lunes, 7 de mayo de 2012

El Señor Jesús entro al lugar Santísimo delante de Dios y Padre.


El Señor Jesús entro al lugar Santísimo delante de Dios y Padre. .

 Hosanna en las Alturas, Jesús es el Señor

 

Hebreos 9:24-28; Levíticos 16:2-8; Hebreos 8:2-5; 9:1, 11-12; 10:10; Éxodo 25-30; Tito 3:4-7; Romanos 6:7, 14; 8:1; 1 Corintios 15:56-57; Juan 5:24; 14:1-3; 1 Tesalonicenses 4:16-17

Pero Ungido de Dios no entró al Lugar Santísimo hecho por los hombres, sólo copia del verdadero, sino al cielo y está presente allí, delante de Dios, para pedir a nuestro favor. El Ungido  de Dios se ofreció a sí mismo, pero no muchas veces como lo hace el sumo sacerdote aquí en la tierra. El sumo sacerdote entra al Lugar Santísimo una vez al año para ofrecer sangre ajena.  Si fuera así con Jesús el Ungido de Dios, habría tenido que sacrificarse muchas veces desde que se creó el mundo, pero él vino en estos últimos tiempos y se ofreció de una vez por todas, sacrificándose a sí mismo para acabar así con el pecado. Todos los seres humanos morirán una sola vez y después vendrá el juicio. También Cristo se sacrificó una sola vez para perdonar los pecados de muchos. Él vendrá por segunda vez, pero ya no por los pecados de la gente, sino para salvar a los que esperan su venida.

Y Jehová dijo a Moisés:  "Di a Aarón,  tu hermano,  que no entre en todo tiempo en el santuario detrás del velo, delante del propiciatorio que está sobre el Arca,  para que no muera,  pues yo apareceré en la nube sobre el propiciatorio.  Aarón entrará en el santuario con esto: un becerro para la expiación y un carnero para el holocausto. Se vestirá con la túnica santa de lino,  se pondrá los calzoncillos de lino,  se ceñirá el cinto de lino y con la mitra de lino se cubrirá.  Estas son las santas vestiduras;  con ellas se ha de vestir después de lavar su cuerpo con agua. "De la congregación de los hijos de Israel tomará dos machos cabríos para la expiación y un carnero para el holocausto. Aarón hará traer su becerro de la expiación,  y hará la reconciliación por sí y por su casa. Después tomará los dos machos cabríos y los presentará delante de Jehová,  a la puerta del Tabernáculo de reunión.  Luego echará suertes Aarón sobre los dos machos cabríos,  una suerte por Jehová y otra suerte por Azazel.

Él es ministro del santuario y de aquel verdadero tabernáculo  que levantó el Señor y no el hombre. Todo Sumo sacerdote está constituido para presentar ofrendas y sacrificios,  por lo cual es necesario que también este tenga algo que ofrecer.  Así que,  si estuviera sobre la tierra,  ni siquiera sería sacerdote,  habiendo aún sacerdotes que presentan las ofrendas según la Ley.  Estos sirven a lo que es figura y sombra  de las cosas celestiales,  como se le advirtió a Moisés cuando iba a erigir el Tabernáculo,  diciéndole:  "Mira,  haz todas las cosas conforme al modelo que se te ha mostrado en el monte".

Ahora bien,  aun el primer pacto tenía ordenanzas de culto y un santuario terrenal.

Pero estando ya presente Cristo,  Sumo sacerdote de los bienes venideros,  por el más amplio y más perfecto tabernáculo,  no hecho de manos,  es decir,  no de esta creación,  y no por sangre de machos cabríos ni de becerros,  sino por su propia sangre,  entró una vez para siempre en el Lugar santísimo,  habiendo obtenido eterna redención.

En esa voluntad somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre.

Pero cuando se manifestó la bondad de Dios,  nuestro Salvador,  y su amor para con la humanidad,  nos salvó,  no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho,  sino por su misericordia,  por el lavamiento de la regeneración  y por la renovación  en el Espíritu Santo,  el cual derramó en nosotros abundantemente  por Jesucristo,  nuestro Salvador,   para que,  justificados por su gracia,  llegáramos a ser herederos conforme a la esperanza de la vida eterna.

Porque,  el que ha muerto ha sido justificado del pecado.

El pecado no se enseñoreará de vosotros, pues no estáis bajo la Ley,  sino bajo la gracia.

Ahora,  pues,  ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús,  los que no andan conforme a la carne,  sino conforme al Espíritu.

Porque el aguijón de la muerte es el pecado,  y el poder del pecado es la Ley.  Pero gracias sean dadas a Dios,  que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo.

De cierto,  de cierto os digo: El que oye mi palabra y cree al que me envió tiene vida eterna,  y no vendrá a condenación,  sino que ha pasado de muerte a vida.

No se turbe vuestro corazón;  creéis en Dios,  creed también en mí.  En la casa de mi Padre muchas moradas hay;  si así no fuera,  yo os lo hubiera dicho;  voy,  pues,  a preparar lugar para vosotros.  Y si me voy y os preparo lugar,  vendré otra vez  y os tomaré a mí mismo,  para que donde yo esté,  vosotros también estéis.

El Señor mismo,  con voz de mando,  con voz de arcángel  y con trompeta de Dios,  descenderá del cielo.  Entonces,  los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros,  los que vivimos,  los que hayamos quedado,  seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire,  y así estaremos siempre con el Señor.

Leer también: Éxodo en los capítulos 25 al  30



DECLARACIÓN DE FE DE ACUERDO A LA PALABRA DE DIOS.

El Señor Jesús no entró a un santuario hecho por manos de hombres cuando proclamó mi redención eterna, sino que entró en el mismo cielo y ahora esta presente ante el Padre Celestial y ha presentado mi nombre.  El no entro al cielo para ofrecerse en sacrificio cada vez que peco, de la misma forma que los sacerdotes del antiguo pacto solían hacer con la sangre de los toros y machos cabríos, sino que el Señor Jesus apareció de una vez por todas, acabando con el pecado por completo por el sacrificio de sí mismo.  Por lo tanto, el poder del pecado ha sido completamente eliminado de mi vida. Así como el hombre está destinado a morir una vez, y después de esto el juicio eterno, así también Cristo fue ofrecido en sacrificio una sola vez para quitar mi pecado [del primero al último, tanto del pasado, presente y futuro] y me ha librado del juicio para condenación eterna.

Si no has recibido a  Jesús tú Señor, te invito a  hacer  la siguiente oración creyendo en tu corazón y Jesucristo será tu Salvador:
Padre Celestial, vengo a ti en el nombre de Jesús. Tu Palabra dice: «Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo» y «que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo» (Hechos 2:21; Romanos 10:9). Dijiste que sería salvo cuando el Espíritu Santo venga a morar en mí y me haga nacer de nuevo (Juan 3:5-6, 15-16; Romanos 8:9-11), y que si te lo pido, seré lleno del Espíritu y podré hablar en otras lenguas (Lucas 11:13; Hechos 2:4).
Confío en tu Palabra. Confieso que Jesús es el Señor y creo en mi corazón que lo resucitaste de entre los muertos. Gracias por entrar a mi corazón, por darme tu Santo Espíritu como lo prometiste y por ser el Señor de mi vida. Amén.

Si tus has hecho esta oración escríbeme o esta Palabra te bendice favor de hacérmelo saber.

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