viernes, 3 de diciembre de 2010

El Justo No Teme A Malas Noticias

Salmo 112: 1-9 (RV95)
 Bienaventurado  el hombre que teme a Jehová  y en sus mandamientos se deleita en gran manera.   Su descendencia será poderosa en la tierra;  la generación de los rectos será bendita.   Bienes y riquezas hay en su casa, y su justicia permanece para siempre.  Resplandeció en las tinieblas luz a los rectos; es clemente,  misericordioso y justo.  El hombre de bien tiene misericordia y presta; gobierna sus asuntos con justicia.  Por lo cual no resbalará jamás; en memoria eterna será el justo.   No tendrá temor de malas noticias; su corazón está firme,  confiado en Jehová.  Asegurado está su corazón;  no temerá,  hasta que vea en sus enemigos su deseo.  Reparte,  da a los pobres; su justicia permanece para siempre;  su poder será exaltado con gloria.

DECLARACION DE FE DE ACUERDO A LA PALABRA DE DIOS.

Le doy la debida reverencia a mi Padre celestial y encuentro gran deleite en Su Palabra. Soy bendecido en todo lo que hago. La abundancia de las riquezas están en mi casa y Su justicia no tiene fin. Él me ha enseñado a ser misericordioso y compasivo, al igual que Él.  La oscuridad se convierte en luz en mi presencia. No tengo ninguna tiniebla. Las cosas buenas me alcanzan siempre, pues he aprendido la bendición de dar libremente para la proclamación del reino de Dios. Yo soy conocido como un hombre justo y recto. Puedo distribuir los regalos con regularidad a las personas necesitadas y la aprobación de Dios (Su Justicia) permanece para siempre. Cuando las malas noticias vienen, no me muevo. Cuando el espíritu de temor viene contra mí, yo le hago frente con valentía. Yo sé en quien he fijado mi confianza y mi victoria me es dada absolutamente por Jesús.



Si tú no has hecho a Jesús tú Señor y Salvador te invito a que te rindas a Él,  porque Él pagó un precio alto por ti en la cruz del calvario, recíbelo,  Él ha resucitado y quiere hacer morada en tu corazón.

Declare esta oración con fe y Jesús hará morada en ti hoy y será tu Señor:

Padre Celestial, vengo a ti en el nombre de Jesús.  Tu Palabra dice: «Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo» y «que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo» (Hechos 2:21; Romanos 10:9).

 Señor, tu dijiste que cuando el Espíritu Santo venga a morar en mí y me haga nacer de nuevo (Juan 3:5-6, 15-16; Romanos 8:9-11), y que si te lo pido, seré lleno del Espíritu Santo y podré hablar en otras lenguas (Lucas 11:13; Hechos 2:4).  Creo en tu Palabra. Confieso que Jesús es el Señor y creo en mi corazón que lo resucitaste de entre los muertos. Gracias por entrar a mi corazón, por darme tu Santo Espíritu como lo prometiste y por ser el Señor de mi vida. Amén.