sábado, 30 de julio de 2011

El Señor Jesús reprende al viento y ordena el mar



Marcos 4:37-40; Josué 1:5-9;  Hebreos 10:35-11:1; Salmo 91:10; Marcos 11:22-25  
Se desató entonces una fuerte tormenta, y las olas azotaban la barca, tanto que ya comenzaba a inundarse.  Jesús, mientras tanto, estaba en la popa, durmiendo sobre un cabezal, así que los discípulos lo despertaron.  —¡Maestro! —Gritaron—, ¿no te importa que nos ahoguemos?   Él se levantó, reprendió al viento y ordenó al mar: — ¡Silencio! ¡Cálmate! El viento se calmó y todo quedó completamente tranquilo. — ¿Por qué tienen tanto miedo? —  dijo a sus discípulos—. ¿Todavía  no tienen fe?

Durante todos los días de tu vida, nadie será capaz de enfrentarse a ti. Así como estuve con Moisés, también estaré contigo; no te dejaré ni te abandonaré. Sé fuerte y valiente, porque tú harás que este pueblo herede la tierra que les prometí a sus antepasados.  Sólo te pido que tengas mucho valor y firmeza para obedecer toda la ley que mi siervo Moisés te mandó. No te apartes de ella para nada; sólo así tendrás éxito dondequiera que vayas. Recita siempre el libro de la ley y medita en él de día y de noche; cumple con cuidado todo lo que en él está escrito. Así prosperarás y tendrás éxito.   Ya te lo he ordenado: ¡Sé fuerte y valiente! ¡No tengas miedo ni te desanimes! Porque el Señor tu Dios te acompañará dondequiera que vayas.

Así que no pierdan la confianza, porque ésta será grandemente recompensada. Ustedes necesitan perseverar para que, después de haber cumplido la voluntad de Dios, reciban lo que él ha prometido.  Pues dentro de muy poco tiempo, el que ha de venir vendrá, y no tardará.  Pero mi justo  vivirá por la fe. Y si se vuelve atrás, no será de mi agrado. Pero nosotros no somos de los que se vuelven atrás y acaban por perderse, sino de los que tienen fe y preservan su vida. Ahora bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve.


Ningún mal habrá de sobrevenirte, ninguna calamidad llegará a tu hogar.

—Tengan fe en Dios —respondió Jesús—.  Les aseguro  que si alguno le dice a este monte: “Quítate de ahí y tírate al mar”, creyendo, sin abrigar la menor duda de que lo que dice sucederá, lo obtendrá.  Por eso les digo: Crean que ya han recibido todo lo que estén pidiendo en oración, y lo obtendrán.

DECLARACIÓN DE FE DE ACUERDO A LA PALABRA DE DIOS

Cuando las circunstancias y las tormentas de la vida han llegado al máximo y no vemos ninguna luz de esperanza en el mundo natural, no voy a tener ningún temor. He aprendido en la Palabra de Dios, que debo de poner mi confianza en mi Señor Jesús, y no en las cosas que se ven, o se sienten. La Palabra de Dios es verdad y permanece para siempre, y lo que se siente de este mundo es una verdad pasajera, y no importa como sea la dificultad, el Señor Jesús está conmigo y me da la certeza que con El saldré victorioso y no sufriré ningún daño. 
 

Si tú no has hecho a Jesús tú Señor y Salvador te invito a que te rindas a Él,  porque Él pagó un precio alto por ti en la cruz del calvario, recíbelo,  Él ha resucitado y quiere hacer morada en tu corazón.

Declare esta oración con fe y Jesús hará morada en ti hoy y será tu Señor:

Padre Celestial, vengo a ti en el nombre de Jesús.  Tu Palabra dice: «Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo» y «que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo» (Hechos 2:21; Romanos 10:9).

 Señor, tu dijiste que cuando el Espíritu Santo venga a morar en mí y me haga nacer de nuevo (Juan 3:5-6, 15-16; Romanos 8:9-11), y que si te lo pido, seré lleno del Espíritu Santo y podré hablar en otras lenguas (Lucas 11:13; Hechos 2:4).  Creo en tu Palabra. Confieso que Jesús es el Señor y creo en mi corazón que lo resucitaste de entre los muertos. Gracias por entrar a mi corazón, por darme tu Santo Espíritu como lo prometiste y por ser el Señor de mi vida. Amén.

Mi corazón medita con llenura de la Palabra de Dios al responder.

Proverbios 15:28-30; 1 Pedro 3:15; Filipenses 4:4; Nehemías 8:10; Números 14:8; Salmo 107:20
El corazón del justo medita sus respuestas, pero la boca del malvado rebosa de maldad. El Señor se mantiene lejos de los impíos, pero escucha las oraciones de los justos.  Una mirada radiante alegra el corazón, y las buenas noticias renuevan las fuerzas.

Más bien, honren en su corazón a Cristo como Señor. Estén siempre preparados para responder a todo el que les pida razón de la esperanza que hay en ustedes.

Alégrense siempre en el Señor. Insisto: ¡Alégrense!

Luego Nehemías añadió: «Ya pueden irse. Coman bien, tomen bebidas dulces y compartan su comida con quienes no tengan nada, porque este día ha sido consagrado a nuestro Señor. No estén tristes, pues el gozo del Señor es nuestra fortaleza.»

Si el Señor se agrada de nosotros, nos hará entrar en ella. ¡Nos va a dar una tierra donde abundan la leche y la miel!

 Envió su palabra para sanarlos, y así los rescató del sepulcro.


DECLARACIÓN DE FE DE ACUERDO A LA PALABRA DE DIOS


Medito mi respuesta antes de responder con la Palabra de Dios. Me peso cada una de mis palabras con cuidado al hablar y para poder darle gloria a el Señor Jesús. Soy  un hombre de muchas sonrisas y un semblante alegre. Soy conocido por dar las buenas nuevas del Evangelio de Dios. Cuando hablo, comparto la salud,  la alegría a los que me oyen y cuando exhorto lo hago con templanza y amor.


Si tú no has hecho a Jesús tú Señor y Salvador te invito a que te rindas a Él,  porque Él pagó un precio alto por ti en la cruz del calvario, recíbelo,  Él ha resucitado y quiere hacer morada en tu corazón.

Declare esta oración con fe y Jesús hará morada en ti hoy y será tu Señor:

Padre Celestial, vengo a ti en el nombre de Jesús.  Tu Palabra dice: «Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo» y «que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo» (Hechos 2:21; Romanos 10:9).

 Señor, tu dijiste que cuando el Espíritu Santo venga a morar en mí y me haga nacer de nuevo (Juan 3:5-6, 15-16; Romanos 8:9-11), y que si te lo pido, seré lleno del Espíritu Santo y podré hablar en otras lenguas (Lucas 11:13; Hechos 2:4).  Creo en tu Palabra. Confieso que Jesús es el Señor y creo en mi corazón que lo resucitaste de entre los muertos. Gracias por entrar a mi corazón, por darme tu Santo Espíritu como lo prometiste y por ser el Señor de mi vida. Amén.