jueves, 10 de febrero de 2011

Jesús dice que soy Sal y Luz del mundo


Mateo 5:13-16
"Ustedes son la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve insípida, ¿cómo la haremos salada otra vez?  No sirve ya para nada, sino para ser echada fuera y ser pisoteada por los hombres. "Ustedes son la luz del mundo. Un pueblo asentado sobre un monte no se puede esconder.  Igualmente, cuando la gente enciende una lámpara, no la cubren con un tazón, sino la ponen sobre el candelero para que alumbre a todos en la casa. Asimismo dejen que su luz alumbre delante de la gente, de manera que puedan ver las buenas obras que hacen, y alaben a su Padre que está en el cielo.


DECLARACIÓN DE FE DE ACUERDO A LA PALABRA DE DIOS.

 

Jesús dice que soy la sal de la tierra. Y no dejaré que me quiten la salinidad (mi fuerza y cualidades particulares de un hijo de Dios), ni voy a permitir que mi testimonio sea pisoteado por la persecución de este mundo. Jesús me ha hecho la luz del mundo. No voy a ocultar mi luz, porque Él me colocó a donde todos me pueden ver. Vivo mi vida en la excelencia moral y las buenas obras, dignas de elogio, y notable. Hago que los hombres reconozcan lo que Dios está haciendo en mi vida para que puedan dar a Su Nombre el honor que Jesús se merece.

 

Si tú no has hecho a Jesús tú Señor y Salvador te invito a que te rindas a Él,  porque Él pagó un precio alto por ti en la cruz del calvario, recíbelo,  Él ha resucitado y quiere hacer morada en tu corazón.

Declare esta oración con fe y Jesús hará morada en ti hoy y será tu Señor:

Padre Celestial, vengo a ti en el nombre de Jesús.  Tu Palabra dice: «Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo» y «que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo» (Hechos 2:21; Romanos 10:9).

 Señor, tu dijiste que cuando el Espíritu Santo venga a morar en mí y me haga nacer de nuevo (Juan 3:5-6, 15-16; Romanos 8:9-11), y que si te lo pido, seré lleno del Espíritu Santo y podré hablar en otras lenguas (Lucas 11:13; Hechos 2:4).  Creo en tu Palabra. Confieso que Jesús es el Señor y creo en mi corazón que lo resucitaste de entre los muertos. Gracias por entrar a mi corazón, por darme tu Santo Espíritu como lo prometiste y por ser el Señor de mi vida. Amén.