martes, 12 de junio de 2012

El Señor Jesús mantiene firme Su pacto.


Salmo 105:42-45; Deuteronomio 4:1; 6:1-7; 28:1-14; Génesis 15:13 Josué 11:16-23; Salmo 119:11

Dios recordó la promesa sagrada que había hecho a su siervo Abraham. Dios sacó a su pueblo elegido; salieron felices dando gritos de alegría. Luego, le dio a su pueblo la tierra en que otros vivían; recibieron lo que otros habían trabajado. Dios hizo esto para que su pueblo obedeciera sus leyes y enseñanzas. ¡Alabado sea el Señor!

Ahora, pueblo de Israel, presten atención a las normas y leyes que yo les estoy enseñando. Obedézcanlas para que puedan seguir con vida, y así entrar y ocupar la tierra que les da el Señor, el Dios de sus antepasados.

Estas son las enseñanzas, normas y leyes que el Señor su Dios me mandó enseñarles. Obedézcanlas en el territorio que ustedes están a punto de ocupar.  De esa forma mostrarán ustedes respeto al Señor su Dios. Si ustedes, sus hijos y sus nietos obedecen las leyes y mandamientos de Dios que les doy, tendrán larga vida.  Escucha, Israel, y obedece fielmente estas leyes para que prosperes y te conviertas en una nación muy numerosa, como el Señor, el Dios de tus antepasados, te prometió. La tierra que vas a ocupar rebosa de leche y miel.  Escucha, ¡Israel! El Señor es nuestro Dios, el Señor es uno.  Ama al Señor nuestro Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu fuerza.  Recuerda siempre estos mandamientos que te doy hoy.  Enséñaselos a tus hijos y háblales sobre ellos cuando estés en tu casa, cuando camines, cuando te acuestes y cuando te levantes.

Si obedeces completamente la voz del Señor tu Dios al seguir fielmente todos sus mandamientos que te mando hoy, entonces el Señor tu Dios te hará la nación más importante de todas.  Gozarás de todas estas bendiciones si obedeces la voz del Señor tu Dios: Serás bendito en la ciudad y serás bendito en el campo.  Tus hijos serán benditos y tus cosechas serán benditas, las crías de tus animales serán benditas y tus terneros y corderos serán benditos.  Tu canasta y tu tazón de amasar serán benditos.  El Señor te bendecirá en todo tiempo y en toda actividad.  El Señor te permitirá derrotar a todos tus enemigos cuando te ataquen. Ellos irán contra ti en una dirección, pero huirán de ti en siete direcciones diferentes.  El Señor te bendecirá con graneros llenos y bendecirá todo lo que hagas. Te bendecirá en la tierra que el Señor tu Dios te da.  Si obedeces los mandamientos del Señor tu Dios y si vives como él quiere que vivas, él te convertirá en su pueblo santo, como te lo prometió.  Entonces todas las naciones de la tierra verán que tú eres el pueblo del Señor y que él es tu protector, y te tendrán miedo. El Señor te hará extremadamente próspero y te dará muchos hijos, tus animales tendrán muchas crías y tú tendrás muchas cosechas en la tierra que el Señor les prometió a tus antepasados que te daría.  El Señor te abrirá sus riquezas y el cielo para enviarle lluvia a tu tierra en el momento preciso, y bendecirá todo lo que hagas. Tendrás dinero para prestarles a muchas naciones pero tú no pedirás prestado.  El Señor te hará ir a la cabeza, no al final; siempre estarás en la cima y no en el fondo. Esto sucederá si tú escuchas los mandamientos que el Señor tu Dios te manda hoy y los obedeces cuidadosamente. Serás bendito si sigues sin apartarte de ninguna de las palabras que te ordeno, ni vas tras otros dioses para servirles.

El Señor le dijo: —Ten por seguro que tus descendientes serán inmigrantes en  un país al que no pertenecen. Serán esclavos de la gente de ese país y serán tratados cruelmente por cuatrocientos años.

Josué conquistó todo este territorio montañoso, todo el Néguev, toda la tierra  de Gosén, los valles occidentales, el valle del Jordán, las montañas de Israel y sus planicies.  Desde el monte Jalac, que se eleva hacia Seír, hasta Baal Gad en el valle del Líbano bajo el monte Hermón. Josué capturó a todos los reyes y los mató,  tras combatir contra todos ellos por largo tiempo.  Ninguna ciudad hizo tratado de paz con los israelitas, excepto los heveos que vivían en Gabaón. Los israelitas tuvieron que conquistar todas esas ciudades en batalla  porque el Señor mismo hizo que los enemigos se pusieran tercos para que enfrentaran a Israel en guerra. Así pudieron ser exterminados totalmente, pues los israelitas no tuvieron compasión de ellos sino que los mataron a todos tal como el Señor le había ordenado a Moisés.  También por la misma época Josué fue y destruyó a los anaquitas  de las montañas, de Hebrón, de Debir, de Anab y de todas las montañas de Judá y de Israel. Josué los destruyó completamente junto con sus ciudades.  Ningún anaquita quedó en territorio de los israelitas. Algunos quedaron pero solo en Gaza, Gat y Asdod.  Así que Josué tomó toda la tierra, de acuerdo a todo lo que el Señor le había ordenado a Moisés, y Josué se la dio a Israel como una herencia, conforme a sus divisiones por tribus. Luego la tierra descansó de la guerra.

Memorizo tus enseñanzas para no pecar contra ti.

DECLARACION DE FE DE ACUERDO A LA PALABRA DE DIOS.


El Señor Jesús se acuerda de su pacto, cuando derramo Su preciosa sangre por mí para traerme vida en abundancia, lo que trae gozo a todo mi ser y Con El tengo y recibo la herencia una tierra que otros han trabajado para Él. Él ha ordenado que voy a cosechar los frutos del trabajo de otras personas, como la mía también. Amo Su Palabra, también soy diligentes en obedecerla y ponerla  por obra, el Señor ha dicho que traerá  memoria de Su pacto y manifestarlo en mi. Voy a seguir sus preceptos, y se unirá a su Palabra.


Si no has recibido a  Jesús tú Señor, te invito a  hacer  la siguiente oración creyendo en tu corazón y Jesucristo será tu Salvador:
Padre Celestial, vengo a ti en el nombre de Jesús. Tu Palabra dice: «Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo» y «que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo» (Hechos 2:21; Romanos 10:9). Dijiste que sería salvo cuando el Espíritu Santo venga a morar en mí y me haga nacer de nuevo (Juan 3:5-6, 15-16; Romanos 8:9-11), y que si te lo pido, seré lleno del Espíritu y podré hablar en otras lenguas (Lucas 11:13; Hechos 2:4).
Confío en tu Palabra. Confieso que Jesús es el Señor y creo en mi corazón que lo resucitaste de entre los muertos. Gracias por entrar a mi corazón, por darme tu Santo Espíritu como lo prometiste y por ser el Señor de mi vida. Amén.

Si tus has hecho esta oración escríbeme o esta Palabra te bendice favor de hacérmelo saber.

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