martes, 13 de noviembre de 2012

Soy una oveja del redil del Señor Jesús


Juan 10:25-30; 3:16; 6:37; 14:12; 17:20-26; Efesios 1:17-23; 5:1-18; Colosenses 1:29; Filipenses 2:5-13; Gálatas 4:5-9

Jesús les respondió: Os he dicho esto, pero ustedes no me creen [no confías en mí y pueden confiar en mí por]. Las mismas obras que yo hago por el poder de mi Padre, y en el testimonio de mi Padre sobre mí llevan el nombre de [ellas, son mis credenciales y pruebas en apoyo de Mi].  Pero no quieren creer y no confían en mí, ya que no pertenecen a Mi voz [porque no son ovejas de Mi redil].  Las ovejas que son mías escuchan mi voz, y yo las conozco, y me siguen. Y yo les doy vida eterna, y nunca la perderá o perecerán  a lo largo de los siglos. Y nadie las puede arrebatar de mi mano.  Mi Padre, que me las dio, es mayor y más fuerte que todos los [demás], y nadie las puede arrebatar [ellos] de la mano del Padre. Yo y el Padre uno somos.

Porque tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna.

Todos los que el Padre me da vendrán a mí; y al que a mí viene, no lo rechazo.

Ciertamente les aseguro que el que cree en mí las obras que yo hago también él las hará, y aun las hará mayores, porque yo vuelvo al Padre.

No ruego sólo por éstos. Ruego también por los que han de creer en mí por el mensaje de ellos, para que todos sean uno. Padre, así como tú estás en mí y yo en ti, permite que ellos también estén en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado.  Yo les he dado la gloria que me diste, para que sean uno, así como nosotros somos uno:  yo en ellos y tú en mí. Permite que alcancen la perfección en la unidad, y así el mundo reconozca que tú me enviaste y que los has amado a ellos tal como me has amado a mí. Padre, quiero que los que me has dado estén conmigo donde yo estoy. Que vean mi gloria, la gloria que me has dado porque me amaste desde antes de la creación del mundo.  Padre justo, aunque el mundo no te conoce, yo sí te conozco, y éstos reconocen que tú me enviaste.  Yo les he dado a conocer quién eres, y seguiré haciéndolo, para que el amor con que me has amado esté en ellos, y yo mismo esté en ellos.

Pido que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre glorioso, les dé el Espíritu de sabiduría y de revelación, para que lo conozcan mejor. Pido también que les sean iluminados los ojos del corazón para que sepan a qué esperanza él los ha llamado, cuál es la riqueza de su gloriosa herencia entre los santos,  y cuán incomparable es la grandeza de su poder a favor de los que creemos. Ese poder es la fuerza grandiosa y eficaz que Dios ejerció en Cristo cuando lo resucitó de entre los muertos y lo sentó a su derecha en las regiones celestiales, muy por encima de todo gobierno y autoridad, poder y dominio, y de cualquier otro nombre que se invoque, no sólo en este mundo sino también en el venidero. Dios sometió todas las cosas al dominio de Cristo, y lo dio como cabeza de todo a la iglesia.  Ésta, que es su cuerpo, es la plenitud de aquel que lo llena todo por completo.

Por tanto, imiten a Dios, como hijos muy amados,  y lleven una vida de amor, así como Cristo nos amó y se entregó por nosotros como ofrenda y  sacrificio fragante para Dios.  Entre ustedes ni siquiera debe mencionarse la inmoralidad sexual, ni ninguna clase de impureza o de avaricia, porque eso no es propio del pueblo santo de Dios.  Tampoco debe haber palabras indecentes, conversaciones necias ni chistes groseros, todo lo cual está fuera de lugar; haya más bien acción de gracias.  Porque pueden estar seguros de que nadie que sea avaro (es decir, idólatra), inmoral o impuro tendrá herencia en el reino de Cristo y de Dios. Que nadie los engañe con argumentaciones vanas, porque por esto viene el castigo de Dios sobre los que viven en la desobediencia.  Así que no se hagan cómplices de ellos.   Porque ustedes antes eran oscuridad, pero ahora son luz en el Señor. Vivan como hijos de luz (el fruto de la luz consiste en toda bondad, justicia y verdad)  y comprueben lo que agrada al Señor.  No tengan nada que ver con las obras infructuosas de la oscuridad, sino más bien denúncienlas,  porque da vergüenza aun mencionar lo que los desobedientes hacen en secreto.   Pero todo lo que la luz pone al descubierto se hace visible, porque la luz es lo que hace que todo sea visible. Por eso se dice: "Despiértate, tú que duermes, levántate de entre los muertos, y te alumbrará Cristo."  Así que tengan cuidado de su manera de vivir. No vivan como necios sino como sabios,  aprovechando al máximo cada momento oportuno, porque los días son malos. Por tanto, no sean insensatos, sino entiendan cuál es la voluntad del Señor.  No se emborrachen con vino, que lleva al desenfreno. Al contrario, sean llenos del Espíritu.

Con este fin trabajo y lucho fortalecido por el poder de Cristo que obra en mí.

La actitud de ustedes debe ser como la de Cristo Jesús,  quien, siendo por naturaleza Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse.   Por el contrario, se rebajó voluntariamente, tomando la naturaleza de siervo y haciéndose semejante a los seres humanos.  Y al manifestarse como hombre, se humilló a sí mismo y se hizo obediente hasta la muerte, ¡y muerte de cruz!  Por eso Dios lo exaltó hasta lo sumo y le otorgó el nombre que está sobre todo nombre, para que ante el nombre de Jesús se doble toda rodilla en el cielo y en la tierra y debajo de la tierra,  y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre. Así que, mis queridos hermanos, como han obedecido siempre no sólo en mi presencia sino mucho más ahora en mi ausencia lleven a cabo su salvación con temor y temblor,  pues Dios es quien produce en ustedes tanto el querer como el hacer para que se cumpla su buena voluntad.

Para rescatar a los que estaban bajo la ley, a fin de que fuéramos adoptados como hijos.  Ustedes ya son hijos. Dios ha enviado a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo, que clama: "¡Abba! ¡Padre!"  Así que ya no eres esclavo sino hijo; y como eres hijo, Dios te ha hecho también heredero.  Antes, cuando ustedes no conocían a Dios, eran esclavos de los que en realidad no son dioses. Pero ahora que conocen a Dios o más bien que Dios los conoce a ustedes, ¿cómo es que quieren regresar a esos principios ineficaces y sin valor? ¿Quieren volver a ser esclavos de ellos?  
                                                      

DECLARACIÓN DE FE DE ACUERDO A LA PALABRA DE DIOS.

Las obras que yo hago son evidencia de que estoy en el Señor Jesús. Todo el poder que actúa a través de mí proviene del Nombre de Jesús.  Estoy en Cristo, como el Señor Jesús es uno con el Padre, yo soy uno con Jesús, y por lo tanto soy uno con el Padre. Mi dependencia total y completa para el sustento de mi nueva vida solo viene del Señor Jesús.  Soy parte de su rebaño - un valioso miembro de su familia. Mis oídos se han abierto y continuamente escucho Su voz. Él me conoce personalmente y le sigo sin descanso.  Él me ha dado la vida eterna, y yo nunca la perderé. Estoy seguro bajo Su cuidado desde ahora y por toda la eternidad. Nadie tiene la capacidad de arrebatarme de Su Mano. Mi padre, que es mayor que todos, ha puesto su sello sobre mí y me ha depositado bajo el cuidado de Jesús. Nadie me puede arrebatar de la mano del Padre. Estoy en Jesús, al igual que Jesús está en el Padre. Todos somos uno – es la unión más perfecta y completa que sea posible.


Si no has recibido a  Jesús tú Señor, te invito a  hacer  la siguiente oración creyendo en tu corazón y Jesucristo será tu Salvador:
Padre Celestial, vengo a ti en el nombre de Jesús. Tu Palabra dice: «Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo» y «que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo» (Hechos 2:21; Romanos 10:9). Dijiste que sería salvo cuando el Espíritu Santo venga a morar en mí y me haga nacer de nuevo (Juan 3:5-6, 15-16; Romanos 8:9-11), y que si te lo pido, seré lleno del Espíritu y podré hablar en otras lenguas (Lucas 11:13; Hechos 2:4).
Confío en tu Palabra. Confieso que Jesús es el Señor y creo en mi corazón que lo resucitaste de entre los muertos. Gracias por entrar a mi corazón, por darme tu Santo Espíritu como lo prometiste y por ser el Señor de mi vida. Amén.

Si tus has hecho esta oración escríbeme o esta Palabra te bendice favor de hacérmelo saber.

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