Sofonías 3:17-20; Josué
1:5-9; Salmo 18:1-18; 23; 46:1; 103:13; Mateo 11:28-29; Colosenses 2:15; Juan
6:44; Proverbios 6:30-31
El Señor tu Dios
está en medio de ti. Él es un guerrero que da la victoria; con regocijo
demostrará su alegría por ti. Tendrá un nuevo amor por ti. Festejará por ti con
un grito de alegría, como se celebra en
un día de fiesta. Ya no habrá más insultos para ti; ya nadie más se burlará de
ti. Ese día, haré que dejen de hacerte daño. Rescataré a los heridos y reuniré
a los que han sido expulsados de su tierra. Serán famosos y respetados en todos
los lugares en los que ahora sienten vergüenza. Ese día los traeré de regreso.
Los reuniré a todos y serán famosos y respetados entre todos los pueblos de la
tierra. Eso sucederá cuando traiga de vuelta ante sus ojos a los prisioneros».
Es lo que dice el Señor.
Yo estaré contigo así como estuve con Moisés. Nadie podrá derrotarte
mientras vivas porque yo nunca te abandonaré ni te dejaré. Sé fuerte y valiente porque tú guiarás a este
pueblo para que pueda tomar la tierra que yo prometí a sus antepasados. Pero
tienes que ser fuerte y valiente, obedeciendo los mandamientos que te dio mi
siervo Moisés. Si te mantienes fiel a ellos triunfarás donde quiera que vayas. Repite siempre las palabras del libro de la
ley de Moisés. Estúdialo día y noche, de manera que puedas actuar de acuerdo a
lo escrito en él, para que te vaya bien y tengas éxito. Te repito: sé fuerte y valiente. No tengas
miedo ni te desanimes porque el Señor tu Dios estará contigo donde quiera que
vayas.
Señor [Jesús], te amo. ¡Tú eres mi fortaleza! El Señor es mi roca, mi
fortaleza y mi libertador. Dios es mi refugio, él me protege; mi escudo, me
salva con su poder. Él es mi escondite más alto. Mis enemigos se burlaban de
mí, pero le pedí ayuda al Señor y él me rescató de ellos. La muerte me enredó
en sus cuerdas y me sentí perdido ante la temible corriente. El lugar de los
muertos me enredó en sus cuerdas, tendía
ante mí trampas mortales. En medio de la dificultad, clamé al Señor y pedí su
ayuda. Desde su templo, Dios escuchó mis lamentos y mis gritos de auxilio. Entonces
la tierra tembló y se tambaleó; las bases de las montañas se estremecieron. La
tierra tembló y retumbó porque Dios estaba furioso. Con humo saliendo de su
nariz, llamas de su boca y lanzando carbones encendidos, el Señor abrió el
cielo y bajó sobre una nube negra. Bajó cabalgando sobre los querubines del
cielo; se deslizaba con el viento. El Señor estaba oculto en nubes densas y
oscuras que lo cubrían totalmente. Entonces la gloria resplandeciente de Dios
brilló en las nubes arrojando granizo y emitiendo fuertes rayos. La voz del
Señor retumbó en el cielo, el Altísimo se hizo oír y hubo rayos y granizo. Dios lanzó sus flechas y dispersó al enemigo.
Lanzó muchos rayos y todos salieron espantados. Enviaste, Señor, tu reprensión con un soplo de
tu nariz, un viento fuerte que dejó el fondo del mar a la vista. Las bases de
la tierra quedaron al descubierto. Luego extendió la mano y me rescató. Me sacó
de las aguas turbulentas. El Señor me
salvó de mis poderosos enemigos y de los que me odiaban pues eran más fuertes
que yo. Cuando yo estaba en dificultades y mis enemigos me atacaban, el Señor
me dio su apoyo y protección.
El Señor es mi pastor, nada me falta.
Me lleva a descansar a prados verdes, y me conduce a manantiales de agua
fresca.
Él renueva mi alma. Me lleva por buenos caminos para mostrarme lo
bondadoso que es.
Aunque pase por caminos oscuros y tenebrosos, no tendré miedo. Porque
tú, Señor, estás a mi lado; Tu vara y tu bastón me reconfortan.
Me preparaste un banquete delante de mis enemigos; ungiste mi cabeza con
aceite, has llenado mi copa hasta rebosar. Tu bondad y tu fiel amor estarán conmigo toda
la vida. Y entraré a la casa del Señor para quedarme allí para siempre.
Dios es nuestro refugio y fortaleza. Él siempre está dispuesto a
ayudarnos en los momentos difíciles.
El Señor es tan bueno con los que lo respetan como un padre con sus
hijos.
Vengan a mí los que estén cansados y agobiados, que yo los haré
descansar. Acepten la misión que les
doy y aprendan de mí que soy paciente y humilde. Conmigo encontrarán descanso.
Dios venció a todos los poderes y fuerzas espirituales a través de la
cruz, desarmándolos y obligándolos a desfilar derrotados ante el mundo.
El Padre que me envió es quien trae a la gente hacia mí. Yo resucitaré a
esa gente en el día final. Si a alguien no lo trae el Padre, entonces ese no
puede acercarse a mí.
No se desprecia a un ladrón que roba para calmar el hambre, pero si lo
atrapan, lo harán pagar siete veces lo que se robó, aunque tenga que dar todo
lo que tiene.
DECLARACIÓN DE FE DE ACUERDO A LA PALABRA DE
DIOS.
El Padre del Señor Jesús, mi Dios está de mi
lado, por lo tanto no voy a tener miedo. Él ha prometido que nunca me dejará ni
me desamparará, me libra de la catástrofe y la destrucción, y se encarga de que
siga en Su Camino en la Vida. Él es mi propio Padre y está tremendamente alegre
conmigo. Me tranquiliza con Su gran amor y compasión. Levanta cada carga de mis
hombros. Él ha actuado en contra de mis opresores. El diablo ha sido completamente
despojado de todo poder y autoridad que tenía sobre mi vida, éste ya no me
tiene en la esclavitud. ¡Yo soy libre en el Señor Jesús! Mi Padre me ha rescatado y ahora mora en mi
corazón a través de Su Espíritu. Me ha dado renombre y fama entre todos los
habitantes de la tierra. Él restaura mi vida ante mis propios ojos. Mi Padre
Celestial me ha traído a casa.
Si no has
recibido a Jesús tú Señor, te invito a hacer la siguiente oración creyendo en tu corazón y Jesucristo
será tu Salvador:
Padre
Celestial, vengo a ti en el nombre de Jesús. Tu Palabra dice: «Y todo aquel que
invocare el nombre del Señor, será salvo» y «que si confesares con tu boca que
Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos,
serás salvo» (Hechos 2:21; Romanos 10:9). Dijiste que sería salvo cuando el
Espíritu Santo venga a morar en mí y me haga nacer de nuevo (Juan 3:5-6, 15-16;
Romanos 8:9-11), y que si te lo pido, seré lleno del Espíritu y podré hablar en
otras lenguas (Lucas 11:13; Hechos 2:4).
Confío en tu
Palabra. Confieso que Jesús es el Señor y creo en mi corazón que lo resucitaste
de entre los muertos. Gracias por entrar a mi corazón, por darme tu Santo
Espíritu como lo prometiste y por ser el Señor de mi vida. Amén.
Si tus has hecho esta oración escríbeme o esta Palabra
te bendice favor de hacérmelo saber.
Nota:
Este blog esta todos los
días en la misma dirección, búscalo y compártelo con tus amigos y familiares.