sábado, 20 de agosto de 2011

En Nombre de Jesús, hoy hay señales y milagros.



Hechos 5:12-16; Proverbios 11:30, 18:20-21; Marcos 11:22-25; Jeremías 1:12; Hebreos 10:25; Lucas 10:19; 2 Corintios 5:18-20
Los Apóstoles hacían muchos signos y prodigios en el pueblo. Todos solían congregarse unidos en un mismo espíritu, bajo el pórtico de Salomón, pero ningún otro se atrevía a unirse al grupo de los Apóstoles, aunque el pueblo hablaba muy bien de ellos. Aumentaba cada vez más el número de los que creían en el Señor, tanto hombres como mujeres.  Y hasta sacaban a los enfermos a las calles, poniéndolos en catres y camillas, para que cuando Pedro pasara, por lo menos su sombra cubriera a alguno de ellos.  La multitud acudía también de las ciudades vecinas a Jerusalén, trayendo enfermos o poseídos por espíritus impuros, y todos quedaban curados.

El fruto de la justicia es árbol de vida, y el sabio cautiva los corazones.

El hombre sacia su estómago con el fruto de sus palabras: cada uno se sacia con lo que sale de sus labios. La muerte y la vida dependen de la lengua, y los que son indulgentes con ella comerán de su fruto.

Jesús respondió: "Tengan fe en Dios. Porque yo les aseguro que si alguien dice a esta montaña: "Retírate de ahí y arrójate al mar", sin vacilar en su interior, sino creyendo que sucederá lo que dice, lo conseguirá.  Por eso les digo: Cuando pidan algo en la oración, crean que ya lo tienen y lo conseguirán. Y cuando ustedes se pongan de pie para orar, si tienen algo en contra de alguien, perdónenlo, y el Padre que está en el cielo les perdonará también sus faltas".

Entonces el Señor me dijo: "Has visto bien, porque yo vigilo sobre mi palabra para realizarla".

No desertemos de nuestras asambleas, como suelen hacerlo algunos; al contrario, animémonos mutuamente, tanto más cuanto que vemos acercarse el día.

Les he dado poder de caminar sobre serpientes y escorpiones y para vencer todas las fuerzas del enemigo; y nada podrá dañarlos.

Y todo esto procede de Dios, que nos reconcilió con él por intermedio de Cristo y nos confió el ministerio de la reconciliación. Porque es Dios el que estaba en Cristo, reconciliando al mundo consigo, no teniendo en cuenta los pecados de los hombres, y confiándonos la palabra de la reconciliación. Nosotros somos, entonces, embajadores de Cristo, y es Dios el que exhorta a los hombres por intermedio nuestro. Por eso, les suplicamos en nombre de Cristo: Déjense reconciliar con Dios.


DECLARACIÓN DE FE DE ACUERDO A LA PALABRA DE DIOS

El Espíritu Santo realiza muchas señales, maravillas y milagros por medio de mis manos a través de la Palabra de Dios que hablo con fe (de acuerdo a las Escrituras).  Conozco el poder de la Unción corporativa (el cuerpo de Jesús), por lo que me reúno periódicamente  con mis otros hermanos y hermanas en Cristo Jesús.  El mundo puede ver la presencia y el poder del Espíritu Santo que está dentro de mí.  Soy un instrumento del Señor Jesús y El me usa poderosamente para traer una gran cosecha de almas a la familia de Dios.  Personas alrededor del mundo regularmente vienen a mí para que ore por ellos, porque saben que el Señor Jesús escucha mi oración y les concede la liberación a través de Su Palabra que confieso con fe.  Soy un embajador del Señor Jesús y Él me ha delegado el poder de liberar y sanar por Su Precioso Nombre.
 
Si tú no has hecho a Jesús tú Señor y Salvador te invito a que te rindas a Él,  porque Él pagó un precio alto por ti en la cruz del calvario, recíbelo,  Él ha resucitado y quiere hacer morada en tu corazón.

Declare esta oración con fe y Jesús hará morada en ti hoy y será tu Señor:

Padre Celestial, vengo a ti en el nombre de Jesús.  Tu Palabra dice: «Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo» y «que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo» (Hechos 2:21; Romanos 10:9).

 Señor, tu dijiste que cuando el Espíritu Santo venga a morar en mí y me haga nacer de nuevo (Juan 3:5-6, 15-16; Romanos 8:9-11), y que si te lo pido, seré lleno del Espíritu Santo y podré hablar en otras lenguas (Lucas 11:13; Hechos 2:4).  Creo en tu Palabra. Confieso que Jesús es el Señor y creo en mi corazón que lo resucitaste de entre los muertos. Gracias por entrar a mi corazón, por darme tu Santo Espíritu como lo prometiste y por ser el Señor de mi vida. Amén.