2 Corintios 4:16-18; 4:1; 5:7; Salmo 103:5; Romanos 8:18; Hebreos 11:1, 6
Por tanto, no nos desanimamos. Al contrario, aunque
por fuera nos vamos desgastando, por dentro nos vamos renovando día tras día. Pues
los sufrimientos ligeros y efímeros que ahora padecemos producen una gloria
eterna que vale muchísimo más que todo sufrimiento. Así que no nos fijamos en
lo visible sino en lo invisible, ya que lo que se ve es pasajero, mientras que
lo que no se ve es eterno.
Por esto, ya que por la misericordia de Dios
tenemos este ministerio, no nos desanimamos.
Vivimos por fe, no por vista.
El colma de bienes tu vida y te rejuvenece
como a las águilas.
De hecho, considero que en nada se comparan
los sufrimientos actuales con la gloria que habrá de revelarse en nosotros.
Ahora bien, la fe es la garantía de lo que se
espera, la certeza de lo que no se ve.
En realidad, sin fe es imposible agradar a
Dios, ya que cualquiera que se acerca a Dios tiene que creer que él existe y
que recompensa a quienes lo buscan.
DECLARACIÓN DE FE DE ACUERDO A
LA PALABRA DE DIOS.
Nunca me desanimo en mí
caminar con el Señor Jesús mi Dios y en Su Palabra. Aunque mi hombre exterior está sujeto a la muerte, mi
hombre interior (mi espíritu) se renueva a diario con la vida de resurrección
del Señor Jesus. Toda presión que pueda estar pasando es momentánea
y no parece mayor cosa una vez que pasa. Por lo tanto, voy a soportar la presión porque
sé que al otro lado hay una recompensa eterna de la gloria, que es mucho mayor
que lo que ahora debo soportar. Mis ojos
están fijos en lo invisible, porque lo que se ve es pasajero, pero lo que no se
ve es eterno.
Si no has
recibido a Jesús tú Señor simplemente
has la siguiente oración creyendo en tu corazón y Cristo será su Salvador:
Padre
Celestial, vengo a ti en el nombre de Jesús. Tu Palabra dice: «Y todo aquel que
invocare el nombre del Señor, será salvo» y «que si confesares con tu boca que
Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos,
serás salvo» (Hechos 2:21; Romanos 10:9). Dijiste que sería salvo cuando el
Espíritu Santo venga a morar en mí y me haga nacer de nuevo (Juan 3:5-6, 15-16;
Romanos 8:9-11), y que si te lo pido, seré lleno del Espíritu y podré hablar en
otras lenguas (Lucas 11:13; Hechos 2:4).
Confío en tu
Palabra. Confieso que Jesús es el Señor y creo en mi corazón que lo resucitaste
de entre los muertos. Gracias por entrar a mi corazón, por darme tu Santo
Espíritu como lo prometiste y por ser el Señor de mi vida. Amén.
Si tus has hecho esta oración escríbeme o esta Palabra
te bendice favor de hacérmelo saber.
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