sábado, 30 de julio de 2011


Mi corazón medita con llenura de la Palabra de Dios al responder.

Proverbios 15:28-30; 1 Pedro 3:15; Filipenses 4:4; Nehemías 8:10; Números 14:8; Salmo 107:20
El corazón del justo medita sus respuestas, pero la boca del malvado rebosa de maldad. El Señor se mantiene lejos de los impíos, pero escucha las oraciones de los justos.  Una mirada radiante alegra el corazón, y las buenas noticias renuevan las fuerzas.

Más bien, honren en su corazón a Cristo como Señor. Estén siempre preparados para responder a todo el que les pida razón de la esperanza que hay en ustedes.

Alégrense siempre en el Señor. Insisto: ¡Alégrense!

Luego Nehemías añadió: «Ya pueden irse. Coman bien, tomen bebidas dulces y compartan su comida con quienes no tengan nada, porque este día ha sido consagrado a nuestro Señor. No estén tristes, pues el gozo del Señor es nuestra fortaleza.»

Si el Señor se agrada de nosotros, nos hará entrar en ella. ¡Nos va a dar una tierra donde abundan la leche y la miel!

 Envió su palabra para sanarlos, y así los rescató del sepulcro.


DECLARACIÓN DE FE DE ACUERDO A LA PALABRA DE DIOS


Medito mi respuesta antes de responder con la Palabra de Dios. Me peso cada una de mis palabras con cuidado al hablar y para poder darle gloria a el Señor Jesús. Soy  un hombre de muchas sonrisas y un semblante alegre. Soy conocido por dar las buenas nuevas del Evangelio de Dios. Cuando hablo, comparto la salud,  la alegría a los que me oyen y cuando exhorto lo hago con templanza y amor.


Si tú no has hecho a Jesús tú Señor y Salvador te invito a que te rindas a Él,  porque Él pagó un precio alto por ti en la cruz del calvario, recíbelo,  Él ha resucitado y quiere hacer morada en tu corazón.

Declare esta oración con fe y Jesús hará morada en ti hoy y será tu Señor:

Padre Celestial, vengo a ti en el nombre de Jesús.  Tu Palabra dice: «Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo» y «que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo» (Hechos 2:21; Romanos 10:9).

 Señor, tu dijiste que cuando el Espíritu Santo venga a morar en mí y me haga nacer de nuevo (Juan 3:5-6, 15-16; Romanos 8:9-11), y que si te lo pido, seré lleno del Espíritu Santo y podré hablar en otras lenguas (Lucas 11:13; Hechos 2:4).  Creo en tu Palabra. Confieso que Jesús es el Señor y creo en mi corazón que lo resucitaste de entre los muertos. Gracias por entrar a mi corazón, por darme tu Santo Espíritu como lo prometiste y por ser el Señor de mi vida. Amén.

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