viernes, 22 de julio de 2011

El Señor Jesús dice que me disponga a obedecerle.


Isaías 1:16-19; Romanos 8:3-4; 1 Juan 1:7, 3:6; 3 Juan1:2-3

Límpiense y purifíquense, quiten sus maldades de mi vista, dejen de hacer el mal y aprendan a hacer el bien. Sean honestos con los demás, ayuden al oprimido, hagan valer los derechos de los huérfanos y defiendan a las viudas  El Señor dice: Vengan y arreglemos el pleito. Aunque sus pecados sean como el rojo encendido, ustedes quedarán tan blancos como la nieve. Aunque sean rojos como la púrpura, ustedes serán tan blancos como la lana. Si ustedes están dispuestos a obedecerme, entonces disfrutarán las riquezas del país.

La ley no tenía poder porque nuestros deseos naturales la debilitaron, pero Dios hizo lo que la ley no pudo hacer. Dios envió a su Hijo con la misma vida con la que todo ser humano peca y como una ofrenda para pagar por el pecado y así Dios se valió de esa vida humana para condenar el pecado.  Todo esto lo hizo Dios para que pudiéramos ser aprobados tal como exige la ley. Ahora no seguimos los deseos naturales, seguimos al Espíritu.

Dios vive en la luz y nosotros también debemos vivir en la luz. Si continuamos viviendo en la luz, estamos todos unidos con Dios. Mientras vivimos en la luz, la sangre de Jesucristo, el Hijo de Dios, continúa limpiándonos de toda maldad.

Todo el que vive en Cristo no sigue pecando. Todo el que sigue pecando, nunca lo ha visto y ni siquiera lo ha conocido.

Querido hermano: le pido a Dios que te vaya bien en todo y que tengas buena salud física, así como la tienes espiritualmente.  Me alegré mucho cuando vinieron algunos hermanos en Cristo y me contaron que sigues fiel a la verdad y la practicas.


DECLARACIÓN DE FE DE ACUERDO A LA PALABRA DE DIOS

Estoy limpio por la Sangre del Señor Jesús y he dejado de practicar el pecado.  Hago lo que se que está bien.  Busco la justicia, y animo a los oprimidos, defiendo la causa del huérfano, y defiendo la causa de la viuda.  Aunque mis pecados eran de color rojo como la grana, ahora he sido limpiado y he quedado tan blanco como la nieve.  He sido limpiado, renovado y justificado por mi Señor Jesús.  Estoy dispuesto a hacer lo que la Palabra de Dios me manda a hacer y soy obediente a todos los preceptos de Dios.  Debido a esto, me aseguro una cosecha abundante.  Espero con toda confianza lo mejor de Dios en mi vida.



Si tú no has hecho a Jesús tú Señor y Salvador te invito a que te rindas a Él,  porque Él pagó un precio alto por ti en la cruz del calvario, recíbelo,  Él ha resucitado y quiere hacer morada en tu corazón.

Declare esta oración con fe y Jesús hará morada en ti hoy y será tu Señor:

Padre Celestial, vengo a ti en el nombre de Jesús.  Tu Palabra dice: «Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo» y «que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo» (Hechos 2:21; Romanos 10:9).

 Señor, tu dijiste que cuando el Espíritu Santo venga a morar en mí y me haga nacer de nuevo (Juan 3:5-6, 15-16; Romanos 8:9-11), y que si te lo pido, seré lleno del Espíritu Santo y podré hablar en otras lenguas (Lucas 11:13; Hechos 2:4).  Creo en tu Palabra. Confieso que Jesús es el Señor y creo en mi corazón que lo resucitaste de entre los muertos. Gracias por entrar a mi corazón, por darme tu Santo Espíritu como lo prometiste y por ser el Señor de mi vida. Amén.