viernes, 27 de mayo de 2011

La Voluntad De Dios Es Buena Agradable Y Perfecta


Romanos 12: 1-3     NVI
Por lo tanto,  hermanos,  tomando en cuenta la misericordia de Dios,  les ruego que cada uno de ustedes,  en adoración espiritual,* ofrezca su cuerpo como sacrificio vivo,  santo y agradable a Dios. No se amolden al mundo actual,  sino sean transformados mediante la renovación de su mente.  Así podrán comprobar cuál es la voluntad de Dios,  buena,  agradable y perfecta. Por la gracia que se me ha dado,  les digo a todos ustedes: Nadie tenga un concepto de sí más alto que el que debe tener,  sino más bien piense de sí mismo con moderación,  según la medida de fe que Dios le haya dado.

DECLARACIÓN DE FE DE ACUERDO A LA PALABRA DE DIOS

Por la Misericordia de Dios entrego mi cuerpo como sacrificio vivo, santo y agradable a Dios. Esto es mi adoración espiritual. Soy guiado por El Espíritu Santo. No me ajusto a las formas del mundo, porque he sido transformado mediante la renovación de mi mente con la Palabra de Dios, para demostrar la buena, agradable y perfecta voluntad de Jesús y del Padre Celestial. Su gracia me sostiene y no tengo  un concepto más alto de mí mismo de lo que deba tener porque sé que por mí mismo nada soy.  Más bien, pienso de mí con buen juicio. Sé que mi valor ante los ojos de Dios es incalculable y Él me ha dado una medida de fe que me hace permanecer victorioso en esta vida. Sin embargo, no me olvido que todo lo que tengo, Jesús me lo ha dado.  Con alegría dependo totalmente  de mi Dios.

Si tú no has hecho a Jesús tú Señor y Salvador te invito a que te rindas a Él,  porque Él pagó un precio alto por ti en la cruz del calvario, recíbelo,  Él ha resucitado y quiere hacer morada en tu corazón.

Declare esta oración con fe y Jesús hará morada en ti hoy y será tu Señor:

Padre Celestial, vengo a ti en el nombre de Jesús.  Tu Palabra dice: «Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo» y «que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo» (Hechos 2:21; Romanos 10:9).

 Señor, tu dijiste que cuando el Espíritu Santo venga a morar en mí y me haga nacer de nuevo (Juan 3:5-6, 15-16; Romanos 8:9-11), y que si te lo pido, seré lleno del Espíritu Santo y podré hablar en otras lenguas (Lucas 11:13; Hechos 2:4).  Creo en tu Palabra. Confieso que Jesús es el Señor y creo en mi corazón que lo resucitaste de entre los muertos. Gracias por entrar a mi corazón, por darme tu Santo Espíritu como lo prometiste y por ser el Señor de mi vida. Amén.