martes, 15 de febrero de 2011

Alabo A Jesús, Porque Él Es Bueno


Salmo 136:1-4, 21-26
Alabad a Jehová, porque él es bueno, porque para siempre es su misericordia. Alabad al Dios de los dioses, porque para siempre es su misericordia. Alabad al Señor de los señores, porque para siempre es su misericordia: al único que hace grandes maravillas, porque para siempre es su misericordia.
Y dio la tierra de ellos en heredad, porque para siempre es su misericordia. En heredad a Israel su siervo, porque para siempre es su misericordia. Al que en nuestro abatimiento se acordó de nosotros, porque para siempre es su misericordia; y nos rescató de nuestros enemigos, porque para siempre es su misericordia. Al que da alimento a todo ser viviente, porque para siempre es su misericordia. ¡Alabad al Dios de los cielos, porque para siempre es su misericordia!

DECLARACIÓN DE FE DE ACUERDO A LA PALABRA DE DIOS.

 

El Señor es bueno conmigo y Su misericordia hacia mí es para siempre. Todo lo que Él hace es bueno para mí. Jesús nunca me hace daño ni trae  destrucción sobre mí. El Padre Celestial  ha hecho una gran obra en mi vida y la continuará hasta que me lleve a Su presencia con Jesucristo. No se acuerda de mi bajeza y Su misericordia hacia mí nunca falla.  Él es paciente conmigo, me lleva por el camino de Su justicia, me libra de las manos de mis enemigos, me alimenta en cada área de mi vida. El Señor es tan bueno conmigo y su misericordia hacia mí es para siempre.


Si tú no has hecho a Jesús tú Señor y Salvador te invito a que te rindas a Él,  porque Él pagó un precio alto por ti en la cruz del calvario, recíbelo,  Él ha resucitado y quiere hacer morada en tu corazón.

Declare esta oración con fe y Jesús hará morada en ti hoy y será tu Señor:

Padre Celestial, vengo a ti en el nombre de Jesús.  Tu Palabra dice: «Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo» y «que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo» (Hechos 2:21; Romanos 10:9).

 Señor, tu dijiste que cuando el Espíritu Santo venga a morar en mí y me haga nacer de nuevo (Juan 3:5-6, 15-16; Romanos 8:9-11), y que si te lo pido, seré lleno del Espíritu Santo y podré hablar en otras lenguas (Lucas 11:13; Hechos 2:4).  Creo en tu Palabra. Confieso que Jesús es el Señor y creo en mi corazón que lo resucitaste de entre los muertos. Gracias por entrar a mi corazón, por darme tu Santo Espíritu como lo prometiste y por ser el Señor de mi vida. Amén.