martes, 18 de enero de 2011

La Luz De Mi Vida

Lucas 11:33-36
"Nadie enciende una lámpara para esconderla o para ponerla debajo de un cajón. Todo lo contrario: se pone en un lugar alto, para que alumbre a todos los que entran en la casa.
Los ojos de una persona son como una lámpara que alumbra su cuerpo. Por eso, si miran con ojos sinceros y amables, la luz entrará en su vida. Pero si sus ojos son envidiosos y orgullosos, vivirán en completa oscuridad.
 Así que, tengan cuidado; no dejen que se apague la luz de su vida.
 Si todo su cuerpo está iluminado, sin que haya ninguna parte oscura, entonces la vida de ustedes alumbrará en todos lados, como cuando una lámpara los ilumina con su luz.

DECLARACIÓN DE FE DE ACUERDO A LA PALABRA DE DIOS.


Tengo cuidado de lo que permito entrar en mi vida. Entiendo completamente que la luz no tiene comunión con las tinieblas. Es mi decisión de vivir como hijo de luz. Mis ojos son la luz que ilumina todo mi cuerpo y cuido que sean sanos. Los ojos de mi espíritu permanecen limpios viendo con claridad lo que está puesto delante de mí, discerniendo la verdad, el bien, el mal, y la falsedad. Estas cosas evidencian que soy hijo del Dios vivo y no me avergüenzo de la vida que he elegido vivir. Mi vida es un testimonio para todos los que tienen hambre por el Evangelio y estoy siempre dispuesto a llevar a otros a los brazos de mi Padre celestial.

Si tú no has hecho a Jesús tú Señor y Salvador te invito a que te rindas a Él,  porque Él pagó un precio alto por ti en la cruz del calvario, recíbelo,  Él ha resucitado y quiere hacer morada en tu corazón.

Declare esta oración con fe y Jesús hará morada en ti hoy y será tu Señor:

Padre Celestial, vengo a ti en el nombre de Jesús.  Tu Palabra dice: «Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo» y «que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo» (Hechos 2:21; Romanos 10:9).

 Señor, tu dijiste que cuando el Espíritu Santo venga a morar en mí y me haga nacer de nuevo (Juan 3:5-6, 15-16; Romanos 8:9-11), y que si te lo pido, seré lleno del Espíritu Santo y podré hablar en otras lenguas (Lucas 11:13; Hechos 2:4).  Creo en tu Palabra. Confieso que Jesús es el Señor y creo en mi corazón que lo resucitaste de entre los muertos. Gracias por entrar a mi corazón, por darme tu Santo Espíritu como lo prometiste y por ser el Señor de mi vida. Amén.