martes, 21 de febrero de 2012

El Señor Jesús aboga por mí y por Su pueblo


Isaías 51:22-23; Romanos 8:1-2, 37; Efesios 1:17-23; Hechos 26:18; 1 Juan 5:18

Así dice tu Señor y Dios, tu Dios, que aboga por su pueblo: Te he quitado de la mano la copa que te hacía tambalear. De esa copa, que es el cáliz de mi furia, jamás volverás a beber. La pondré en manos de los que te atormentan, de los que te dijeron: ¡Tiéndete en el suelo, para que pasemos sobre ti! ¡Y te echaste boca abajo, sobre el suelo, para que te pisoteara todo mundo!

Por lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús,  pues por medio de él la ley del Espíritu de vida me  ha liberado de la ley del pecado y de la muerte.

Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó.

Pido que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre glorioso, les dé el Espíritu de sabiduría y de revelación, para que lo conozcan mejor. Pido también que les sean iluminados los ojos del corazón para que sepan a qué esperanza él los ha llamado, cuál es la riqueza de su gloriosa herencia entre los santos, y cuán incomparable es la grandeza de su poder a favor de los que creemos. Ese poder es la fuerza grandiosa y eficaz que Dios ejerció en Cristo cuando lo resucitó de entre los muertos y lo sentó a su derecha en las regiones celestiales, muy por encima de todo gobierno y autoridad, poder y dominio, y de cualquier otro nombre que se invoque, no sólo en este mundo sino también en el venidero. Dios sometió todas las cosas al dominio de Cristo,  y lo dio como cabeza de todo a la iglesia. Ésta, que es su cuerpo, es la plenitud de aquel que lo llena todo por completo.

Para que les abras los ojos y se conviertan de las tinieblas a la luz, y del poder de Satanás a Dios, a fin de que, por la fe en mí, reciban el perdón de los pecados y la herencia entre los santificados.

Sabemos que el que ha nacido de Dios no está en pecado: Jesucristo, que nació de Dios, lo protege, y el maligno no llega a tocarlo.

DECLARACION DE FE DE ACUERDO A LA PALABRA DE DIOS.

El Padre de nuestro Señor Jesucristo me ha dado Su Palabra de que nunca me hará beber del cáliz de Su ira. Todo Su trato para conmigo es de bien y nunca de mal.  El ardor de Su ira es para los que están en nuestra contra (del Padre Celestial, del Señor Jesús y de Su Espíritu Santo) que vive en mí:  los que tratan de hacerme caminar fuera del cuerpo del Señor Jesucristo para que me haga su esclavo. ¡La Palabra de Dios me ha cambiado mi vieja forma de pensar y me he convertido en hijo de Dios! ¡Nunca más seré vencido!  Ahora camino en la autoridad de mi Rey, mi Señor Jesús mi Dios en cada área de mi vida y me protege del maligno para que no me toque.

Si no has recibido a  Jesús tú Señor simplemente has la siguiente oración creyendo en tu corazón y Cristo será su Salvador:
Padre Celestial, vengo a ti en el nombre de Jesús. Tu Palabra dice: «Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo» y «que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo» (Hechos 2:21; Romanos 10:9). Dijiste que sería salvo cuando el Espíritu Santo venga a morar en mí y me haga nacer de nuevo (Juan 3:5-6, 15-16; Romanos 8:9-11), y que si te lo pido, seré lleno del Espíritu y podré hablar en otras lenguas (Lucas 11:13; Hechos 2:4).
Confío en tu Palabra. Confieso que Jesús es el Señor y creo en mi corazón que lo resucitaste de entre los muertos. Gracias por entrar a mi corazón, por darme tu Santo Espíritu como lo prometiste y por ser el Señor de mi vida. Amén.

Si tus has hecho esta oración escríbeme o esta Palabra te bendice favor de hacérmelo saber.
hosanna.enriqueibarra@gmail.com