domingo, 9 de octubre de 2011

El Señor Jesús es la Luz que está dentro de mí.


 Lucas 11:33-36; 1 Juan 1:5-9;Filipenses 4:8; Mateo 5:28;6:22-23; Romanos 1:16
Nadie pone en oculto la luz encendida,  ni debajo de una vasija,  sino en el candelero,  para que los que entran vean la luz.  La lámpara del cuerpo es el ojo.  Cuando tu ojo es bueno,  también todo tu cuerpo está lleno de luz;  pero cuando tu ojo es maligno,  también tu cuerpo está en tinieblas. Cuidado,  pues,  no sea que la luz que en ti hay no sea luz,  sino tinieblas.   Así que,  si todo tu cuerpo está lleno de luz,  no teniendo parte alguna de tinieblas,  será todo luminoso,  como cuando una lámpara te alumbra con su resplandor.

Este es el mensaje que hemos oído de él y os anunciamos: Dios es luz y no hay ningunas tinieblas en él.  Si decimos que  tenemos comunión con él y andamos en tinieblas,  mentimos y no practicamos la verdad.  Pero si andamos en luz,  como él está en luz,  tenemos comunión unos con otros y la sangre de Jesucristo,  su Hijo,  nos limpia de todo pecado.  Si decimos que no tenemos pecado,  nos engañamos a nosotros mismos y la verdad no está en nosotros.  Si confesamos nuestros pecados,  él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad.

Por lo demás,  hermanos,  todo lo que es verdadero,  todo lo honesto,  todo lo justo,  todo lo puro,  todo lo amable,  todo lo que es de buen nombre;  si hay virtud alguna,  si algo digno de alabanza,  en esto pensad.

Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla,  ya adulteró con ella en su corazón.

La lámpara del cuerpo  es el ojo;  así que,  si tu ojo es bueno,  todo tu cuerpo estará lleno de luz;  pero si tu ojo es maligno,  todo tu cuerpo estará en tinieblas.  Así que,  si la luz que hay en ti es tinieblas,  ¿cuántas no serán las mismas tinieblas?

 No me avergüenzo del evangelio,  porque es poder de Dios  para salvación de todo aquel que cree,  del judío primeramente  y también del griego,


DECLARACIÓN DE FE DE ACUERDO A LA PALABRA DE DIOS

Soy muy cuidadoso de lo que permito que entre en mi vida.  Entiendo perfectamente que la luz no tiene comunión con las tinieblas.  Es mi decisión de vivir como hijo de Luz.  Por lo tanto, no permito que mis ojos vean cosas malas.  Mis ojos son la lámpara que da luz a todo mi cuerpo y cuido que se mantengan sanos y limpios, leyendo la Palabra de Dios.  Los ojos de mi espíritu permanecer viendo con claridad lo que está puesto delante de mí.  Tengo discernimiento del bien y del mal, de la verdad y la falsedad. Estas cosas dan evidencia de que soy un hijo nacido de nuevo del Dios Vivo: del Señor Jesús y no me avergüenzo de la vida que he elegido vivir.  Mi vida es un testimonio a todos los que tienen hambre por el Evangelio y estoy siempre dispuesto a llevar a los brazos de mi Padre Celestial a todos aquellos que aún no le conocen.


Si no has recibido a  Jesús tú Señor simplemente has la siguiente oración creyendo en tu corazón y Cristo será su Salvador:

Padre Celestial, vengo a ti en el nombre de Jesús. Tu Palabra dice: «Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo» y «que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo» (Hechos 2:21; Romanos 10:9). Dijiste que sería salvo cuando el Espíritu Santo venga a morar en mí y me haga nacer de nuevo (Juan
3:5-6, 15-16; Romanos 8:9-11), y que si te lo pido, seré lleno del Espíritu y podré hablar en otras lenguas (Lucas 11:13; Hechos 2:4).
Confío en tu Palabra. Confieso que Jesús es el Señor y creo en mi corazón que lo resucitaste de entre los muertos. Gracias por entrar a mi corazón, por darme tu Santo Espíritu como lo prometiste y por ser el Señor de mi vida. Amén.

Si tus has hecho esta oración escríbeme a la siguiente dirección: enriqueibarra.@integra.com.sv