sábado, 4 de diciembre de 2010

El Perfecto Amor

1 Juan 4:15-18 (RV95)
Todo aquel que confiese que Jesús es el Hijo de Dios,  Dios permanece en Él y Él en Dios.   Y nosotros hemos conocido y creído el amor que Dios tiene para con nosotros.  Dios es amor,  y el que permanece en amor permanece en Dios y Dios en él.    En esto se ha perfeccionado el amor en nosotros,  para que tengamos confianza en el día del juicio,  pues como él es,  así somos nosotros en este mundo.   En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor,  porque el temor lleva en sí castigo.  De donde el que teme,  no ha sido perfeccionado en el amor.

DECLARACION DE FE DE ACUERDO A LA PALABRA DE DIOS.

Creo y confieso que Jesús es el Hijo de Dios, por lo tanto, Dios permanece en mí y yo en Él.  Confío en el amor que Dios tiene para mí. Dios es amor. Como vivo en Dios, vivo en el amor, y Dios vive en mí. El amor de Dios me ha perfeccionado, así que tengo confianza para el Día del Juicio. Como Él es, así soy en este mundo. Él es mi ejemplo y mi vida. Me propongo, con todo mi corazón para ser como Él es en todas las formas posibles. Por lo tanto, no voy a tener ningún miedo, temor,  preocupación, o ansiedad, éstas no podrán entrar en mi vida, porque no hay temor en el amor. El perfecto amor que está dentro de mí expulsa el temor, porque en todos los casos, el miedo tiene que ver con el castigo o tormento de un tipo u otro. No hay porqué temer al castigo de la maldición, el juicio por mis pecados, o el castigo eterno en el infierno, ¡porque he sido redimido! Dios está de mi lado en todas y cada circunstancia. Él siempre está conmigo, y nunca en mi contra mía. Voy a saludar a la muerte con alegría cuando mis días estén completos. Será el regreso a casa que he anhelado. Entonces, ¿qué he de temer? Como estoy en Dios, y me ha perfeccionado el amor, el miedo es absolutamente ridículo para mí.


Si tú no has hecho a Jesús tú Señor y Salvador te invito a que te rindas a Él,  porque Él pagó un precio alto por ti en la cruz del calvario, recíbelo,  Él ha resucitado y quiere hacer morada en tu corazón.

Declare esta oración con fe y Jesús hará morada en ti hoy y será tu Señor:

Padre Celestial, vengo a ti en el nombre de Jesús.  Tu Palabra dice: «Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo» y «que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo» (Hechos 2:21; Romanos 10:9).

 Señor, tu dijiste que cuando el Espíritu Santo venga a morar en mí y me haga nacer de nuevo (Juan 3:5-6, 15-16; Romanos 8:9-11), y que si te lo pido, seré lleno del Espíritu Santo y podré hablar en otras lenguas (Lucas 11:13; Hechos 2:4).  Creo en tu Palabra. Confieso que Jesús es el Señor y creo en mi corazón que lo resucitaste de entre los muertos. Gracias por entrar a mi corazón, por darme tu Santo Espíritu como lo prometiste y por ser el Señor de mi vida. Amén.