miércoles, 22 de diciembre de 2010

Su Palabra Es Mas Dulces Que La Miel

 Su Palabra Es Mas Dulces Que La Miel

Salmo 19:7-11 (SRV2004)
La ley de Jehová es perfecta: convierte el alma; el testimonio de Jehová es fiel: hace sabio al sencillo.  Los mandamientos de Jehová son rectos: alegran el corazón; el precepto de Jehová es puro: alumbra los ojos.  El temor de Jehová es limpio: permanece para siempre; los juicios de Jehová son verdad: todos justos.  Deseables son más que el oro, más que mucho oro refinado; y dulces más que la miel, la que destila del panal. Tu siervo es, además, amonestado con ellos; en guardarlos hay gran recompensa.

 DECLARACION DE FE DE ACUERDO A LA PALABRA DE DIOS.


Mi sabiduría viene de la Palabra de Dios (mi Padre). La perfección de Sus caminos ha revivido mi alma y da alegría a mi corazón (mi espíritu).  Sus Mandamientos son el  resplandor que alumbran mis ojos. La Palabra es más preciosa que el oro puro y más dulce que la miel del panal. Por ello Tu Ley, me advierte de todo el peligro y me mantengo en  los estatutos de Su Palabra, y la almaceno en mi corazón hasta recibir la más grande recompensa.
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Si tú no has hecho a Jesús tú Señor y Salvador te invito a que te rindas a Él,  porque Él pagó un precio alto por ti en la cruz del calvario, recíbelo,  Él ha resucitado y quiere hacer morada en tu corazón.

Declare esta oración con fe y Jesús hará morada en ti hoy y será tu Señor:

Padre Celestial, vengo a ti en el nombre de Jesús.  Tu Palabra dice: «Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo» y «que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo» (Hechos 2:21; Romanos 10:9).

 Señor, tu dijiste que cuando el Espíritu Santo venga a morar en mí y me haga nacer de nuevo (Juan 3:5-6, 15-16; Romanos 8:9-11), y que si te lo pido, seré lleno del Espíritu Santo y podré hablar en otras lenguas (Lucas 11:13; Hechos 2:4).  Creo en tu Palabra. Confieso que Jesús es el Señor y creo en mi corazón que lo resucitaste de entre los muertos. Gracias por entrar a mi corazón, por darme tu Santo Espíritu como lo prometiste y por ser el Señor de mi vida. Amén