por amor de su pueblo Israel. David tomó más concubinas y mujeres de
Jerusalén, después que vino de
Hebrón, y le nacieron más hijos e hijas.
Estos son los nombres de los que le nacieron en Jerusalén: Samúa, Sobab,
Natán, Salomón.
Cuando se levantaron por la mañana,
salieron al desierto de Tecoa.
Mientras ellos salían, Josafat, puesto en pie, dijo: Oídme,
Judá y habitantes de Jerusalén.
Creed en Jehová, vuestro Dios y
estaréis seguros; creed a sus profetas y
seréis prosperados.
Acontecerá que si oyes atentamente la voz de Jehová, tu Dios,
para guardar y poner por obra todos sus mandamientos que yo te prescribo
hoy, también Jehová, tu Dios,
te exaltará sobre todas las naciones de la tierra.
Si me amáis, guardad mis
mandamientos.
Ciertamente llevó él nuestras enfermedades y sufrió nuestros dolores, ¡pero nosotros lo tuvimos por azotado, como
herido y afligido por Dios! Más él fue herido por nuestras rebeliones, molido
por nuestros pecados. Por darnos la paz,
cayó sobre él el castigo, y por sus llagas fuimos nosotros curados.
Bendice, alma mía, a Jehová, y bendiga todo mi ser su santo
nombre. Bendice, alma mía, a Jehová, y no olvides ninguno de sus
beneficios. Él es quien perdona todas tus maldades, el que sana todas tus
dolencias, el que rescata del hoyo tu vida, el que te corona de favores y
misericordias, el que sacia de bien tu boca
de modo que te rejuvenezcas como el águila.
Les dijo: Si escuchas atentamente la voz de Jehová, tu Dios,
y haces lo recto delante de sus ojos,
das oído a sus mandamientos y guardas todos sus estatutos, ninguna enfermedad de las que envié sobre los
egipcios traeré sobre ti, porque yo soy
Jehová, tu sanador.
¿Está alguno enfermo entre vosotros?
Llame a los ancianos de la
iglesia para que oren por él, ungiéndolo
con aceite en el nombre del Señor. Y la
oración de fe salvará al enfermo, y el
Señor lo levantará; y si ha cometido
pecados, le serán perdonados
DECLARACION
DE FE DE ACUERDO A LA PALABRA DE DIOS.
No
me molestan los preceptos y mandamiento que manda en la Palabra de Dios. Lo que
el Señor Jesús manda hacer lo creo y soy obediente a realizar. Siempre hay obstáculos
que se presentan al obedecer a mi Señor Jesús pero sé que Él va conmigo, y no
importa el que decir de los demás, hare lo que Él me está mandado hacer guiado
por Su Espíritu y me da la victoria. Por lo tanto, se creó que he sido salvo de
todas las debilidades. Ya la enfermedad y la dolencia no pueden aferrarse a mí
y si las hubiere sé que son pasajeras, porque soy obediente a Su Palabra y es
mi decisión porque Jesús es el Señor de mi vida.
Si no has recibido a Jesús tú Señor simplemente has la siguiente
oración creyendo en tu corazón y Cristo será su Salvador:
Padre Celestial, vengo a ti
en el nombre de Jesús. Tu Palabra dice: «Y todo aquel que invocare el nombre
del Señor, será salvo» y «que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor,
y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo»
(Hechos 2:21; Romanos 10:9). Dijiste que sería salvo cuando el Espíritu Santo
venga a morar en mí y me haga nacer de nuevo (Juan 3:5-6, 15-16; Romanos 8:9-11), y que si te lo pido, seré lleno del
Espíritu y podré hablar en otras lenguas (Lucas 11:13; Hechos 2:4).
Confío en tu Palabra.
Confieso que Jesús es el Señor y creo en mi corazón que lo resucitaste de entre
los muertos. Gracias por entrar a mi corazón, por 0darme tu Santo Espíritu como
lo prometiste y por ser el Señor de mi vida. Amén.