miércoles, 18 de abril de 2012

En el Señor Jesús soy eterno.


2 Corintios 4:16-18; 4:1; 5:7; Salmo 103:5; Romanos 8:18; Hebreos 11:1, 6

Por tanto, no nos desanimamos. Al contrario, aunque por fuera nos vamos desgastando, por dentro nos vamos renovando día tras día. Pues los sufrimientos ligeros y efímeros que ahora padecemos producen una gloria eterna que vale muchísimo más que todo sufrimiento. Así que no nos fijamos en lo visible sino en lo invisible, ya que lo que se ve es pasajero, mientras que lo que no se ve es eterno.

Por esto, ya que por la misericordia de Dios tenemos este ministerio, no nos desanimamos.

Vivimos por fe, no por vista.

El colma de bienes tu vida y te rejuvenece como a las águilas.

De hecho, considero que en nada se comparan los sufrimientos actuales con la gloria que habrá de revelarse en nosotros.

Ahora bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve.

En realidad, sin fe es imposible agradar a Dios, ya que cualquiera que se acerca a Dios tiene que creer que él existe y que recompensa a quienes lo buscan.


DECLARACIÓN DE FE DE ACUERDO A LA PALABRA DE DIOS.

Nunca me desanimo en mí caminar con el Señor Jesús mi Dios y en Su Palabra.  Aunque  mi hombre exterior está sujeto a la muerte, mi hombre interior (mi espíritu) se renueva a diario con la vida de resurrección del Señor Jesus.  Toda  presión que pueda estar pasando es momentánea y no parece mayor cosa una vez que pasa.   Por lo tanto, voy a soportar la presión porque sé que al otro lado hay una recompensa eterna de la gloria, que es mucho mayor que lo que ahora debo soportar.  Mis ojos están fijos en lo invisible, porque lo que se ve es pasajero, pero lo que no se ve es eterno.

Si no has recibido a  Jesús tú Señor simplemente has la siguiente oración creyendo en tu corazón y Cristo será su Salvador:
Padre Celestial, vengo a ti en el nombre de Jesús. Tu Palabra dice: «Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo» y «que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo» (Hechos 2:21; Romanos 10:9). Dijiste que sería salvo cuando el Espíritu Santo venga a morar en mí y me haga nacer de nuevo (Juan 3:5-6, 15-16; Romanos 8:9-11), y que si te lo pido, seré lleno del Espíritu y podré hablar en otras lenguas (Lucas 11:13; Hechos 2:4).
Confío en tu Palabra. Confieso que Jesús es el Señor y creo en mi corazón que lo resucitaste de entre los muertos. Gracias por entrar a mi corazón, por darme tu Santo Espíritu como lo prometiste y por ser el Señor de mi vida. Amén.

Si tus has hecho esta oración escríbeme o esta Palabra te bendice favor de hacérmelo saber.

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