lunes, 16 de enero de 2012

Hoy el Señor Jesús me ha reconciliado con el Padre Celestial.


Colosenses 1:21-23; Efesios 2:1-15; 5:27; 2 Corintiosb5:17-21; Romanos 8:12; Hebreos 10:35  

También a vosotros,  que erais en otro tiempo extraños y enemigos por vuestros pensamientos y por vuestras malas obras,  ahora os ha reconciliado en su cuerpo de carne,  por medio de la muerte,  para presentaros santos y sin mancha e irreprochables  delante de él. Pero es necesario que permanezcáis fundados y firmes en la fe,  sin moveros de la esperanza del evangelio que habéis oído,  el cual se predica en toda la creación que está debajo del cielo y del cual yo,  Pablo,  fui hecho ministro.

Él os dio vida a vosotros,  cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados, en los cuales anduvisteis en otro tiempo,  siguiendo la corriente de este mundo,  conforme al príncipe de la potestad del aire,  el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia. Entre ellos vivíamos también todos nosotros en otro tiempo,  andando en los deseos de nuestra carne,  haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos;  y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás.   Pero Dios,  que es rico en misericordia,  por su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados,  nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos).  Juntamente con él nos resucitó,  y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús, para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús,  porque por gracia sois salvos por medio de la fe;  y esto no de vosotros,  pues es don de Dios. No por obras,  para que nadie se gloríe, pues somos hechura suya,  creados en Cristo Jesús para buenas obras,  las cuales Dios preparó de antemano para que anduviéramos en ellas.  Por tanto,  acordaos de que en otro tiempo vosotros,  los gentiles en cuanto a la carne,  erais llamados incircuncisión por la llamada circuncisión hecha con mano en la carne. En aquel tiempo estabais sin Cristo,  alejados de la ciudadanía de Israel y ajenos a los pactos de la promesa,  sin esperanza y sin Dios en el mundo. Pero ahora en Cristo Jesús,  vosotros que en otro tiempo estabais lejos,  habéis sido hechos cercanos por la sangre de Cristo. Él es nuestra paz,  que de ambos pueblos hizo uno,  derribando la pared intermedia de separación, aboliendo en su carne  las enemistades (la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas),  para crear en sí mismo de los dos un solo y nuevo hombre,  haciendo la paz.

A fin de presentársela a sí mismo,  una iglesia gloriosa,  que no tuviera mancha ni arruga ni cosa semejante,  sino que fuera santa y sin mancha.

De modo que si alguno está en Cristo,  nueva criatura  es: las cosas viejas pasaron;  todas son hechas nuevas. Y todo esto proviene de Dios,  quien nos reconcilió consigo mismo  por Cristo,  y nos dio el ministerio de la reconciliación: Dios estaba en Cristo reconciliando  consigo al mundo,  no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados,  y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación.  Así que,  somos embajadores en nombre de Cristo,  como si Dios rogara por medio de nosotros;  os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios.  Al que no conoció pecado,  por nosotros lo hizo pecado,  para que nosotros seamos justicia de Dios en él.

Así que,  hermanos,  deudores somos,  no a la carne,  para que vivamos conforme a la carne,

No perdáis,  pues,  vuestra confianza,  que tiene una gran recompensa


DECLARACION DE FE DE ACUERDO A LA PALABRA DE DIOS.

Cuando andaba perdido en el mundo sin rumbo ni dirección sin Dios—completamente hostil y contrario al Señor Jesús y Su Palabra.  Pero hoy que me encontrado con el Salvado y Redentor de mi vida he encontrado la dirección y el rumbo en el Señor Jesucristo, por ceer en Su muerte de cruz y que se levanto de los muertos y se sento a la diestra del Padre Celestial puedo caminar por el Camino correcto sin desviarme para alcanzar la meta que es el Señor Jesús mi Dios.  Me mantengo en Su presencia, sin la menor mancha y libre de acusación, si es que sigo confiando en Su Palabra, confesándola y poniéndola por obra sin dudar sino firme en el Evangelio del Reino de Dios.

Si no has recibido a  Jesús tú Señor simplemente has la siguiente oración creyendo en tu corazón y Cristo será su Salvador:
Padre Celestial, vengo a ti en el nombre de Jesús. Tu Palabra dice: «Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo» y «que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo» (Hechos 2:21; Romanos 10:9). Dijiste que sería salvo cuando el Espíritu Santo venga a morar en mí y me haga nacer de nuevo (Juan 3:5-6, 15-16; Romanos 8:9-11), y que si te lo pido, seré lleno del Espíritu y podré hablar en otras lenguas (Lucas 11:13; Hechos 2:4).
Confío en tu Palabra. Confieso que Jesús es el Señor y creo en mi corazón que lo resucitaste de entre los muertos. Gracias por entrar a mi corazón, por 0darme tu Santo Espíritu como lo prometiste y por ser el Señor de mi vida. Amén.

Si tus has hecho esta oración escríbeme a la siguiente dirección: enriqueibarra.@integra.com.sv