miércoles, 16 de noviembre de 2011

Entro al Lugar Santísimo por la Sangre del Señor Jesús.


  Hebreos 10:12-23, 1:3, 13, 4:15-16, Efesios 2:4-6;  Salmo 103:10-12; Jeremías 31:33-34
Pero Cristo,  habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los pecados,  se ha sentado  a la diestra de Dios.  Allí estará esperando hasta que sus enemigos sean puestos por estrado de sus pies.  Y así,  con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados. El Espíritu Santo nos atestigua lo mismo,  porque después de haber dicho: Este es el pacto que haré con ellos después de aquellos días,  dice el Señor: Pondré mis leyes en sus corazones, y en sus mentes las escribiré,  añade: Y nunca más me acordaré de sus pecados y transgresiones,  pues donde hay remisión de estos,  no hay más ofrenda por el pecado.  Así que,  hermanos,  tenemos libertad  para entrar en el Lugar santísimo por la sangre de Jesucristo,  por el camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo,  esto es,  de su carne.  También tenemos un gran sacerdote sobre la casa de Dios.  Acerquémonos,  pues,  con corazón sincero,  en plena certidumbre de fe,  purificados los corazones de mala conciencia y lavados los cuerpos con agua pura.  Mantengamos firme,  sin fluctuar,  la profesión de nuestra esperanza,  porque fiel es el que prometió.
Él,  que es el resplandor  de su gloria,  la imagen misma de su sustancia y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder,  habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados  por medio de sí mismo,  se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas,

¿A cuál de los ángeles dijo Dios jamás: Siéntate a mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies?

No tenemos un Sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades,  sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza,  pero sin pecado.  Acerquémonos,  pues,  confiadamente al trono de la gracia,  para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro.

Pero Dios,  que es rico en misericordia,  por su gran amor con que nos amó,  aun estando nosotros muertos en pecados,  nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos).  Juntamente con él nos resucitó,  y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús,

Porque por medio de él los unos y los otros tenemos entrada por un mismo Espíritu al Padre.
Por eso,  ya no sois extranjeros ni forasteros,  sino conciudadanos de los santos y miembros de la familia de Dios,

No ha hecho con nosotros conforme a nuestras maldades  ni nos ha pagado conforme a nuestros pecados,  porque,  como la altura de los cielos sobre la tierra, engrandeció su misericordia sobre los que lo temen. Cuanto está lejos el oriente del occidente,  hizo alejar de nosotros nuestras rebeliones.

Pero este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días,  dice Jehová: Pondré mi ley en su mente y la escribiré en su corazón;  yo seré su Dios,  y ellos serán mi pueblo.  Y no enseñará más ninguno a su prójimo,  ni ninguno a su hermano,  diciendo: "Conoce a Jehová",  porque todos me conocerán,  desde el más pequeño de ellos hasta el más grande,  dice Jehová.  Porque perdonaré la maldad de ellos y no me acordaré más de su pecado.


DECLARACION DE FE DE ACUERDO A LA PALABRA DE DIOS.
 
Cuando el Señor Jesús ofreció de una vez para siempre el sacrificio aceptable por mis pecados, se sentó a la diestra de Dios Padre.  El Espíritu Santo  da testimonio de esto, diciendo: "Este es el pacto que haré con ellos, dice el Señor, voy a sembrar  mis leyes en sus corazones y las escribiré en su mente", y  "de sus pecados y de sus actos ilícitos no me acordaré más. " Ya que todo esto ha sido perdonado ya no hay necesidad de ningún otro tipo de sacrificio por mis pecados.  Por lo tanto, ya que ahora gozo de plena libertad y confianza para entrar donde el Santo de los Santos del cielo por la Sangre del Señor  Jesús,  hoy puedo acercarme a Dios con corazón sincero, y en la plenitud de la fe.  En vista de esto, seré  firme  con mi confesión de fe, porque yo sé, sin sombra de duda,  de que aquel que hizo la promesa es fiel y Él hará lo que Él dijo que haría.

Si no has recibido a  Jesús tú Señor simplemente has la siguiente oración creyendo en tu corazón y Cristo será su Salvador:
Padre Celestial, vengo a ti en el nombre de Jesús. Tu Palabra dice: «Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo» y «que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo» (Hechos 2:21; Romanos 10:9). Dijiste que sería salvo cuando el Espíritu Santo venga a morar en mí y me haga nacer de nuevo (Juan 3:5-6, 15-16; Romanos 8:9-11), y que si te lo pido, seré lleno del Espíritu y podré hablar en otras lenguas (Lucas 11:13; Hechos 2:4).
Confío en tu Palabra. Confieso que Jesús es el Señor y creo en mi corazón que lo resucitaste de entre los muertos. Gracias por entrar a mi corazón, por 0darme tu Santo Espíritu como lo prometiste y por ser el Señor de mi vida. Amén.

Si tus has hecho esta oración escríbeme a la siguiente dirección: enriqueibarra.@integra.com.sv